El nuevo lujo: comer bien

Hace años, en una de mis visitas a Londres, una de las cosas que más me sorprendió fue la comida. Verduras y frutas tenían un precio desorbitado y me impactó que la sopa fuera un mejunje medio sólido de lata. Cuando regresé a España pensé en lo afortunada que era al disfrutar de una cocina de casa, basada en una despensa rica, variada y a buen precio.

 

Veinte años después, haciendo la compra de casa, me quedo estupefacta al comprobar que seis gambones salen muchísimo más económicos que unas cuantas cerezas. El cartel indica que el kg de esta fruta se cobra a 12€. Y no es el único alimento que luce un precio desorbitado: fresón y níspero a unos 6,50 €/kg; media sandia, 6 €. Comer fruta de manera variada empieza a suponer un coste que no todas las familias pueden permitirse. No hablemos ya de producto ecológico en verduras, pescado o carne.

 

Otro aspecto es el de la comida precocinada o rápida. Hace años que se habla de que ya no se cocina tanto en casa. No hay tiempo para el chup chup. O al menos no todos los días. Seamos sinceros, por muy fácil y rápida que sea una receta, ésta requiere una mayor inversión de tiempo que el de los minutos que tarda en estar lista. Hay que comprar los ingredientes. Y si son un poco exigentes, como yo, no se conformarán con adquirir todos los alimentos en un mismo sitio. Yo soy de las que se cruza la ciudad para comprar el pan porque solo en mi panadería habitual se elabora respetando todos los procesos, cosa que mi estómago agradece. La carne la adquiero dos barrios más allá porque es ecológica y me sienta bien. Y el pescado, fruta y verdura también tienen su espacio asignado. Una vez finalizada la comida, toca algo tan prosaico como limpiar. Cazuelas, sartenes, cucharones y algún que otro plato o cuchillo no van al friegaplatos porque sabes que o no quedan bien o los estropea. Así que a frotar toca. Si vamos sumando, por mucho que nos guste cocinar en casa, no siempre es viable si no puedes derivar esas tareas a otra persona. Y no hablemos de quien tiene horarios complicados o tiene que ganarle horas al sueño para llegar a final de mes.

 

En esta extraña era en la que vivimos, con un estado del bienestar en claro retroceso, el tiempo se ha convertido en un artículo de lujo. En lo gastronómico, los siguientes en optar a esa categoría ya no serán el caviar, el foie-gras o las angulas sino las frutas y verduras. La actual situación del sector primario habla del futuro y la tendencia alcista de los precios solo hace que confirmar esta idea. Cultivos sin relevo generacional, abusos en las condiciones de los intermediarios y campesinos o ganaderos que, finalmente, ceden ante los depredadores -antes ladrillo, ahora placas solares- que buscan negocio a costa de lo que sea. Aunque eso implique que sus futuros nietos tengan que alimentarse a base de comida de diseño.

 

No nos preguntemos, entonces, por qué el fast food, la pizza de turno o la comida precocinada ganan terreno a la cocina casera diaria.

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