Artesana Santa Eulàlia gana el campeonato de callos de Gastronomika 2025

En el corazón de la tradición vasca en el II Foro de Tabernas, este guiso de callos y capipota reivindica la cocina de fuego lento, el sabor profundo del pimentón y el perfume inconfundible de los embutidos ibéricos. Un plato de campeonato llegado a San Sebastián Gastronomika desde L’Hospitalet  Artesana Santa Eulàlia, de los que se comen con cuchara y pan abundante.

 

Ingredientes
  • 4 cebollas grandes, picadas finas

  • 1 cabeza de ajos

  • 1 hoja de laurel

  • 100 g de chorizo ibérico

  • 100 g de jamón ibérico

  • 4 cucharadas de pimentón de la Vera (2 para el sofrito y 2 para la cocción)

  • 2 cucharadas de harina

  • 2 guindillas secas

  • 50 g de vinagre blanco

  • 2 kg de capipota (morro, careta y pies de vaca)

  • 2 kg de callos de ternera

  • Agua, sal y tiempo

 

Elaboración

 

  • Comenzamos preparando un sofrito poderoso, base de todo buen guiso.
  • En una cazuela amplia, sofreímos las cebollas picadas junto con la cabeza de ajos y una hoja de laurel.
  • Cuando la cebolla empiece a transparentar, incorporamos el chorizo y el jamón ibéricos, ambos cortados en dados pequeños.
  • Dejamos que todo se poche lentamente, hasta que los aromas se mezclen y la grasa del embutido perfume el conjunto. En ese punto, añadimos dos cucharadas de pimentón de la Vera, removemos con cuidado para que no se queme, y reservamos el sofrito.
  • En otra olla, colocamos dos cucharadas de harina, otras dos de pimentón y las guindillas. Vertemos el vinagre blanco y mezclamos bien antes de incorporar el capipota y los callos. Cubrimos con agua y llevamos a ebullición.
  • Cuando el hervor se haga vigoroso, retiramos los callos y el capipota y reducimos el líquido resultante junto con el sofrito reservado. El objetivo es obtener una salsa espesa, brillante y con carácter.
  • Finalmente, reincorporamos los callos y el capipota cortados en trozos regulares, y dejamos cocer lentamente hasta que la textura sea melosa y el guiso, sabio.
  • El resultado: un plato de fondo y memoria, de esos que cuentan historias en cada cucharada.