PANETTONE / YOGHOURT / FRUTAS / AVELLANA / MARIDADO CON SEÑORÍO DE SARRÍA MOSCATEL
La Navidad es época de comilonas, fiestas, regalos… Y, aunque los regalos que recibamos pueden ser más o menos acertados según nuestros gustos, hay algunos –como el panettonne del gran Paco Torreblanca que este año me regaló el Sr. Xavier Agulló– que más que certeros son un disfrute. Espero que la cosa se repita…

Tras disfrutar del panettone tal cual, pensé que dicha masa, tan aireada y untuosa, la podíamos aprovechar para un postre más fresco y digerible.
En este caso vamos a utilizar yoghourt griego sin azúcar, que extenderemos en el centro del plato; alrededor del mismo, pondremos un cordón de praliné de avellana, que es el elemento que va a endulzar el plato; y encima del yoghourt colocaremos unos dados de fresa, piña y 4 frambuesas. Para acabar, pondremos unos trozos (migas grandes) de panettone.
El maridaje de Vinos de Navarra: Señorío de Sarría Moscatel

Uno de los grandes placeres gastronómicos es finalizar una suculenta comida con una copa de un vino dulce que potencie el disfrute del postre.
En esta ocasión, Señorío de Sarría, un vino elaborado con la variedad Moscatel de Grano Menudo acompaña a la perfección al panettone, con un dulzor compensado con la acidez equilibrada del vino. Sus notas amieladas, la piel de limón y las flores blancas armonizan con las frutas y la avellana del “pan azucarado”.
Dentro de la polifacética Denominación de Origen Navarra encontramos los vinos blancos dulces. Estos vinos, cuyo contenido en alcohol oscila entre los 11 y los 14 grados, provienen habitualmente del vidueño Moscatel de Grano Menudo. La delicadeza, untuosidad y fragancia son sus características más destacables. Su momento óptimo de consumo se hallaría acompañando quesos de cabra, foies y postres. También juegan un gran papel en la apacible sobremesa de una agradable comida.
La historia del panettone
Como siempre en estos casos, dos son las posibles leyendas sobre el origen de este postre. La primera cuenta que nació alrededor de 1490, cuando un joven aristócrata, Ughetto Atellani de Futi, se enamoró de la hija de un pastelero de Milán. Para demostrarle su amor se hizo pasar por aprendiz de pastelero e inventó un pan azucarado con forma de cúpula a base de frutas confitadas y aroma de limón y naranja.
La otra, de la misma época, relata la historia de un convite de Navidad en la corte del rey Ludovico El Moro, en el que el postre se quemó por culpa del chef. Un joven ayudante de cocina, Antonio, propuso salvar la cara ofreciendo un pan dulce hecho con sobras y frutas confitadas que se había cocinado él mismo para llevarse a casa. El postre gustó tanto que el rey, en honor del joven aprendiz, lo llamó el “pan de Toni”, y de ahí el “panettone”.

La primera referencia al panettone como dulce navideño tradicional milanés apareció en un artículo del escritor iluminista Pietro Verri, en el siglo XVIII, que lo llama “pane di tono” (pan grande). Ahí empezó su fama y a principios del XIX ya se lanzó como emblema dulce de la Navidad italiana.
El panettone se puede encontrar con uvas, pasas, piñones, almendras, chocolate y frutas confitadas.