El cambio climático amenaza a los vinos italianos

Redacción

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Los viticultores del norte de Italia no saben cómo terminar con los efectos del cambio climático.

La familia de Alberto Marsetti lleva haciendo vino en Valtellina (norte de Italia), desde hace al menos seis generaciones. Así que cuando las cosas comenzaron a cambiar, se dieron cuenta.

“El año que marcó la diferencia fue el 2007”, asegura Marsetti. “Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que teníamos que dejar de pensar en términos de años excepcionales, que los que habían cambiado eran los ‘años normales’”.

En las dos últimas décadas Marsetti ha tenido que ajustar su producción a las anormalidades climáticas que él atribuye al calentamiento global. El adelanto de las primaveras y unos otoños más cálidos han hecho que las uvas sean más dulces, lo que produce vinos con más alcohol.

Este fenómeno es especialmente evidente en las colinas alrededor del pueblo de Chiuro, en donde los viñedos crecen a 600 metros sobre el nivel del mar.

“Hace 20 años, nos dejábamos la piel por conseguir unas uvas decentes a estas alturas. Utilizábamos las uvas para hacer vinos simples de mesa, de esos de los que se toman un par de vasos al mediodía, pero no de alta calidad”, explica.

“Ahora, en vez de eso, logramos uvas de calidad media y alta, y los vinos son un uno por ciento más fuertes”, añade. En cambio, los viñedos que están en cotas más bajas y en donde se solían cosechar las uvas para los mejores vinos están teniendo problemas, como largas sequías que pueden cambiar la calidad de los frutos.

Los cambios se están produciendo por toda Italia, asegura Domenico Bosco, jefe de la división de productores de vino de Colidiretti, la mayor asociación agraria de Italia. Y el aumento del contenido en alcohol en los vinos que se está produciendo por el alargamiento de las estaciones está resultando ser un problema.

“Hasta hace unos años, la gente pensaba que cuanto más alcohol tenía un vino, mejor”, asegura. De hecho, los viticultores respondían a la demanda de los consumidores que querían vinos fuertes haciéndolos más ricos en sabor y más alcohólicos.

Pero esto está cambiando, afirma Bosco. Algunos consumidores empiezan a pedir vinos con menos alcohol por cuestión de paladar. Además, nuevas leyes en Italia y a lo largo de Europa intentan poner freno a la conducción en estado de embriaguez. Los productores, sin embargo, intentan adaptarse a los cambios que unas fuerzas ajenas a su control están haciendo que el contenido en alcohol de los vinos vaya en aumento.

“En los últimos 10 años los veranos han sido más cálidos, y hemos tenido más y más vinos con alto contenido en alcohol, de un 15 por ciento o más”, reconoce Gabriella Tani, una enóloga que trabaja en la Toscana. Esto es un problema, especialmente para los vinos que se hacen con uva Merlot.

Los viticultores tienen una serie de opciones para luchar contra los efectos del cambio climático. Pueden regar más sus viñedos, pero con el aumento de las temperaturas y la lluvia cada vez más errática, en muchas regiones esa no es una opción viable. También pueden adelantar la cosecha, pero algunas veces esto supone un riesgo para el sabor y la calidad de los vinos.

Pueden también trasladar los viñedos a cotas más altas. Según el enólogo Francesco Bartoletti, en términos generales “100 o más metros de altitud significa la pérdida de en torno a un uno por ciento de contenido en alcohol”.

Si bien hay viñedos hasta a 1.200 metros en los Alpes y a más altitud en el volcán Etna, en Sicilia, cambiar la altura de los cultivos básicamente modificaría las características de muchos vinos italianos, cuya personalidad proviene del lugar en donde han crecido las uvas durante siglos. También significaría que no podrían entrar en el sistema de clasificación de los vinos italianos (DOC o DOCG), según el lugar de origen y método de producción.

“Quizás tengamos que cambiar algunas de estas normas”, dice Bosco. “Quizás no para los vinos con grandes nombres, pero probablemente para los de calidad media, o no podrán ser competitivos”.

De hecho, el cambio climático está resultando favorable en este sentido para países como Alemania, que antes eran considerados demasiado fríos para la producción de vino. Según Bosco, “el cambio climático y el gusto por vinos más ligeros está ayudando a los vinos de la Europa continental”. Los vinos de Inglaterra y de otros países del norte ahora tienen potencial.

“En el futuro los viñedos se trasladarán hacia el norte”, predice Bartoletti, mientras que los viticultores del sur de Europa, las zonas tradicionales de producción, lo pasarán mal.

Algunos creen que la solución está en utilizar técnicas industriales a gran escala, como la extracción del alcohol, algo que ya se utiliza ampliamente en Australia o Sudáfrica. Francia y España, otros dos grandes productores europeos que tienen que enfrentarse a los efectos del calentamiento global, ya lo han legalizado. Pero en Italia, con sus pequeñas bodegas y su énfasis en las técnicas tradicionales, ese sistema podría resultar más difícil de aceptar.

“Al fin y al cabo, el vino es un producto agrícola, no industrial, y no se pueden seguir los gustos del público a ciegas”, dice Bosco. “Si se aplica un proceso industrial como la extracción del alcohol, ya no se trata de vino. Tendrá que llamarse de otro modo, quizás ‘sucedáneo de vino’”.