Tacos, cafés y mucha vida de barrio en la colonia San Rafael

Muy cerca del centro histórico de la Ciudad de México, San Rafael fue la primera traza habitacional para la clase media de finales del XIX. Todavía se respira un ambiente familiar, la gente se saluda por su nombre, se desayunan tamales con la señora de toda la vida, se va al mercado y a la pollería de la esquina. La Tonina, El Paisa, Benigna, Café Gran Premio, Porcino, La Privada Roja... Un recorrido de la mano de Raquel Castillo.

Saliendo del centro histórico de la Ciudad de México, San Rafael fue la primera traza habitacional para la clase media de finales del siglo XIX, nacida con el espíritu afrancesado de la época. Lo orgánico del art decó fluía implícito en la mayoría de su arquitectura, en la herrería, las grandes escaleras y los ventanales con remates decorativos, difíciles de no admirar cuando se camina por el barrio. Bastan 30 minutos para recorrerlo de punta a punta. La colonia San Rafael está llamando la atención de quien busca no solo una renta barata, también de los que antojan una oferta gastronómica sin pretensión y asequible al bolsillo, en este barrio las historias fluyen.

Casona art deco en San Rafael
La decoración art decoración fluye en muchas de las casonas que todavía resisten.

El pasado se aferra caprichoso a las fachadas de las casonas que hoy, a más de un siglo de distancia, se convirtieron en departamentos o lotes baldiós. Todavía se respira un ambiente familiar, la gente se saluda por su nombre, se desayunan tamales con la señora de toda la vida, se va al mercado y a la pollería de la esquina.

 

La nostalgia de esta zona chilanga no radica solo en su arquitectura, también en las historias que ahí se cuentan, sobre todo de los años de la época del cine de oro mexicano en las décadas de los 30 y 40. Los artistas de la pantalla grande se paseaban por la colonia con abrigos de piel y Cartier mientras conducían Cadillacs y Grand Marquis. La diversión estaba entonces en los cines San Rafael, Lux, Encanto, Ópera (fotografiado por Michael Nyman hace una década), y los teatros Aldama y el Centro Teatral Manolo Fábregas.

Casona en San Rafael.
Viejas casonas de la. colonia San Rafael.

Continúa esa cotidianeidad aunque hay rupturas, cambios que duelen, como el traspaso de panaderías a las grandes cadenas y letreros neón apagados que recuerdan, como epitafios, negocios que ya no existen, como sucede con el de El Cachanilla, antes un lugar modesto para desayunar chilaquiles o comer un humilde menú de tres tiempos La nobleza del espacio sigue ahí. Se puede disfrutar de clásicos para ir en familia como El Chivito, un restaurante de cortes de carne al carbón que en fin de semana tiene hasta media hora de espera  o la Ostionería Boca del Río, un recinto cuyos muebles lucen sin cambios aparentes, como su carta, después de 80 años de vida.

César Urrutia, La Buena Estrella
César Urrutia en su galería, La Buena Estrella.

Testigo de la transformación de la colonia es el artista César Urrutia. Desde la galería La Buena Estrella documentó historias de sus calles y anécdotas con ayuda de los colonos, a través de Mapa de Memorias 06470, en un proyecto que recopiló y geolocalizó una colección de fotografías que muestran los cambios y ausencias (Memoria/06470). “La gentrificación ha traído consigo la construcción de edificios y con ello la falta de agua y la tala de árboles. La parte positiva es el aumento de la oferta gastronómica, que es dirigida por los que viven aquí”, comenta César.

 

El merendero de siempre

 

Uno de los lugares que permanecen en el gusto de los comensales es La Tonina, un merendero con casi 80 años de edad, herencia de la Tonina Jackson, una celebridad de la lucha libre mexicana que lo fundó con recetas de la cocina norostense. El atractivo saluda desde la ventana tomando la forma del aroma de las tortillas de harina y las gorditas hechas al comal. La dueña es Doña Paty, que primero fue empleada del lugar y ahora dirige a su propia familia en las labores de cocina y sala. “Esta calle era diferente, había una chocolatería a la vuelta, siempre olía bien, además de una joyería y una zapatería, y la fila para entrar al cine ocupaba toda la calle”, recuerda mientras voltea las tortillas del comal como si se tratara de un juego de destreza.

Doña Paty prepara tortas en La Tonina
Doña Paty prepara tortas en La Tonina.

Los tacos de mayor popularidad son el chilorio -carne de cerdo desmenuzada y salsa de chiles secos con ajo, orégano, comino, pimienta y vinagre- y el cochipecho, una mezcla de carne deshebrada de res y cerdo en un adobo de chiles secos; basta con abrirlo, agregar un poco de cebolla picada, limón y más salsa. Conviene acompañarlo de los frijoles meneados, que se sirven machacados con mucho queso derretido.

 

El café, centro de convivencia

 

Para calmar el antojo de cafeína, las opciones están en el clásico Café Gran Premio, un sitio al que acuden los residentes más antiguos de la colonia con bastón y periódico en mano, pidiendo un lechero, de los que sirven frente al comensal: primero un chorro de concentrado de café y después, con gracia y tino a una altura de medio metro del vaso, un chorro de leche caliente para elevar la espuma.

 

Las nuevas caras del café están, por ejemplo, en Fuzz and Brew, un local que abrió sin otras ambiciones hace un año. Tres origamis como método de extracción y una carta básica de espresso, cold brew, latte y capuchino. Los vinilos y objetos kawaii (relacionados con la cultura japonesa y el anime), adoración de los dueños Andrea y Carlos, son la compañía indispensable. Más que una cafetería, se ha convertido en punto de reunión para los vecinos (y los extranjeros) que terminan en la misma conversación aún sin conocerse. Vida y ambiente de colonia. Además de los métodos y los cafés que tuestan ahí mismo, la recomendación vira hacia su coctelería, sobre todo en el spritz con espresso.

Fuzz and Brew, cafés, cócteles y vinilos.
Fuzz and Brew, cafés, cócteles y vinilos.

Otra barra de café que surgió sin la intensión de ser lo que llaman un negocio serio es Benigna. Seleccionan cafés de los tostadores que les parecen interesantes, ofrecen coctelería con cafeína, vino natural, vermut mexicano, un menú corto con sándwiches de pan de masa madre, charcutería y pasteles para desayunar o comer, además de ropa y objetos de diseño. Sandra Escobar lo ideó como un lugar para tomar café y comprar las plantas que vendía su ex socia. “Mi sueño era tener un café. Empezó como algo sencillo, con una carta de americano, flat white y capuchino, pero la gente comenzó a preguntar por tés y pasteles”. Ya sin sociedad, emprendió con su esposo Juan José a unas cuadras del lugar original, con la intención de crear un concepto sencillo, que cause buena onda entre los visitantes.

 

Aquí no faltan los tacos

 

En el tema taquero hay variedad. Para comer a pie de banqueta están los tacos de suadero de El Paisa, en la esquina de las calles Rosas Moreno y Joaquín García Icazbalceta. En un puesto de lámina, El Paisa sumerge piezas de suadero (trozo de carne de res o vaca entre la panza y la pierna) en grasa burbujeante acompañado de longaniza, tripas y cebollitas cambray (cebollas tiernas), que se confitan lentamente en la tina metálica junto a la carne. El taquero registra en silencio y de memoria las órdenes, sin mirar a los comensales. Toma una docena o más de tortillas de maíz de un diámetro más pequeño que la palma de su mano, las mete unos segundos en la tina para mantenerlas después calientes sobre el comal mientras pica desenfrenadamente la carne sobre una tabla de madera. En cuestión de segundo acomoda en el plato las tortillas, la carne y una salpicada de cebolla, cilantro y salsa roja de la que sí pica.

El Paisa, tacos de suadero y longaniza.
El Paisa, tacos de suadero y longaniza.

Entre lo nuevo, está Porcino, una propuesta dedicada a la carne ahumada con leña de nogal. Lo más pedido es el taco de chicharrón en salsa verde con frijoles y el barrigón con porkbelly, salsa de tomatillo y encurtido de cebolla, y lajas de tomate para darle un acertado grado de acidez. Casi enfrente de este pequeño local con ahumadores sobre la banqueta, está la Privada Roja, un inmueble art decó que en un principio albergó la embajada italiana y ahora es un espacio privado con hospedaje, restaurante, un café y un espacio de cata y formación dedicado a los destilados de México. Se llama Casa Azteca y está dirigido por Lala Noguera. Después de fijar una cita, organiza catas de su reserva personal, un recorrido de ocho espirituosos: mezcales, tequila, sotol, la bacanora, la raicilla, el comiteco y la charanda y otras joyas regionales.

 

No es la comida, es el afecto

 

Radio Nopal es un espacio que se presta para la convivencia entre vecinos y acerca el barrio a los interesados en saber más sobre él. Es un medio independiente fundado por Diego Aguirre quien comenzó con la radiodifusora digital al tiempo que con un bar clandestino de vinos naturales -ahora está en Ensenada, Baja California-, una agencia musical y tienda de discos.

En este espacio se habla de problemas sociales de la ciudad o se proponen recetas para cocinar con marihuana además de que intermitentemente toman la acera para organizar comidas con amigos y poder subsistir económicamente. “Invitamos amigos para cocinar y ponemos discos en la tornamesa”, comparte Diego, que siempre tiene la puerta abierta para quien quiera pasar a la sala, tomarse una cerveza y observar en tiempo real lo que ocurre en la radio.