«A mí me paga Aguirre igual que a Moliére le pagaba Luis XIV», ha dicho Albert Boadella, director de la compañía «Els Joglars» y director artístico de los flamantes Teatros del Canal en la Corte de Madrid. Para ver cómo lucen el escenario los impuestos de los madrileños y por curiosidad gastronómico-cultural fui a ver «La Cena». Debo decir que los cortesanos presentes en el estreno rieron y aplaudieron. Los actores se lo merecen, pero vaya menú que les ha tocado servir (Ramón Fontseré y el propio Boadella tienen a sus espaldas mejores banquetes). Al terminar la obra, mis compañeros de butaca y yo salimos corriendo a cenar, para llenarnos con algo rico y neutralizar la nadería en la cabeza.
En «La cena» hay bromas sobre lo ecológico mal entendido, sobre el esnobismo de las clases políticas y las figuras públicas, pero la inconsistencia de la ironía se derrama por los agujeros de un colador. ¿Y el protagonista? Pues se llama Rada y es un «cocinero radical» excéntrico y caprichoso que cobra lo indecible por servir platos de nada. «Los cocineros radicales son los nuevos dioses de hoy», dice nuestro nuevo Moliére. Habla de mentes sensibles y luego se burla con cocineros-enfermos imaginarios, que dan vueltas a la cazuela de un pil pil invisible; con genios locos que enloquecen a un grupo de fanáticos y conservacionistas del planeta que comen las grasas excedentes, incluidas las de los cuerpos de los políticos…Había materia. Sabemos que el canibalismo lo tiene… (véase este blog y un capítulo del cómic «Los bajos de la alta cocina», por ejemplo).
Pero nos quedamos con hambre de algo consistente. Había muchos ingredientes, pero mal mezclados, una ceremonia de la confusión con chistes fáciles y humor copiado de los sainetes de Arniches.
¿Hasta cuándo las espumas y las raciones que no rebosan el plato van a ser objeto de mofa? ¿Cuándo los propios cocineros hagan chistes de sus obras como los gays que en sus espectáculos también hacen chistes de mariquitas?