Los supermercados plantean directamente una guerra a la restauración que podríamos focalizar en los restaurantes de menú diario, aunque no los únicos. Es cierto que la pandemia trastocó todos los hábitos de los consumidores y generó el crecimiento de otras tendencias fruto del teletrabajo. Esto redujo drásticamente el flujo de clientes a los restaurantes de menú que, en la mayoría de los casos, funcionan con trabajadores de la zona.
La competencia ha ido creciendo en estos últimos años, a la que se le ha de sumar la oferta que presenta actualmente los supermercados, convertidos en auténticas casas de comidas, una hibridación de platos preparados que se presentan a punto para su consumo o para llevar. Ha sido un aumento progresivo, lo que empezó con una empanada, un pollo asado o una ensalada lista para comer, ha pasado a oferta a los clientes todo lo imaginable y más, los lineales refrigerados o con estufas para las elaboraciones calientes parece como decíamos un establecimiento de comida para llevar. Un espacio cada vez más vivo y donde se cocina delante del cliente con estaciones donde se preparan todo tipo de sushis, un showcoking donde nos pueden elaborar una tortilla jugosa al momento a sartén o nos podemos comer un codillo con su guarnición.
Licencias
Si he dicho comer, esto ya no va de que eliminen el retail que ofrecía una oferta para llevar. Por eso en esta ecuación solo me falta saber de qué licencia disponen los supermercados, ya que la mayoría de los que estoy señalando han dispuesto un espacio con sillas, mesas, cubiertos, microondas, etc. Para que los clientes puedan consumir las elaboraciones allí mismo. Al final, a simple vista y para el cliente se esta presentando una oferta que responde más a un modelo de negocio del sector de la restauración que a una empresa que tiene como misión la distribución y el suministro de alimentos y otros productos.
Supermercados como casas de comidas
Como apuntábamos, esto supone una gran competencia para un tipo de restaurantes, y podríamos señalar que desleal, ya que los supermercados ofrecen unos precios que los restaurantes de menú no pueden competir. Cierto es, para no faltar a la verdad que no hay un servicio en mesa, pero es lo único que falta. Pero si nos ponemos puntillosos tampoco existe servicio en mesa en la mayoría de restaurantes de comida rápida. Así que es difícil de defender el que si no hay un servicio como tal, no se puede definir como restaurante. Hablamos pues de supermercados-restaurantes-casa de comidas.
¿Preferimos comer en un rincón del supermercado al lado de un microondas que sentados en un restaurante? ¿El servicio es prescindible en un establecimiento donde comer y beber? ¿Cuánto nos cuesta comer en el supermercado si contamos un primero, segundo, postre, bebida y café, con cubiertos de usar y tirar?
Me preocupa muchas de las posibles respuestas, porque sea como fuese, esta puede ser la crónica de una muerte anunciada, una guerra como destacábamos sutil o no tanto, que afecta a productores y a restauradores.
Que está generando cambios en los comportamientos de los consumidores y que seguramente serán irreversibles. Un tema muy serio y que deberíamos ser conscientes, ya que plantea una sociedad cada vez más deshumanizada, que esquiva el trato personal, las relaciones sociales. Que prefiere comer abducido por una pantalla, con embalaje de un solo uso y sin mediar una palabra con el prójimo.
Y como consecuencia ¿La beligerancia de los supermercados en torno a la gastronomía responden a este cambio en la persona de a pie? ¿Ya no queremos o no podemos ir al restaurante? Según el estudio del CIS del año pasado el 65% van entre tres y más veces al mes a un restaurante. Lo revelador es que no vamos de menú, solo el 7,6% se gasta menos de 15€ cuando sale, un 56% se gasta entre 15€ y 30€ y un 26% entre 31€ y 50€. Los que pasan de 51€ apenas son un 4,5% y que se gasten más de 70€ apenas pasan del uno por ciento de la población. Estos son los reveladores datos.