Tecnología, el arma para luchar contra el desperdicio alimentario en la industria

Mónica Ramírez

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Aprovechando que esta semana se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, publicamos hace unos días unos cuantos consejos para que, desde casa, pudiéramos evitar el desperdicio alimentario. Pero, ¿y las empresas del sector?¿cómo pueden contribuir?

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La eliminación del desperdicio alimentario -o su reducción hasta cifras poco significativas- es un trabajo en el que  han de implicarse todos sus agentes. Víctor Yuste, director del Foro Interalimentario, explicaba hace unas semanas, que el sector productor de la alimentación es uno de los primeros en alinearse con las políticas de sostenibilidad y que, «el desperdicio alimentario se produce, en mayor medida, en los hogares». Por ello, hace unos días facilitábamos  en nuestra sección de noticias una serie de estrategias para minimizarlo en casa. Sin embargo, las empresas del sector no están exentas de contribuir. Y la tecnología se ha convertido en una herramienta fundamental.

 

El futuro en algoritmos

Es innegable que la tecnología ha transformado nuestra vida, nuestra manera de entender el mundo y la gestión de nuestros procesos vitales tal y como antaño hizo la agricultura o, posteriormente, la industria. Nuestra inmersión en la Cuarta Revolución Industrial (internet de las cosas, computación en la nube, impresión 3D y robótica colaborativa, entre otros) es un hecho y nos espera un futuro repleto de experiencias digitales nuevas y un mundo que tendrá nada -o poco- que ver con el que hemos crecido. El impacto de la tecnología, la globalización digital, el cambio climático y la velocidad a la que se sucede todo ello influirá no solo en la sociedad -tal y como apunta en el libro Gracias por llegar tarde, Thomas Friedman, periodista de The New York Times y ganador de tres premios Pulitzer- sino también en el tejido empresarial. En este sentido, aunque esto reconfigurará la construcción del entorno empresarial y profesional (por ejemplo, con la creación de nuevos perfiles laborales y la eliminación de otros, algo que ya sucede pero que se intensificará en unos años), lo que sobrevivirá a este reset será que la solución a problemas pasados, presentes y futuros residirá, en un mayor grado, en la tecnología o la esfera digital. Y así ocurre con el desperdicio alimentario.

Para el centro tecnológico Ainia, actualmente la clave se encuentra en «la automatización de líneas de producción, la digitalización de los procesos productivos, la garantía de la seguridad alimentaria de envases y productos, la apuesta por la economía circular y el desarrollo de acciones de sensibilización al consumidor». Ricardo Diaz, jefe del departamento de Automatización Inteligente de esta empresa, explica «el adecuado diseño higiénico y la prematura detección de cuerpos extraños en los productos, así como la aplicación de la llamada agricultura de precisión en distintas explotaciones agrarias que permita, entre otros aspectos, conocer en tiempo real el grado de madurez o el control de plagas, ayudan a reducir un porcentaje altísimo de desperdicio alimentario».

Realizar una estimación de la demanda para minimizar el excedente y gestionar adecuadamente la logística «por ejemplo, con sensores cadena de frío y la aplicación de interoperatiblidad», apunta David Martínez, del Departamento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Ainia, son factores destacables para conseguir este objetivo. También se arguye que la correcta conservación de los alimentos es fundamental y a ello contribuyen los envases. “El desarrollo de envases seguros para alimentos, es clave para alargar su vida útil. Como ejemplo de ello se pueden citar los trabajos que estamos desarrollando en la selección de materiales y nuevos sistemas de envasado, el desarrollo de envases activos e inteligentes, envases re-cerrables que permiten conservar mejor los productos una vez abiertos, la adecuación del formato del envase para las necesidades de consumo o dentro de los llamados convenience aquellos que permiten la extracción completa del producto y evitan que quede producto en el interior del envase o pegado a las paredes, logrando así reducciones importantes en el desperdicio”.

¿Y el excedente de producción o lo caducado? «Los alimentos deteriorados o caducados pueden servir para lograr biomasa; aquellos maduros o los excedentes pueden tener una segunda oportunidad de transformación. También los subproductos de la industria agroalimentaria pueden reutilizarse para la extracción compuestos de interés, la generación de biomasa y/o bioenergía», responden desde Ainia.

Por último, un proyecto interesante en el que la tecnología se alía con el desperdicio alimentario es el de los investigadores Manuel Ayllon y Jose Enrique Moros. Se trata del trabajo sobre la influencia de la congelación magnética proton en la inactivación de las enzimas causantes de la melanosis del langostino de las variedades penaeus vannamei y penaeus kerathurus sin el empleo de metabisulfito sódico. El proceso de la melanosis en crustáceos, argumentan «implica pérdidas económicas ya que, a pesar de que no es un índice de deterioro y no produce sustancias tóxicas, daña sus características sensoriales, disminuyendo su calidad, su vida útil y, posteriormente su valor  comercial, provocando en los consumidores un rechazo del producto, constituyendo un problema fundamental en la industria procesadora».  La congelación magnétiva proton aplica campos electromagnéticos durante la congelación, «ordenando las moléculas de agua del alimento (no confundir con el sistema CAS de ABI), impidiendo la creación de cristales de agua y manteniendo la estructura celular original, desapareciendo las diferencias entre un producto fresco y uno descongelado, previamente congelado con proton», detallan.