Leonardo Da Vinci, genio de la gastronomía - Redacción

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Reproducimos un artículo de Manuel Bolivar en A fuego lento, sobre la relación de Leonardo Da Vinci con la gastronomía. ¡Qué lo disfrutéis!

 

Leonardo Da Vinci
Leonardo Da Vinci

Nadie es ajeno a la fama del gran Leonardo Da Vinci. Y a pesar que se aceptan sus aportes a las artes, como a la ciencia; muy pocos conocen su libro de cocina, llamado Códice Romanoff. Se ha dicho, con insistencia, que se trata más bien de un libro de notas, que consideraba importante debido a que fue un apasionado de la cocina, en la que no sólo preparó banquetes para nobles, sino que se preocupó por crear recetas para la gente pobre.

 

Se puede decir, que además de crear normas para el buen comer, se ocupó de inventar utensilios para la cocina; recuérdese que, se dice, inventó el tenedor de tres dientes, que facilitó el consumo de algo tan divino como espaguettis, que gracias a su creatividad, mucho tiempo después se convirtió en un verdadero manjar nacional italiano. Su preocupación por modales en la mesa fue tan evidente que buena parte de su tratado se lo dedica a lo que el consideraba como socialmente aceptable a la hora de comer. Se sabe que en su época era normal tomar los alimentos con las manos y, muchas casas reales, utilizaban animales vivos para que los invitados secaran sus manos en la piel de los mismos.

Se ha dicho que la admiración del gran artista por la cocina, provenía no sólo de su creatividad impulsiva sino de esa intención de sumar cambios a toda disciplina en la que se involucraba, aunque la crítica posterior lo considera un vegetariano muy tolerante. Esto lo condujo a explorar distintas facetas del oficio: fue mesonero, jefe de cocina de un lugar llamado Los Tres Caracoles, en las cercanías del puente Vecchio de Florencia, y más tarde socio de Sandro Boticcelli, en un comedero que no tuvo un final feliz.

Leonardo Da Vinci es el exponente de un arte y una técnica llevados a límites insospechados, no solo en su tiempo, sino aún en nuestros días.

Él es autor de La última cena, donde quedó reflejado, más que las interpretaciones, hoy de moda, que hace el escritor del Código Da Vinci, el culto superlativo que el gran artista sintió por la gastronomía.