Comer en España para los viajeros extranjeros que visitaban nuestro país en el siglo XIX resultaba una experiencia poco agradable.
En su Historia de la gastronomía española (Alianza, 1989), Martínez Llopis se queja de «los prejuicios y hasta la hostilidad con que los extranjeros consideraban la cocina española, que en la mayor parte de los casos desconocían, pues todas sus experiencias gastronómicas en nuestra tierra las habían realizado mal comiendo los guisotes pergeñados en las fondas o en las ventas que hallaban al margen de su camino».
El reproche está especialmente justificado en el caso de algunos ilustres escritores franceses que nos visitaron a mediados del siglo XIX, como Théophile Gautier, Alejandro Dumas padre, Stendhal o George Sand (Aurore Dupin). Gautier, en su Viaje a España (1840), el más popular allende los Pirineos, resumía así su juicio global sobre el país:
Un viaje por España es aún empresa peligrosa y romántica… A cada paso se arriesga la piel y los menores inconvenientes con que se tropieza son las privaciones de todo género, la carencia de las cosas más indispensables para la vida, el peligro de los caminos…