Carolina Alvarado, la voz de la agroecología en el valle del Marga Marga

A tan solo 12 kilómetros de Viña del Mar, la pequeña bodega Herrera-Alvarado apuesta a la agroecología y un crecimiento en espiral, que le permita sobrevivir a cualquier adversidad.

Mariana Martínez

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Todos los domingos cerca de las 11 de la mañana Carolina Alvarado y Arturo Herrera salen de su casa caminando, atraviesan su pequeño viñedo y esperan a las visitas frente al cartel de madera que dice Herrera-Alvarado. Ella guía a los desconocidos a mirar con otros ojos el tupido bosque esclerófilo que rodea la propiedad. Luego, les contará detalles históricos del lugar, a 320 metros sobre el nivel del mar. Arturo esperará al grupo junto al horno de barro donde sus vecinos hacen carbón, con sus vinos, pan amasado y quesos locales. Es la hora de la cata social, una idea que la pareja creó para dar a conocer la esencia de este Chile vitivinícola detenido en el tiempo. A solo 12 km está Viña del Mar.

Carolina Alvarado. Foto, Mariana Martínez.
Carolina Alvarado. Foto, Mariana Martínez.

No son enólogos, sino viñateros. Aprendieron los saberes del viñedo y del vino con viejos bodegueros del lugar. Carolina cursa el segundo año del doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Playa Ancha. Su mensaje se centra en la agroecología. En ferias, charlas y sus redes sociales presenta a sus vinos como “incorrectos por ser naturales, por mostrarse como son, por alimentar el espíritu, por despertar la conciencia, porque se toman sin protocolo, porque tienen personalidad propia, porque son rotos y populachos, porque no aparecen en la revista bonita”.

Conversamos con Carolina para saber más sobre unos vinos que se hacen oír desde Quilpúé (D.O. Valle del Marga Marga) como la fuerza de la resistencia Herrera-Alvarado.

 

Estudiaste agronomía, ¿cómo te conviertes en viñatera?

 

“Tenemos una historia dentro del Valle del Marga Marga, un territorio que contiene relaciones de comunidad, que se construye más allá de un espacio geográfico a partir de dinámicas, donde hay cultura, economía de productores. Yo nací aquí y me vinculaba mucho con la agricultura. Mi familia vivía en El Belloto en una casa quinta con viñas; hacíamos desde siempre chicha, mistela, vinos… Este territorio tenía una vendimia muy importante, había viñas por todos lados. El vino era parte de la vida diaria, participabas en la vendimia; hay mucha gente que todavía en sus casas tienen parrones. Por tanto, no te vinculas con el vino desde un momento, sino a lo largo de tu crecimiento y al crecer te vas acercando a tus intereses. La pregunta debería ser desde cuándo comercializamos los vinos”.

 

Entonces, ¿desde cuándo y por qué los vinos Herrera Alvarado?

 

“Arturo y yo somos de acá y estudiamos agricultura, y justo cuando salimos estaban en crisis todas las sociedades aquí en la zona. El vecino Valle de Casablanca comenzó con mucha fuerza en cuanto a marketing y mucha superficie plantada y la gente comenzó a tener fuerza de compra en los supermercados. La producción local se vio disminuida, desvalorizada; pasó en todo Chile. Hace 20 años quebró la última sociedad que todavía existía, La Agrícola los Perales, se remató su bodega, se desperdigaron los últimos productores que había. Trabajábamos colaborando con ellos. Así nace Viña Herrera-Alvarado; de esa sensación ¿de ahora hacia dónde? Hoy estamos muy pocas personas haciendo vino, algunos hicieron sus bodegas pequeñas. Pero aquí estamos, con mucha fuerza, avanzando porque creemos que la producción de vinos desde la agroecología desde espacios sin intervención, es lo que necesita hoy el planeta”.

 

Levaduras nativas

 

¿Cómo defines la agroecología y por qué la necesitamos?

 

“Mantenemos una forma de hacer vinos que respeta los saberes que se van traspasando. No es difícil cuando te dices ‘voy a hacer una uva sana’. Pero para eso debo tener un suelo sano, no debo aplicar agrotóxicos en el campo, debo tener un cuidado con mi entorno. De eso dependen mis levaduras nativas. A veces, gente desde otra mirada, sienten que lo hacemos desde la resistencia, pero no es así”.

rturo Herrera. Foto, Mariana Martínez.
Arturo Herrera es la contraparte de la bodega. Foto, Mariana Martínez.

“Todos los que participamos de esta vida, no pensamos de otra manera. De esta manera, el vino nace de fermentaciones que se dan espontáneamente, luego lo cuidamos, no lo abandonamos. Dicen que el vino se hace solo, no, tiene sus procesos. En el caso nuestro usamos la zaranda, pisamos, usamos vasijas, todos esos elementos que utilizamos los cuidamos y manejamos cuidadosamente para que ese vino esté cuidado también”.

 

Ahora les dicen vinos naturales…

 

“Nos catalogan como vino natural, pero somos vino desde la dimensión de la agroecología. Es algo integral, no es que sólo sea sano. No apostamos solamente a la seguridad alimentaria, sino que integre otras cosas y genere conocimiento. Porque nuestra forma de hacer sigue creando saber y lo compartimos con los jóvenes. La agroecología tiene que ver con un movimiento activo que ojalá se escuche, sobre todo en este momento que hay una crisis climática”.

 

Ustedes producen vinos de viñedos sin riego, ¿es la agroecología una necesidad?

 

“La agroecología es necesaria para las futuras generaciones. Si no partimos en algunos territorios con este cambio, el escenario se vuelve complejo. Acá había cepas con riego, chardonnay, sauvignon blanc, pinot noir y se perdieron, porque el agua era escasa. El foco está ahora en las cepas que han sido más resilientes, como la uva país, las moscateles, San Francisco. Acá estas cepas datan desde 1586, entonces hay material de donde poder trabajar. Esto viene desde los últimos 10 años, cuando la zona central se ha visto afectada por esta incertidumbre. No llovió por varios años, ahora están llegando lluvias bastante intensas. En general vas tratando de adaptarte a estos cambios”.

Bodega Herrera-Alvarado.Foto, Mariana Martínez.
Bodega de Herrera-Alvarado.Foto, Mariana Martínez.

Comenzaron a vender fuera sus vinos ¿cómo se dio?

 

“Siempre vendimos en el campo. Intentamos trabajar con restaurantes en Chile, pero no había un respeto, había que esperar tres meses para que te pagaran. Entre tanto, empezamos a mostrar nuestros vinos, a alguien le interesó y se empezaron a difundir fuera. Entramos en Francia, comenzaron a deambular, y de ahí recién se comenzó desde acá a ver que eran respetados. Ahora vendemos 50 % acá y 50 % en el extranjero”.

 

¿Cómo ves los vinos naturales, una etiqueta que también llevan los vuestros?

 

“Creo que no hay vuelta atrás, siento que los vinos bio dejaron de ser moda. Si alguien se pregunta ¿por dónde voy? creo que entre un vino convencional, orgánico y otro de mínimo intervención, la opción no debería estar más que entre vino natural y orgánico. Hoy deberíamos estar todos pensando en cómo aportar. Siento que hay vinos muy buenos en las dos líneas, cada día mejores. Y también creo que esto es un movimiento, y como movimiento debe ir tomando cada día más adeptos. Se puede hacer vinos de buena calidad, y no sólo desde lo organoléptico, sino qué mejor que hacer un vino que sea un alimento, que puedas tomar con tranquilidad”.

 

Slow Wine

 

Hacia allá va la Nueva ley de etiquetado en Chile.

 

“La nueva ley de etiquetado te pide poner tres cosas en la contraetiqueta del vino como advertencias: que la mujer embarazada no tome, no conducir si bebes y no para menores de edad, además de lo calórico. No pide informar qué ingredientes se utilizan en la intervención del vino. Tiene que ver con los más de 150 productos que se pueden agregar, aunque no se echen de una vez. Yo lo que pienso es que debemos apostar a que sí es un alimento, que te haga bien. Cuando nosotros intentamos producir nuestros vinos, intentamos que sea bueno para todos”.

Vinos de Herrera-Alvarado. Foto, Mariana Martínez
Vinos de Herrera-Alvarado. Foto, Mariana Martínez

Por eso Slow Wine…

 

“Somos la Comunidad Slow Wine Marga Marga, nos adherimos al movimiento Slow Food Internacional, que también es un movimiento que promueve la soberanía alimentaria. Es la posibilidad de hacer vinos o alimentos localmente: que sean buenos, únicos, limpios y justos, y que la gente acceda a ellos. Ser parte es importante por las relaciones que se generan con otros productores. Entonces, con personas que producen en Argentina, Perú, en Francia, Italia… se establece el diálogo de saberes que también aporta en el intercambio de conocimiento y apoyo”.

 

“Este movimiento te permite mostrar lo que estás haciendo. Para las pequeñas producciones que no acceden a un marketing con un costo alto, permite contar cómo se hace, cómo se protege y las relaciones con la comunidad. Por eso se llama comunidad. No solo haces vinos, nos relacionamos con los productores de quesos de cabra de acá de la zona, de miel, de hortalizas, realizamos intercambios y nos apoyamos unos a otros. Por eso a nivel mundial cada día ha tomado más fuerza este movimiento. Se hace una red de economías locales que es potente”.

Viñedos de Herrera-Alvarado. Foto, Mariana Martínez.
«Creemos en la producción de vinos desde la agroecología. Viñedos de Herrera-Alvarado. Foto, Mariana Martínez.

Ustedes suelen decir que sus vinos son como sus hijos y los quieren a todos por igual, a pesar de que no son todos iguales porque pueden desviarse en aromas y sabores. Cómo lo explicas al que considera que lo organoléptico es lo primero.

 

“Imagínate un vino en vasijas, con más de cien días en constante contacto con sus pieles y polifenoles; por más que uno lo acompañe, va a tomar su ritmo, su rumbo. Tenemos que ir aprendiendo que lo organoléptico también debe ir con la diversidad, y que todos tenemos una háptica distinta, y eso hay que respetarlo. Lo que a mí me parece muy bueno, puede que para otro no lo sea. Al embotellar acá, a todos los vinos les vamos a dar los mismos cuidados. Es un valle con tan poca superficie de producción que todas las cepas son importantes; queremos que se vigoricen, que perpetúen en el tiempo. Es el ejercicio de pervivir, pese a la adversidad”.

 

¿Por qué tu doctorado?

 

“Estudié en una universidad muy academicista. Entrar en este estudio me permite tener muchas fuentes, bases y teorías que van cotejando un ejercicio que yo intuyo. Uno tiene que prepararse, porque así como tú me estas entrevistando, el camino hacia nuestras comunidades debe ser con gente que se prepare, y que nos permita seguir fortaleciendo. Entonces ¿dónde? En las Ciencias Sociales. Es un camino que abre dialogo con otras disciplinas, que cuestionamos y a su vez posibilitamos propuestas. Al final quiero empezar a escribir, porque hay tantas experiencias maravillosas que no se están contando; muy pocos estudian la ruralidad y menos en el vino. La producción a pequeña escala no puede desaparecer, porque desaparecen muchos saberes, mucha cultura”.

 

“A lo mejor el vino no es perfecto, pero es parte del habitar de las personas. Las personas viven de eso, disfrutan y cada vez es más imposible que lo sigan haciendo. Algunos ya abandonaron. Antes nos respingaban la nariz, porque no éramos lo que ellos esperaban… Tenemos una riqueza enorme, desde que llegan las uvas, y eso nunca se ha perdido. Nadie tiene que venir de fuera a decirnos las formas de hacer las cosas, ya las tenemos claritas. El diálogo nunca va a ser fácil, porque somos mundos distintos. No por eso, no podemos conversar. Solo tratar de comprendernos. Somos todos parte de un sector vitivinícola y cada uno debe sentirse orgulloso de lo que es”.

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