Congresos, comidas y cenas

Ciencia y gastronomía son las dos vertientes del congreso Encuentro de los Mares que, como saben, celebró su quinta edición la pasada semana en Tenerife.

Carlos Maribona

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De la parte científica la conclusión principal ha sido la necesidad de no limitarse a la conservación de los océanos y pasar a un proceso de regeneración. Pero en esta columna nos interesa la gastronómica, concentrada en ponencias de interés y una serie de comidas y cenas para los participantes. Importante, por el renombre de los cocineros que la elaboraron, la cena del segundo día. A cargo, nada menos, de Quique Dacosta, Andoni Luis Adúriz, Albert Adriá, Erlantz Gorostiza y Nacho Manzano.

 

Concentración de estrellas. Las “llámpares” a la sidra y patata con mojo del asturiano, enlazando Asturias y Canarias, las dos regiones más consumidoras de lapas, fue para mí lo mejor del menú. Pero pese al nivel de esta cena, hubo otras dos comidas que la superaron. El “rancho” que el señor Simancas, cocinero de barco durante treinta años, preparó a bordo del catamarán que llevó a los congresistas a avistar cetáceos fue una de ellas. Un salpicón de pulpo y los guisos de pota y de atún, ambos con sus correspondientes papas, nos acercaron a la genuina cocina de los marineros a bordo de los barcos.

 

Pero por nivel de platos, lo mejor, gastronómicamente hablando, del congreso fue la cena que se celebró el tercer día en la finca La Calabacera. Ya conocía esta finca y a su propietaria, Dulce Acevedo, que está haciendo un enorme y meritorio trabajo cultivando no sólo plátanos, también una infinidad de frutas subtropicales, cítricos y verduras que suministra a los más importantes restaurantes de la isla o exporta a muchos países. Nunca he comido, ni en Iberoamérica, mangas como las suyas.

 

La cena fue elaborada por el santanderino Sergio Bastard y los cocineros locales Adrián Bosch y Eduardo Domínguez, con su recién estrenada estrella en San Hô, y el argentino afincado en la isla Diego Schattenhofer, del restaurante Taste 1973. Los callos de bacalao y el postre de mantequilla pasiega del cántabro; el carabinero de La Santa con caldo de parihuela peruana y la lubina de Aquanaria con caldo de puchero de los tinerfeños, y la gamba en crudo y el tabletón de El Hierro con dos maduraciones del argentino fueron platos sobresalientes. La verdad es que en los congresos de Vocento se come francamente bien.

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