En el vino argentino se habla de olas, de etapas, de eras, de momentos. Hay un punto donde sirve ordenar las cosas para entender, pero todo ordenamiento mantiene siempre la sospecha de una mentira, el simulacro de un relato. Se hace arbitrario entonces nomenclar al vino por olas, pero después de hablar con muchos productores, me fui dando cuenta que para ellos y ellas era súper necesario entender el abordaje que cada uno le daba a su próximo trabajo y establecer algo así como un antes y un después. El vino estaba naciendo mucho antes de que hubiera un viñedo y eso merecía atención.
Dividir en cuatro olas es un ejercicio metafórico, porque es obvio que hay capas tectónicas y aluviones que van haciendo que la cosa sea mucho más desordenada de lo que podemos contar. Quizás, lo importante de este ejercicio sea establecer de manera muy primitiva una línea de tiempo que nos permita entender la relevancia que tuvo cada zona en su momento y cada estilo de vino dentro de un mercado que es global.

Nadie fue mejor que Federico Gambetta para profundizar en este tema. Su mirada 360 le permitió explicar en pocas frases los últimos 25 años del vino argentino, y aunque algunas verdades ya nos parezcan super conocidas, vistas en contexto dejan flotando la pregunta que Federico contesta con convicción: “Si, ¡claro que existe un cambio de generación, se viene algo nuevo!”
Federico Gambetta es mendocino, y viene de una familia con una fuerte tradición vitivinícola. El trabajo en las viñas y la elaboración de los vinos eran temas recurrentes en las cenas familiares. Comenzó́ a estudiar agronomía en la Universidad Nacional de Cuyo y participó en paralelo en un estudio de tres años realizado por el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) sobre los efectos del cambio climático en el malbec. Participó de una vendimia en Nimes, Francia.
Con veinticuatro años, habiendo obtenido el título de Ingeniero Agrónomo, comenzó́ a trabajar en el equipo de viticultura y enología de Catena Zapata. En el interín viajó a trabajar una cosecha en Cardinale (JFW), en el Valle de Napa, California y al regresar de Estados Unidos se incorporó́ al equipo de Bodegas CARO(de Catena Zapata y el Barón Eric de Rothschild) como supervisor del departamento de enología. En el año 2018 obtuvo su título MBA en gestión agrícola. En las siete cosechas en las que estuvo a cargo de la elaboración del vino CARO adquirió́ gran experiencia en el estilo francés de elaboración. Dio el siguiente paso en 2020, cuando se incorpora como primer enólogo en Altos Las Hormigas, donde continúa actualmente.
Las cuatro olas
“La Primera Ola», explica Federico Gambeta, «es una etapa clarísima, fue la de las variedades criollas, los vinos de Weinert, de López, de Navarro Correas, vinos criados mucho tiempo en tonel con nada de impronta de madera, mucha acidez, mucha guarda, vinos que hoy están tremendos; un Trapiche Medalla del 1993, cosas así. Cosas bizarras que hoy no sabemos si las podemos hacer. Esa era la etapa número uno del vino que empezaba a destacarse claramente”.
“La Segunda Ola está situada entre el 2000 y el 2006 que es un año bisagra cuando empezamos a exportar y de alguna manera fuimos colonizados por el Bordeaux blend con la madera de Napa Valley de Parker. Ahí por supuesto arrancamos con toda esa ola de extracción, de alcohol, de volumen. Aparece la ciruela, el malbec como predominante, y arrancan años donde se da cierto exponencial del vino argentino, que explota. Se conoció el malbec en el mundo y fue una cosa maravillosa”.

“Pero en el medio de esa segunda etapa pasó una cosa atípica, que es que los Michelini arrancaron en el 2010 con la punta de lanza de un concepto orgánico-biodinámico. Es ahí donde se da esta gran discusión, o encrucijada, de si esto pertenece a la segunda o ya es parte de la tercera etapa. Lo cierto es que lo orgánico empezó a convertirse en algo importante en la región, algunas bodegas pasaron del 4 al 10 por ciento en pocos años. Esta fue la punta de lanza en Argentina. Para que se den una idea, en Italia el 90 por ciento de los viñedos son orgánicos, es algo muy importante para el mundo”.
“La Cuarta Ola arranca cuando en el viñedo ya hay un respeto por la biodiversidad, pero para mí, es mi opinión personal, excede ese pensamiento, y es un ecosistema con un viñedo adentro. Viene el pensamiento de Alan York, que fue quien trajo la biodinamia de Estados Unidos. Alan York fue de Europa hasta Estados Unidos, y después de Estados Unidos a Latinoamérica, arrancando en Chile. Emiliana fue el primer proyecto que asesoró. Luego se vino a la Argentina, asesoró a varias bodegas, y una de esas fue Alto Las Hormigas. El ahí plantea ese concepto de un 30 a un 40 porciento de plantas nativas en el viñedo, cosa que después el racimo de una planta sea resultado de un sistema y no una planta de manera individual, entonces ahí es cuando viene esa cuarta ola, más de la mano de la viticultura regenerativa que es la base de la biodinamia, pero en sentido más general es una interacción directa y mucho más metida con la biodiversidad del suelo y la biodiversidad del viñedo”.
El futuro del Malbec.
“Todo esto también tiene mucho que ver con el vino argentino que va a la par de esto, porque la enología también ha mutado. Ahí también podemos ver las mismas tres o cuatro etapas. La primera es la de Navarro Correas que es clarísima; después la de 2006 que es la parkerización. Pero ¿qué sucede hoy? Unos meses atrás fui a Brasil y Estados Unidos de gira comercial, y la gente no quiere más malbec, entonces eso es un gran problema. Ahora es cuando cobra relevancia esa punta de lanza planteada por los Michelini en el 2010. Hoy hay muchas más bodegas que lo hacen, no tantas igual, deben ser el 5% o 10% de la industria, pero que plantean una Argentina más Argentina, o sea, menos colonizada, una Argentina propia, con sus propias raíces, con texturas, con acidez, con más gastronomía, más tomabilidad”.

“Cuando vas afuera preguntas ¿cuál es el malbec que te cansaba? y la respuesta es que no gusta más el malbec con madera de bajo rango, y en el alto rango no gusta lo alcohólico y la concentración. Entonces ahí arranca la cuarta ola, donde los vinos hablan cada vez más de un lugar. Empezamos con esos Navarro Correas, seguimos con los Bordeuax blend y la parkerización. Hoy la tendencia se da por una demanda de mercado, o por condición personal, de bodegas más naturales, con más pensamiento y conciencia en el medioambiente, y sobre todo, donde lo que habla por los vinos principalmente es el lugar, y no la variedad. Me gusta decir que la variedad va en el asiento de atrás, y el que maneja es el paisaje. Los vinos vienen de una zona, y ahí es donde Argentina, para mí, se bifurca, o hace un malbec evolucionado, en el cual la madera deja de ser protagonista, o comunicamos un sentido de lugar, que quizás sea el camino más largo, pero el que nos va a dar más resultados en el largo plazo. Iremos más lento, pero creo que apuntamos ahí, como ir a Piamonte y vivir un Barolo, el día de mañana vas a ir a Gualtallary a vivir un vino de Monasterio”.
Para Federico es evidente que estamos en una etapa nueva del vino argentino, que es incipiente, y que hay que ver si realmente se estabiliza y se transforma en una era concreta a largo plazo. Para él los vinos están cada vez más ricos y confía especialmente en los blancos. Cuando describe sus viñedos de Altamira habla con orgullo del 40% de vegetación nativa, y describe cada cuartel con su forma específica de suelo, donde la agricultura es singular para cada uno, el tipo de poda, despliegue, tipo de cosecha. Y en la bodega cada uno de esos polígonos se elaboran de manera particular. Es como él llama, un traje a medida.
El Este mendocino
“En esta nueva generación y tendencia, que me parece maravillosa, en esta nueva ola o etapa como quieras llamarlo, cada uno encuentra su identidad. Esto que sucede en el Valle de Uco, que el lugar te aproxima, también sucede mucho en el Este. Hoy en día el Este mendocino está saliendo de esa masividad y busca vinos más texturizados, con más acidez, con más fruta y menos madera. Es una forma más cuidada y divertida de armar los vinos. También surge el parral que hoy está en súper tendencia, porque como se aleja más del suelo y tiene una sombra arriba, se escapa el calor, entonces, sucede eso que es maravilloso. Me pasa a mí hoy en Altos que hago cuatro rosados de bonarda, inspirado un poco en los rosados de La Provence, que son todos vinos de arena, y la bonarda con la arena se llevan maravilloso. En el Este hay mucha arena y mucha bonarda, entonces un rosado es una gran alternativa para una variedad que como tinto no tuvo mucho éxito”.

“Lo singular de los últimos cinco años de enología es que cada variedad y cada lugar tienen que encontrar el match perfecto. No todo es malbec, no todas las zonas son para malbec. Y ese creo que es el mensaje de hoy. ¿Qué hay después del malbec? Sí, más malbec por supuesto, pero hoy en Argentina creo que el futuro, el camino y el andar de esta nueva enología y viticultura es la zonificación. Y que cada zona es perfecta para ciertos varietales y no todo es hacia el mismo lugar”. Culmina Gambetta.
Fotografías cedidas por Federico Gambetta y Altos Las Hormigas.