A los pies de los Andes, entre pinos y junto a las aguas turquesas del lago Colbún, crece uno de los viñedos más lindos de Chile. Y no es casualidad que de viñedos fabulosos nazcan vinos extraordinarios. Bien sabido es que el camino para lograrlo, haya o no varias generaciones de viñateros detrás, nunca es una perfecta línea recta. Esta es la historia de Trumao Sauvignon Blanc 2020 de Viña Laberinto.
Cuando Rafael Tirado, el hacedor de vinos de la familia Viña Laberinto, comenzó a veranear en este rincón del Maule llamado Colbún, el lago ni siquiera existía y tampoco sabía que decidiría estudiar agronomía. El dique de contención que retuvo el caudal del Río Maule para crear el mayor embalse de Chile, con una potencia nominal de 400 MW, recién se terminó de construir en 1985. Los viñedos con vista al lago los comenzó a plantar con su suegro, George Andersen; entre los años 1995 y 1996, cuando ya era el exitoso enólogo de Viña Veramonte (gracias a los mejores sauvignon blanc del Valle de Casablanca de aquel momento). Era la primera vez que crecían cepas a 500 metros de altura, sobre el resto del Valle del Maule, un vasto territorio cuyos viñedos se sitúan a un promedio cercano a los 80 metros sobre el nivel del mar.
Pensando en hacer algo diferente que sumara belleza al espectacular paisaje, los viñedos dibujarían las cotas de las laderas o desafiarían la gravedad. Al centro, un grupo de hileras en forma de laberinto sobre suelos de arcilla, con vistas al lago, darían nombre al proyecto que vio la luz comercial el año 2010.
Las variedades se eligieron de acuerdo con la época, los inicios de los 90: un mix de las que fueron llamadas ‘cepas internacionales’, porque marcaban la pauta en los nuevos viñedos de los países del nuevo mundo. Hablamos de cabernet sauvignon, merlot y syrah en los sectores más cálidos, cercanos al lago, además de chardonnay, riesling, pinot noir y la consentida sauvignon blanc, en los sectores más fríos, sobre suelos de cenizas volcánicas, con la vista puesta en las cimas siempre nevadas de la cordillera de los Andes.
Un trabajo meticuloso
el sauvignon blanc ha sido el vino de Laberinto desde 2010 que mayor búsqueda ha exigido y más curvas ha encontrado en el camino, aunque su hacedor asegura que ha sido el que menos le costó. También es el que llegó más lejos. Un trabajo meticuloso, de muchos vinos probados entre amigos y familia, que ha chorreado a los demás protagonistas de este Laberinto. Entre medias, ajustándose a los nuevos tiempos, sumó la tinta país a su mix de cepas, injertándola sobre el syrah. Una país de gran complejidad y elegancia, que se unió a la línea Arcillas (22 dólares) con la cosecha 2021.
Rafael tuvo la visión de hacer dos vinos distintos, Arcillas de Sotavento y Cenizas de Barlovento 2011. Barlovento venía del sector más frío, cultivado sobre suelos de cenizas volcánicas, y era el más radical, demasiado ácido y filoso. En la siguiente cosecha volvió a la mezcla de ambos sectores. Tuvo que pasar un tiempo más antes de entender que podía seguir haciendo Cenizas de Barlovento, con su mismo filo ‘salivante’, ganando otras cosas, y nació el gran Trumao Sur 2020 (55 dólares).
En el proceso, lo separó y guardó en barricas para las que eligió la lenga que crece en Tierra del Fuego, una madera que faena su hermano mayor con la que venía experimentado en sus tintos, aunque no terminaba de convencerle. Al final, pensó que la acidez y la estructura de la sauvignon blanc de un sector que cosechaba dos semanas después que los demás, podría amarrarse mejor a la lenga. Así fue. Trumao Sur es un gran blanco de montaña, con una acidez interminable, que hace salivar y salivar. Además, mostraba buen volumen y fuerza en boca, y complejidad en nariz a través de capas sutiles a hierbas del mismo bosque nativo que envuelven sus viñedos; también con mineralidad, dirán algunos.
Para completar el yin y yang, propone Trumao Norte (65 dólares), el gran tinto de Laberinto; mezcla de cabernet franc, merlot y cabernet sauvignon para su versión 2019. Nace en los sectores más cálidos del viñedo, lo que es un decir, porque las orillas de Colbún siguen siendo un sector más frío que cálido para las cepas tintas que provienen originalmente de la región atlántica de Burdeos. Trumao Norte es un tinto muy elegante, que tuvo 14 meses de guarda en barricas de roble francés de varios usos. De rica acidez y tanino muy fino, también tiene marcadas notas a bosque nativo junto a frutas negras maduras. Como sucede con el extraordinario Trumao Sur de 2020, aún tiene mucho por delante
Viajando en la historia de Trumao Sur, debemos ir hasta el primer Sauvignon Blanc Laberinto, llegado al mercado a partir de la cosecha 2007. Era una mezcla de sectores que en los años fríos podía llevar en su mezcla uvas de suelos más cálidos, e invertía la mezcla en años más cálidos, incorporando uvas de los sectores más fríos, con suelos de cenizas más profundas.
“Desde el inicio, con la primera cosecha 2000, la que no salió al mercado”, nos dice Rafael, “se mostró la acidez, la tensión en boca y la jugosidad que me daban los sauvignon blanc. Era el vino que quería hacer. Me volvió loco como hacía salivar. Me gustaba tanto su acidez, que quería cortar lengua y en las versiones de 2010 y 2011 me fui al extremo”.
Puede que en el mercado se encuentren hoy diferentes etiquetas de Laberinto, porque en 2022 ordenaron la casa. Hoy existen tres líneas de vinos: Cenizas de gran relación entre precio y calidad (18 dólares), que incluye un Sauvignon Blanc más unidimensional, un Pinot Noir y una Mezcla Tinta de merlot, cabernet franc y cabernet sauvignon. La línea Arcillas (22 dólares) se estructura con un Riesling y un País, ambos fermentados en hormigón y tinajas. Por encima suyo están los dos Trumao, Norte y Sur.