¿Rioja quo vadis? Un transatlántico a la deriva

La duda nos hará libres

Rioja Hoy. Segunda parte. De éxito también se muere

 

Rioja me duele. Nadie duda que ha sido un modelo de éxito creando una marca sólida y reconocida a lo largo de los años, pero nada es eterno en un sistema que se encuentra agotado. El grupo madrileño Los Módulos lo definió a la perfección en su canción Todo tiene su fin. Rioja es un trasatlántico al que se le mueve la carga hacia todos los lados, siendo imposible controlarla. A las bodegas les cuesta vender grandes volúmenes, incluso a precios cada vez más bajos. Sólo hay que ver los datos de ventas del primer trimestre del año en curso. El incansable Alberto Gil, publicó el pasado 4 de mayo en La Rioja, los datos de comercialización hasta marzo “que caían el 5,74%, con pérdidas del 8,6% en el mercado nacional, lo que augura una vendimia muy difícil”. Menos litros, pero de mayor calidad y precio superior, en una zona cuyo modus vivendi ha sido producir uva y vino para vender más barato, todo lo contrario de lo que reclama el mercado.

 

Fernando Ezquerro, presidente del Consejo Regulador, echa la culpa de la caída de ventas “a las siete plagas bíblicas”: el Bréxit, los aranceles, la pandemia, la guerra en Ucrania, la subida de costes, la inflación y la crisis de consumo. Las culpas siempre son debidas a motivos externos, de los errores internos, ni una palabra y menos de responsabilidades por parte del Consejo. Se nos quiere convencer que los problemas son coyunturales y cuando pasen las plagas todo volverá a su lugar. Craso error porque los problemas no son coyunturales sino estructurales. Es indudable que los políticos son bases fundamentales en una sociedad porque controlan todo y lo manejan a su antojo. Los dirigentes de las denominaciones de origen y los consejos reguladores son políticos que obedecen al poder, al que maneja el dinero que son las bodegas grandes y las cooperativas que no piensan precisamente en la calidad sino en el volumen.

 

El cortoplacismo es el pasaporte al abismo. Una denominación con tanto pedigrí como Rioja debería plantearse soluciones a medio y largo plazo con gente que muestre altura de miras. Nadie legisla para que el futuro sea posible, sólo para que hoy se sobreviva. En Rioja como en España, todo es inmediato, con unas medidas que son parches para solucionar problemas puntuales buscándose respuestas rápidas, aunque perjudiquen el futuro en un signo con regusto a fracaso. Hoy es la destilación, tirar al desagüe los excedentes, cosechas en verde o la regulación de rendimientos, mañana será el arranque de viñas. “La mayor crisis en siglo y medio” en boca de Antonio Remesal.

¿Se puede creer en Rioja

con tantos vinos a dos euros?

Con la globalización de los mercados, una buena parte de los que empujan la Denominación al infierno de Dante son grandes lobbys que toman las decisiones desde dentro y fuera de nuestras fronteras presionando para emular al Gattopardo y que todo cambie para que siga igual, mientras su negocio se mantenga sin importarles la vertebración de los territorios. El problema es una Rioja diversa, pero con un modelo único de producción. La confusión que hemos logrado crear al consumidor mundial es enorme. La misma contraetiqueta ampara a vinos excelentes y a vulgares potenciando el triunfo de la marca Rioja frente al de los grandes nombres que la han prestigiado. Luis Gutiérrez -el catador del Wine Advocate– hace una sabia descripción: «la no diferenciación de los vinos es la filoxera del siglo XXI«.

 

El asunto de Viñedos de Álava es un leve picotazo de avispa frente a las hormigas que generan la marabunta de la selva amazónica que es la denominación. Ha sido bien aprovechado por el Consejo Regulador como otra plaga, aunque esta no la consideran bíblica sino política. La inestabilidad reinante es la consecuencia de no haberse producido cambios. Es más fácil aparcar los problemas porque tienen menos consecuencias que afrontarlos. Hay un hábito demasiado extendido que es la negación de los problemas, la persistencia de los hábitos que un día funcionaron con éxito y ese cortoplacismo delirante que termina reduciendo al mínimo su capacidad transformadora. En España las modas no calan como en otros países siendo la marca la clave del éxito, y es indudable que Rioja lo ha conseguido desde hace décadas.

 

Los antecedentes que cambiaron Rioja para siempre

 

La historia no es fija, no se repite, el ser humano cambia, el pasado deja huellas, incluso a veces heridas que te pueden gangrenar hasta la extirpación de miembros. La llegada de los jerezanos a finales de los 70 supuso un terremoto en el territorio. De las pequeñas propiedades se pasó a la concentración parcelaria con el deterioro del paisaje que acarreó su política agresiva con la permisividad de las corporaciones locales. Municipios como Elciego, Laguardia y otros muchos crecieron de una forma temeraria plantando viñas en lugares donde jamás habían existido, allanando colinas si era menester. Se multiplicó el viñedo con una apuesta industrial bien alejada de la calidad pagando cifras astronómicas por cada hectárea para que produjera la mayor cantidad posible de uva. Este es el motivo por el que en Rioja se habla de viñas anteriores a 1970 y posteriores porque hay un antes y un después. Los rendimientos pasaron de 3.500 kilos por hectárea a los 6.500 actuales, creció el número de bodegas y, como dice el emérito Manuel Ruiz Hernández en una certera entrevista de Alberto Gil en Lo Mejor del Vino de Rioja, “se pagaba por grado gracias a los fertilizantes que tanto daño han hecho a nuestros suelos”. Había llegado el gobierno de los litros comenzando “otra Rioja” nueva e irreconocible.

 

El nacimiento de las categorías de crianza, reserva y gran reserva fue la consecuencia como autodefensa por parte de las bodegas históricas de Rioja para defender un patrimonio que veían en peligro alarmante. Bodegueros como Pedro López de Heredia, contrario en un principio a la nomenclatura, la apoyó como otros. Se pasó de una Rioja de viticultores a una Rioja industrial de bodegas grandes que no se deben confundir con las grandes bodegas. Fue un golpe de mano contra una forma de vida del viticultor que comenzó a producir con rendimientos más altos igualándose el precio de la uva en cada pueblo o comarca ya fuera la viña de alta o baja calidad en eso que se llamó unicidad que tanto daño ha hecho y hace a la denominación. Igualar por abajo, en vez de por arriba, es el sueño de todos los que mandan, pero a comienzos de los 80, la superficie de viñedo total ascendía a 37.000 hectáreas, aumentando hasta las 62.000 hectáreas a comienzos del siglo XXI diseñando una denominación con el doble de hectáreas.

«Se pasó de una Rioja de viticultores

a una Rioja industrial

de bodegas grandes»

Si no fue suficiente con este terremoto, llegó el maremoto a un territorio que gozaba de pocas defensas: la interprofesional, junto a las corporaciones agrarias y las cooperativas, dieron la puntilla creando una organización que sólo les beneficiaba a ellos. Los comerciantes judíos de Roma, utilizan una máxima bien arraigada en su cultura “sólo hay negocio si las dos partes se benefician”.  Por lo tanto, aquí no lo hay porque sólo se beneficia una de ellas, representando a unos pocos en detrimento de otros muchos en un desequilibrio de fuerzas avasallador.

 

¿Y los pequeños viticultores? Bien, gracias. Parafraseando al gran García Márquez: “los pequeños viticultores no tienen quien les escriba”.  Las pequeñas propiedades son masacradas por una burocracia que sólo les complica la vida porque representan escasos votos y no cuentan para nadie comenzando para el Gobierno de La Rioja da igual su color político. Y los navarros olvidados.

 

Mirar a Burdeos es ver el futuro: arranque de viñedos en Rioja

El ejemplo de Burdeos nos muestra el camino que veremos en Rioja en los próximos años. Una zona con tres velocidades que cada vez se alejan más: una que se encuentra en la cima mundial, otra que es rentable y llega a todo el mundo y una ultima en caída libre. En una primera fase, cuenta Leire Díez en nuevecuatrouno.com, Burdeos ha aprobado el arranque de 9.500 hectáreas de viñedo con una prima de 6.000 euros por hectárea. Pretendían llegar hasta las 15.000 y un montante de 10.000 euros. La Unión Europea no financia arranques y ha tenido que ser el gobierno francés, con 57 millones de euros, y el Consejo Interprofesional del Vino de Burdeos con los 19 restantes los que han pagado. Pretenden en un futuro cercano llegar a las 35.000 de las más de 100.000 hectáreas con que cuenta la zona.

Nadie entiende que una DOC

ampare vinos mediocres

con ausencia total de identidad

Antaño, cuando un viticultor bordelés se iba a jubilar, vendía su viña siendo lo recibido su garantía de futuro, pero el vino barato de Burdeos no se vende y menos las propiedades. Las existencias se agolpan en bodegas y almacenes tanto de Burdeos como de Rioja. Las soluciones, como siempre, con el dinero público. Nada nuevo bajo el sol. Burdeos cuenta con más de 50 denominaciones en su delimitación y Rioja con 3 zonas y un único modelo muy rígido en un mundo que desea la diferenciación. El prestigio y la apuesta por la calidad les hace a las denominaciones bordelesas poder funcionar al ser autónomas. El arranque tendrá que esperar en Rioja mientras el precio del papel sea alto por la demanda de compradores de viñedo. Veremos cuánto dura, pero más temprano que tarde se solicitará el arranque con lo que -tristemente- desaparecerán viticultores y pequeñas bodegas. Los precios de la uva los vamos a ver en esta próxima cosecha ya caer dramáticamente porque no hay una diferenciación sufriendo más las viñas viejas que producen menos, mientras las cooperativas necesitan una revolución comenzando por profesionalizarse para llegar a ser rentables.

 

La productividad es el timo de la estampita

 

En la entrevista de Alberto Gil a Manuel Ruiz Hernández, el investigador zamorano comenta: “La productividad es el timo de la estampita para el agricultor y el gran riesgo que vuelve a afrontar Rioja”. Piensa que, con los viñedos singulares, un viticultor puede volver a vivir con 5 hectáreas como antes de la llegada de los bodegueros jerezanos. Después de las 5 fueron 10, más tarde 20…

 

El modelo riojano cuenta con muchas particularidades, pero hay una que no ocurre en ninguna otra parte del mundo: La uva sobrante de un viñedo se imputa a otro con rendimientos más reducidos ya que las cartillas se compensan. Todos los que producen uva de calidad con bajos rendimientos patrocinan a los que luego tiran los precios desprestigiando el territorio. Cuantos más productores apuesten por la trazabilidad por parcelas, con los viñedos singulares, con los vinos de pueblo, los excedentes que se pueden generar serán mayores que los actuales, gozando de más posibilidades para producir más con un precio de la uva más bajo. Un sinsentido y una contradicción terrible y dolorosa. Urge una solución porque la situación enquistada es cancerígena para la denominación. “Los excedentes no regulados dañan la imagen del rioja y perjudican la economía a largo plazo, aunque solucione problemas inmediatamente… control de oferta en vez de calidad”. dice Antonio Remesal.

“La productividad es el timo de la estampita

para el agricultor y el gran riesgo

que vuelve a afrontar Rioja”

No se cumple ni el reglamento con los 6.500 kilos por parcela ni se protege el viñedo viejo porque los precios a los que se paga la uva difieren poco de los que se paga para peores viñedos más productivos sin existir incentivos para los viticultores de calidad ni para mantener viñas viejas de bajo rendimiento, evitando su arranque. No interesa distinguir zonas que acabarían siendo unas más prestigiosas que otras ni se consigue aprobar la elaboración de vinos de pueblo considerando la ubicación del viñedo en vez de la bodega.

 

Nunca hubo tantos productores, de diferentes edades y tipos de bodegas, que apostaran por la calidad, vitivinicultores con una excelente formación apegados a la tierra llenos de talento y deseosos de elaborar grandes vinos. El problema no se encuentra en la alta calidad, que tiene cada vez más demanda y más apologetas, sino en el nivel bajo que tiene tanta fuerza que se lleva por delante el prestigio de los que apuestan por la alta calidad. Los mensajes del mercado llegan en voz alta ante la sordina de los que mandan. Lo que pretenden solucionar con campañas de publicidad gastando dinero a espuertas promocionando un modelo caduco en vez de ahondar en la riqueza partiendo de las diferencias.

 

Llevo décadas explicando el por qué los vinos españoles no obtienen una revalorización con el paso del tiempo y es gracias al drama que hemos creado con vinos que jamás se agotan. Si no hay más demanda que oferta, los precios no se mueven al alza.

 

Entre la prensa son escasas las voces críticas con loables excepciones que dignifican la profesión. Con la globalización, los medios de comunicación llegan a todo el mundo con facilidad y celeridad, pero han mostrado afonía en este caso. ¿Se puede creer en Rioja con tantos vinos a dos euros? El tercer artículo va de soluciones… si cambia el modelo y se cumple el reglamento en su totalidad.