Muere el gran maestro de la parrilla marina de Elkano
Yo no sé qué esperaba cada año con más avidez: abrazar a Pedro, esa charla urgente junto a las brasas, frío y calor, o volver a vivir el obsceno placer sensorial de sus rodaballos magníficos, gloriosos en su compleja desnudez, muníficos e inolvidables uno a uno… O ambas cosas, porque en esos rodaballos oníricos de Elkano, en aquellos lenguados inauditos, en las cocochas etéreas, siempre estuvo el alma rigurosa pero generosa de Pedro, del gran Pedro.
Todos conocemos su larga y fructífera historia como cocinero y como innovador desde los años sesenta del siglo XX. Todos nos asombramos con su parrilla revolucionaria, en la que pescados enteros, grandes piezas de marisco y todo tipo de productos marinos se transformaban inexplicablemente en irrefrenables deseos gastronómicos… Pedro fue, en efecto, capaz de encontrar la piedra filosofal del sabor del mar en la sensibilidad de sus manos y el dominio del fuego… Pedro…
No quisiera sin embargo, a pesar de la maldita tristeza que me agarrota ahora mismo, joder, Pedro, que “las lágrimas por el sol perdido de tu vida me impidan ver las estrellas que brillan en tu hijo Aitor”. Tu trabajo continúa en él y en tu mujer; y si contigo viajamos a nuevos horizontes deleitosos, seguiremos la singladura con ellos porque, con tu luz, descubriremos nuevos panoramas más allá…
Pedro: desde este desconsuelo de sábado fatídico, Roser, los caníbales y la gran familia de Grup Gsr, todos los que tanto te disfrutamos, como amigo y como cocinero, nos inclinamos ante ti y los tuyos…
“Adiorik ez, Pedro, betirarte”…