2008, Año de reflexión

Dice Ferran Adrià que 2008 debe ser un año de reflexión. Año para mirar atrás y ver, analizar y metabolizar todo lo que se ha hecho durante los últimos 15 años en el mundo de la gastronomía. Efectivamente, a lo largo de esos tres lustros la cocina, la cocina en su versión más contemporánea ha entrado en la vida cotidiana de los ciudadanos, ha llenado los medios de comunicación y ha representado una revolución más allá de su propia esencia.
Una revolución, por cierto, que ha sido posible no sólo gracias a algunos cocineros privilegiados, sino también por la acción continuada de apoyo y reverberación ejercida por periodistas y prescriptores. Ellos han sabido transmitir socialmente esa mezcla novedosa de tecnología y emoción que algunos cocineros han interpretado y vertebrado tan inteligentemente.
A mi juicio, el balance de todos esos años es positivo. Revolución virtuosa, pues, y “caníbales” comprometidos en la causa. “Caníbales” que, con un giro hacia el rigor periodístico y una fuerte especialización han sabido evolucionar en un camino que iniciaran Pla, Luján, Vázquez Montalbán, Torrado, Beltrán… Tiempos nuevos explicados de nuevas formas.
Es una lástima, sin embargo, observar como algunas instituciones catalanas se han quedado en la cuneta de la historia. Ellos, los responsables de las instituciones, también deberían reflexionar. La cocina no sólo es comercio. Barcelona, por ejemplo, necesita grandes restaurantes, necesita un tres estrellas y, por qué no, un congreso internacional de gastronomía made in Barcelona, y esto es un mensaje para Turismo, Ayuntamiento, Generalitat. Las trabas que a menudo se ponen son las responsables de que no dispongamos de grandes nombres presentes en muchas otras ciudades importantes del mundo. Las trabas absurdas, fruto sólo de mentes asténicamente burócratas; esas que obligan a Mey Hofmann a cambiar su restaurante; esas que impiden la inauguración del clásico Velódromo tras un titánico trabajo por restaurar el original…
Todos hemos cambiado a mejor. Las instituciones deberían hacérselo mirar. Pero por fortuna, ¡caníbales unidos, jamás serán comidos!