Construir desde las cenizas

Hablamos con ganaderos, apicultores, viticultores y hosteleros afectados por los incendios. Piden modelos de gestión rural que preserven el entorno y dinamicen los pueblos, que puedan ilusionar a la juventud y que garanticen la producción agroalimentaria

Esperanza Peláez

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Los incendios forestales están destruyendo un patrimonio de todos que cuidan unos pocos. Hasta la década de 1960, España era un país eminentemente rural. Poco a poco, los pueblos se han quedado vacíos y se han abandonado las actividades que los mantenían: agricultura, ganadería, silvicultura en los entornos forestales. El 60% del territorio nacional forma parte de lo que se conoce como la España vaciada.

 

En días pasados, el cocinero zamorano Luis Alberto Lera decía: «la España vaciada está empezando a ser la España castigada». El envejecimiento de la población, la falta de rentabilidad de muchas actividades del sector primario, la invisibilidad y el olvido, son la gasolina de los fuegos que devoran en estos días bosques y sembrados, animales salvajes y domésticos, vidas y medios de vida, pueblos y la memoria de sus habitantes.

 

Hemos podido hablar con algunas personas afectadas. Ganaderos, apicultores, viticultores, hosteleros. Habitantes de pueblos y de pequeñas aldeas. Gente que ha tenido que salir a combatir el fuego; que ha puesto sus escasos medios a disposición de los vecinos. Gente que está detrás de esos productos que cimentan la fama de la gastronomía española en el mundo. Gente que es la base de un sector económico fundamental para el país: la gastronomía.

 

Gente que piensa que ha llegado el momento de abrir un debate, de desarrollar políticas para el mundo rural a la medida de quienes lo habitan, de reconocer y pagar lo que valen los alimentos que ellos producen. Como dice Leticia Alonso, quesera de los Picos de Europa, «hay que empezar ahora que todo está caliente, en el sentido más amplio de la palabra».

 

«No sé cuándo podré volver a funcionar»  (Sara Mateo. Quesos La Prada, León).

 

 

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La web de Quesos La Prada es tan exquisita en su diseño como los quesos que elabora Sara Mateo. La explicación es que Sara ejerció 15 años como publicista en Madrid antes de regresar a Los Espejos de la Reina, localidad de 20 habitantes en las estribaciones de los Picos de Europa. Su padre se jubilaba y a ella le empezaban a pesar los ritmos urbanos. No cambió a una vida fácil, pero sí a una vida plena. Una vida que el 15 de agosto entró en un violento estado de excepción. El incendio de Barniedos, uno de los más fieros de los 20 que lleva la provincia de León, llegó a las puertas de su pueblo. Llevan ya una semana sin luz y sin agua potable; respirando humo y con los bomberos haciendo quemas controladas alrededor de las casas para improvisar cortafuegos.

 

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«El remolque que tengo para transportar la leche lo he llenado de agua del depósito de la quesería para mandarlo a donde se necesite. Ya lo he hecho dos veces. Esto es bastante agotador, porque no tenemos seguridad de que el fuego se apague ni de cuándo lo lograremos», dice. Por fortuna, en su entorno no hay que lamentar daños personales, pero es imposible trabajar. «Llevo sin poder ir a por leche ni elaborar queso desde que empezó todo. A eso se suma que estamos perdiendo las ventas de agosto, que es el mejor mes. Acabo de asomarme a la carretera para ver si alguien viniera a comprar, pero la gente no sube. No me preocupa tanto sacar el stock; me preocupa no saber cuándo podré volver a funcionar, porque incluso cuando vuelva el agua, necesitaré tener las condiciones sanitarias adecuadas», dice.

 

«Urge plantear cambios y hacerlo escuchando a la gente que vive en el rural» (Carmela Cano. Quesos Galmesán, Teiraboa, Arzúa, A Coruña)

 

En 2017, Carmela Cano dejó atrás Pontevedra para ponerse al frente de Galmesán, una quesería gallega dedicada a la elaboración de queso de larga curación. Galmesán trabaja con 27 pequeños ganaderos en pastoreo, dos de los cuales han perdido sus pastos en los incendios de la comarca del Deza (Pontevedra).

 

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“La zona más afectada en Galicia es la provincia de Ourense. Nosotros estamos en el límite entre Coruña, Lugo y Pontevedra, y tenemos 27 ganaderos. Dos de ellos se han visto afectados, sobre todo por la pérdida de superficie de pasto en la zona del Deza. Aquí el fuego ha afectado a superficies ganaderas, pastos y forrajes; y en las zonas que ardieron, la alimentación está comprometida. Tenemos mucha superficie de cultivo destinada a la producción de forraje”, explica.

 

En Galicia están tristemente acostumbrados a los incendios. «Yo los recuerdo desde niña, sobre todo en las zonas forestales, que son más incendiarias. Pero la parte buena también hay que decirla: Somos una tierra solidaria y nos estamos organizando. Los ganaderos de las zonas no afectadas están enviando alimento a quienes lo necesitan”, dice.

 

“La visibilidad que estos incendios están dando al campo tiene que valer para promover una reflexión profunda», añade. «Lo primero es apagar los fuegos, pero urge plantear cambios en cómo estamos gestionando las masas rurales y que haya un plan ambicioso de cambios. Por lo menos, que se abra el debate, y que se entienda que el agente fundamental en esta planificación es la gente que vive en el rural. Espero que se les dé voz”.

 

 

«La gente está confundida si cree que dedicarse al campo es dar un paso atrás» (Leticia Alonso, Quesería Picos de Europa, León)

 

 

Ubicada en Posada de Valdeón, localidad de 400 habitantes en la vertiente leonesa del Parque Nacional de los Picos de Europa, la quesería Picos de Europa destaca por ser la única representante de la IGP Queso de Valdeón y por los premios que acumula su queso azul madurado en cueva. Leticia Alonso es la tercera generación de queseros.

 

“Ahora está orbayando, y la gente pendiente de que el fuego no pase el cortafuegos. Hasta que las llamas no estén apagadas, no podemos cantar victoria, pero por lo menos ya tenemos medios», cuenta a la periodista antes de relatar su odisea: «El fuego aquí empezó el martes 12, y no vino nadie a apagarlo hasta que llegó al pueblo. Entonces vino la Guardia Civil a echarnos, pero los vecinos y el alcalde decidimos no irnos. Nos quedamos a combatir el fuego. Gracias a eso no tenemos que lamentar pérdidas de animales como en el valle de al lado”, explica.

 

«¿Cómo nos afecta el fuego? De muchas maneras. Aparte de moralmente, hemos estado varios días sin que la gente pudiera acceder al punto de venta. Da cosa decirlo con lo que está cayendo, pero esta es la época fuerte de ventas, aparte de que lo que se ha quemado hace que escasee la comida para los animales”.

 

Leticia piensa que esta tragedia tiene que servir para cambiar cosas. “Tenemos que sacar algo constructivo de esto. Que las administraciones se sienten a hablar con la gente de los pueblos, que escuchen a quienes saben qué hay que desbrozar, cómo y cuándo. Creo que estas cosas habría que enseñarlas; que se deberían transmitir los saberes del campo. Que escuchen a quienes han cuidado del monte y que flexibilicen las leyes de forma que no quedemos atados de pies y manos. Ahora es el momento de empezar a movernos; ahora que está todo caliente en el sentido más amplio de la palabra”.

 

A la quesera le preocupa que se dé una imagen equivocada del campo: “En los pueblos se vive muy bien; quiero que la gente lo sepa. La fibra óptica aquí no ha llegado, y eso me cabrea, pero tenemos muchas cosas, aportamos mucho, y es muy importante que no se deje morir a los pueblos. La gente está confundida si cree que dedicarse al campo es dar un paso atrás. Es una vida plena y bonita. Yo animo a la gente a vivir en los pueblos”.

 

«Vamos a tardar dos o tres años en empezar a recuperar especies como las jaras» (Javier Morán, CEO de la Cooperativa Apícola del Bierzo)

 

Javier Morán es apicultor y CEO de la Cooperativa Apícola del Bierzo, que agrupa a 567 apicultores de toda la provincia de León. Con el 35% de las 40.000 colmenas censadas en toda la provincia, el Bierzo se ha posicionado como un referente en el mundo de la miel por su apuesta por la calidad y la valorización del producto. Un sector particularmente afectado por las pérdidas de masa forestal que, en el caso de árboles como el castaño, tardarán décadas en recuperarse.

 

«No tenemos datos definitivos. No hay nada definitivo porque dicen que están controlados los fuegos, pero yo ahora mismo, desde donde estoy, veo dos fuegos entre el Valle de Fornela y Ancares; entre León y Lugo», comenta. “El Bierzo tiene 12.000 o 13.000 colmenas, aunque en total no somos más de veinte los apicultores que vivimos de esto. En mi caso, tengo cinco empleados, y también generamos mucha economía indirecta en la zona: el que nos hace las etiquetas, el que nos fabrica los tarros o los embajajes…”

 

“Ahora mismo ya tenemos 500 colmenas destruidas, irrecuperables, y al menos otras 300 dañadas», continúa. En cuanto a lo que ha ardido, vamos a tardar mínimo dos o tres años en empezar a recuperar especies como las jaras. Y claro, la jara tiene un crecimiento más rápido, pero en el caso del castaño, estamos hablando de varias décadas para recuperarlo. Eso supone que los colmenares que no se han quemado hay que trasladarlos a otros sitios, porque no sabemos si va a quedar indemne un 30% o un 40% del territorio. No sé lo que va a suceder, pero sí que nos queda una época muy dura por delante”.

 

La desaparición de las colmenas afecta también a otras actividades: «En el Bierzo tenemos un cultivo importante de manzana, pera, cereza y castaña. La abeja es el principal agente polinizador, y eso se va a notar», explica. En medio de la incertidumbre, sin embargo, el sector ya se ha movilizado. «Estamos trabajando con vistas al futuro. Ya estábamos pidiendo que se modificara la normativa de concentración de las colmenas, y ahora lo pediremos con más razón. También hemos conseguido que se aprueben las ayudas; 125 euros por colmena perdida”.

 

«Estamos bien, el peor daño están siendo las cancelaciones»

(Pepe Ron, cocinero y hostelero. Bar Blanco, Cangas del Narcea)

 

Pepe Ron regenta con su hermano el Bar Blanco, establecimiento carismático que basa su carta en la materia prima de la zona. Con algo más de 11.000 habitantes, Cangas es la cabecera del concejo del mismo nombre; una de las comarcas más castigadas por los incendios en estos días, aunque la colaboración de los vecinos, buenos conocedores de los montes, y los bomberos, ha permitido atajarlos.

 

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“En Cangas del Narcea la villa no se ha visto afectada, pero en el concejo hay muchos daños. Los productores, especialmente ganaderos y apicultores, están fatal. A la hostelería le está afectando porque está habiendo anulaciones de reservas en casas rurales y restaurantes, y si hay anulaciones, no funciona nada. Pero claro, hay preocupación, y la gente, o no viene, o se va antes de lo previsto». Esa situación ha afectado, por ejemplo, al hotel restaurante rural de Genestoso y al Restaurante Leitariegos, ambos en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de las Fuentes del Narcea. «Nosotros no hemos sufrido afectación ni daños, y sin embargo, llevamos una semana terrible de cancelaciones. Esperemos que la gente vuelva», dicen sus propietarios.

 

El hecho de ser un parque natural, para Pepe Ron, ha jugado en contra de las Fuentes del Narcea. «Los ganaderos ya habían avisado de que la zona era un polvorín, pero al ser Parque Natural, no se puede hacer nada sin permiso, y por parte de las administraciones no ha habido limpieza ni en los ríos ni en los montes. Eso tiene que cambiar», dice Ron.

 

«La gente no come producto local y no reconoce la labor de agricultores y ganaderos» (Pilar Higuero, viticultora y ganadera, Lagar de Sabariz, Orense)

 

Sabariz es una aldea del pueblo de San Amaro, Orense, cuyos 1.038 habitantes se reparten entre 68 núcleos de población. Pilar Higuero es la única habitante de su aldea. Hija de viticultores de ascendencia catalana y francesa, la mantiene cosida a esa tierra adoptiva una finca donde ya en el siglo XVI, cuando se construyó el pazo que habita, había viñas, y un proyecto de viticultura ecológica y biodinámica llamado A Pita Cega. Luchadora, defensora del rural y sin pelos en la lengua, ha puesto a disposición de sus vecinos el tractor y el valioso depósito de agua de su finca.

 

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“El pueblo de San Amaro es una calle donde hay un bar, un banco, una farmacia, un asilo, una iglesia y un ambulatorio. Todo lo demás son aldeas y diseminados. Aquí la temporada de incendios la inauguramos el 6 de agosto con uno provocado: alguien le metió fuego al pueblo por cuatro sitios. Aquí se han quemado casas, tractores, bodegas, viñedos, de todo. Un vecino que tiene seis ovejas, tuvo que agarrarlas de los pelos para sacarlas de las llamas. No es normal que al final tenga que ser el pueblo el que se salve a sí mismo y que la gente tenga que salir con su tractor a luchar contra el fuego”, denuncia.

 

Los incendios no se combaten con hidroaviones: se combaten con políticas adecuadas de gestión del medio rural y con trabajos de prevención en invierno, lo que pasa es que si esas políticas las hacen señoras y señores con tacones o corbatas, no hacemos nada. Lo que necesitamos son alicientes para que la gente joven se venga a vivir al campo. Necesitamos cambiar las cosas para que la gente que ama el campo y que ha heredado los conocimientos para trabajarlo, vuelva a querer que sus hijos sigan viviendo del campo. Pero si las políticas se hacen sin escuchar, pasan cosas como que para tener seis gallinas tengas que geolocalizarlas y darlas de alta aunque sean para comerte tú los huevos. Imagínate, aquí tenemos gente de más de ochenta años, para ellos geolocalizar el gallinero es algo incomprensible», relata, y concluye: El abandono del campo es gasolina para los incendios, pero la burocracia también«.

 

Pilar Higuero cree España entera está en deuda con la gente del campo. «Yo creo que tendría que haber una compensación de toda la sociedad. Al menos, decir: vamos a comer producto de aquí para que la gente no se tenga que ir. Porque la gente no come producto local y no reconoce la labor de los agricultores y los ganaderos. Durante el Covid, cuando la gente aplaudía a los sanitarios (que se lo merecían), yo me quedaba día tras día esperando que el aplauso se hiciera extensivo a la gente que les estaba dando de comer, pero no. Nos han dado de lado y han convertido el campo en una especie de parque temático donde los agricultores forman parte del escenario para que el urbanita venga con sus hijos a enseñarles que la leche no viene del tetra brick. Eso tiene que cambiar ya», concluye.

 

 

Información realizada a partir de entrevistas telefónicas. Mapa interactivo: Cristina Soriano.

 

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