El Círculo Logroñés congregó a los profesionales de lo sensorial, los sumilleres. Más de 170 participaron en una cita que organiza la Asociación Cultural de Sumilleres de La Rioja, presidida por Alfredo Selas, entrevistado antes del Salón Sumiller Rioja por María Muñoz en «El Correo».
¿Cómo surgió la idea de este primer Salón Sumiller Rioja?
La primera idea a la hora de crear la Asociación de Sumilleres era ligar su presentación a un evento que tuviera una cierta repercusión. De ahí llegamos a esta posibilidad de hacer una feria por y para sumilleres. Es una idea única, al menos en España, un evento que permite a los sumilleres catar vinos de ‘Rioja’ que todavía no están en el mercado. Es para estar orgullosos y esperamos que el Salón sea un éxito.
¿Qué puede decir de los vinos que estarán presentes en esta cita, aunque aún no se hayan catado?
Las bodegas participantes representan todo lo que hay en La Rioja, no sólo las distintas sensibilidades y elaboraciones, sino también variedades, zonas de la región… Es un espectro muy completo para ver por donde van a ir los vinos de los próximos dos años en ‘Rioja’.
El aceite es el ‘producto invitado’ de este Salón. ¿Qué diferencias hay a la hora de catar aceite y vino?
Los sumilleres se supone que somos los expertos en el mundo sensorial del vino, pero por extensión también podemos serlo en todo tipo de bebidas, como cafés, infusiones o aguas, y productos agroalimentarios, como Peras de Rincón de Soto, miel… Y desde luego el aceite, porque está empezando a coger notoriedad y en La Rioja tiene su importancia. Desde el punto de vista de la apreciación sensorial, si hay dos productos de los que se puede decir que nunca antes en la historia estuvieron mejor elaborados, son el vino y el aceite.
¿Resulta más fácil ejercer la profesión de sumiller en La Rioja?
No necesariamente, porque la sumillería va relacionada con los servicios de hostelería. Sí que es cierto que La Rioja es una zona que cada día recibe más visitantes. Por eso hay que ir potenciando la formación de gente joven. Por eso hemos invitado también a la Escuela de Hostelería de Santo Domingo.
Logroño apuesta en su estrategia para la próxima década por crear una escuela de sumilleres en la ciudad. ¿Qué le parece la idea?
Me parece fantástico, porque los que estamos en esto ya sabemos de qué va el tema y es bueno ir captando gente nueva para que tome el relevo. Es necesaria esa escuela, de la misma forma que los estudios de Enología han cogido importancia, porque también habría bastante gente de fuera interesada en venir aquí por ser precisamente La Rioja.
¿Engancha el oficio?
Por supuesto. Yo contacto con los clientes, visito zonas vitivinícolas en los días libres… Somos un poco ‘locos de la vida’ los que nos dedicamos a esto, porque es un ‘vicio’ muy gratificante, que da sentido a tu vida.
¿Los clientes se suelen fiar de su opinión en un restaurante?
Es la parte más vistosa de la sumillería y hay un poco de leyenda urbana. Realmente, la labor del sumiller no es tanto la recomendación, sino saber qué compras, para qué tipo de restaurante, etc. Es una labor de todos los días, de saber rotar los vinos… Hay clientes que lo tienen claro y otros, sobre todo en edades medias, se fían más y te dejan abrir otras posibilidades.
¿Y es difícil acertar con el vino?
La suerte que tenemos los sumilleres es que, no importa dónde estés, la zona, el tipo de cliente… hay vinos para satisfacer a cualquier posible cliente, gusto o sensibilidad. Un tinto de Rioja no es igual a otro.