Destacados chefs vizcaínos defienden las ventajas del Slow Food - Redacción

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Para impresionar en la mesa ya no hace falta gastarse una fortuna en caviar iraní, ancas de rana y champagne francés. Hoy el lujo es comer productos frescos, de temporada y a ser posible adquiridos de las manos de sus productores. Es lo que defiende el movimiento Slow Food, que se extiende a la velocidad del rayo entre gastrónomos de medio mundo. Ayer la plana mayor de la cocina vizcaína se dio un paseo por el mercado de La Ribera para hacer algunas compras y de paso dar a conocer los fundamentos de esta filosofía, que defiende una cocina hecha con el corazón y con los pies en la tierra.

Eneko Atxa, Josean Martínez Alija, David García, Álvaro Garrido, Txemi Olazabalaga, Beñat Ormaetxea, Guille Fernández, Saray Rueda, Mikel Población, Pablo Urzay y Jabier Gartzia recorrieron la plaza de abastos de la mano del concejal de Salud y Consumo ante la curiosidad de compradores y tenderos. Un grupo de profesionales de los fogones que han convertido Vizcaya en un referente del Slow Food a nivel internacional y que ha llamado la atención del prestigioso ‘New York Times’.

Su planteamiento, que se antoja vanguardista en un momento de globalización del gusto, es recuperar los sabores tradicionales, los productos de la tierra, para elaborarlos con mimo y disfrutarlos con tranquilidad. Bien es cierto que en Vizcaya encuentran un terreno abonado. Su proverbial gusto por la buena mesa, la diversidad de alimentos autóctonos y la supervivencia de algunos productores tradicionales hacen más fácil aplicar los principios de la comida tranquila al día a día de sus restaurantes.

El queso carranzano Caranegra, las cebollas moradas de Zalla, el vinagre de Orduña o el txakoli Itxasmendi son sólo algunos de los ejemplos de esa riqueza gastronómica de la que el mercado de La Ribera es todo un templo. Los cocineros visitaron primero el recién estrenado puesto de Slow Food para después darse una vueltDestacados chefs vizcaínos defienden a por la plaza de abastos. «Bajar a la pescadería puede ser todo un espectáculo -aseguraba Eneko Atxa, del restaurante Azurmendi-. Es como ver una obra de teatro donde los actores están en estado de gracia».

Uno de los que más frecuenta La Ribera es Álvaro Garrido, que tiene su restaurante -Mina- justo al otro lado de la ría. «Todas las mañanas me doy un paseo por el mercado y, en función de lo que encuentro, hago el menú», explica Garrido. Una práctica que el movimiento Slow Food quiere extender a las mesas de todos los vizcaínos. Según reconocía el chef del Guggenheim, Josean Martinez Alija, «se echa en falta más gente joven paseando por los mercados».

Fuente: Guillermo Elejabeitia, El Correo»