Ányelin Dream - Fernando Huidobro

Ángel León
Ángel León

Poco o nada de lo que en este artículo voy a verter será objetivo. No quiero ni puedo serlo. Este tío me cae bien, nos lo pasamos pipa, reímos y disfrutamos, le tengo simpatía a la humana persona y admiración a su inhumana cabesa. Así soy yo y él también.

Además de eso, de amigo, Ángel León es un cosynero grande de los que encabeza el grupo de Comendadores de la Gastronomía Andaluza. Acaba de reabrir su Aponiente. ¿Novedades? La mejor noticia es que aunque permanecen en sus platos muchas de esas extraordinarias y originales ideas que han venido siendo sus señas de identidad, ahora se quedan en la cocina, de puertas adentro, donde tienen que estar. Se han normalizado e integrado armoniosamente en sus maneras culinarias, su cocina las ha fagocitado. ¡Aleluya hermanos! Por allí nadan sus descartes, sus clarificaciones, sus huesos de aceituna y su aceite esencial, su fitoplancton, todo metido en su maletilla de cocinero.

Ányelin Dream ha dejado de soñar culinarias arrebatadoras, ha dejado atrás al Chef del Mar, ha echado el ancla y ha puesto pié a tierra, a su tierra salobre y marina, eso sí, a sus casas donde duerme y donde curra y se ha puesto a cocinar de nuevo lo viejo, a su bola, en serio. Ha desenterrado y se ha reimplantado ese su joven corasón que dejó allí para lanzarse a la desabrida e inhospita pero deslumbrante mar mediática. Tenía, necesitaba, hacerlo aún sabiendo que su cuerpo se desollaría en el intento. Ha perdido las escamas pero regresa curtido como hombre/pez de cuero.

Tienen que ir a comer a Aponiente, no les quedan más cáscaras. Si están lejos viajen, si están cerca acérquense. Es una gozada. Su actual carta lo es de verdad, una verdadera adaptación a los tiempos y los vientos que corren y él conoce bien, confeccionada con productos de su mercado portuense más a mano que conoce aún mejor, humildes quizás pero excelentes: como estrella estelar, los pescados grandes vivitos y coleando fritos enteros en costra seca de enharinao.

No se lo pierda, no se queden en la puerta ni con las ganas. Pasen, pasen y vean, y huelan, y oigan, y gusten, y sientan y disfruten. Y si no se quedan satisfechos, yo mismo les devolveré su dinero porque además no me saldrá caro. Se lo aseguro y garantizo.