Al igual que el resto de denominaciones de origen, la D.O. Conca de Barberà busca potenciar el valor de sus vinos a través de la reivindicación de su identidad. En esta filosofía, la trepat aparece como una de las variedades por las que se apuesta fuerte -se ha multiplicado por tres su producción en los últimos doce años- entre otras estrategias. Detallamos cuáles.
La trepat y los vinos elaborados con esta variedad autóctona son una de las grandes apuestas de la Denominación de Origen Conca de Barberà, cuya producción de vinos con esta uva como materia prima ha pasado de los 42.300 litros (56 400 botellas de 0,75cl) a los 151.521 (algo más de 200.000 botellas). Es decir, se ha triplicado entre 2007 y 2019, a falta de calificar, según estimaciones del Consejo, entre seis y 12.000 litros de al menos cuatro bodegas, ya que se encuentran en plena crianza. El organismo estima, por tanto, que el total calificado de la añada 2019 rondará los 160.000 litros, casi el cuádruple respecto a 2004.
También ha sido notable el crecimiento en el número de bodegas que han apostado por la elaboración en tintos de trepat. Desde 2004, año desde el que se cuenta con registros, se ha pasado de una sola bodega elaboradora de tintos hasta 15 en 2019, aunque en este periodo han sido casi la totalidad de las bodegas acogidas las que han calificado sus vinos de trepat en una u otra añada. En este mismo año, 19 de las 23 bodegas amparadas por la Denominación de Origen han calificado vinos de trepat, ya sean tintos o rosados. Pero este no ha sido el único paso que la DO Conca de Barberà ha dado para consolidar su identidad como una región moderna que no se olvida, sin embargo, de sus raíces.
En Conca de Barberà, las 23 bodegas amparadas por el Consejo Regulador trabajan a diario para mostrar una singularidad que se ha ido construyendo a base de esfuerzo y de no perder de vista su pasado: la región cuenta con una sólida tradición cooperativista, ha sido escenario de algunos de los movimientos agrarios pioneros en el país y en su territorio se construyó en 1903 la primera cooperativa de España gracias a la unidad de los agricultores de la comarca. También ha pasado por un auge destilador y por un éxodo rural que han marcado su perfil elaborador, hasta la llegada de los elaboradores dispuestos a embotellar y, en 1989, la ratificación del reglamento de su Consejo Regulador por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Con un territorio nítidamente definido por su perfil geográfico, Conca de Barberà es una Denominación de Origen que también ha pasado por la plantación de variedades importadas para atender a la demanda que hace unas décadas buscaba vinos con perfil internacional y entendibles en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, ha sabido canalizar este patrimonio vitícola hacia la creación de vinos identitarios de la región que han logrado ser altavoz de la calidad de este territorio. La trepat, uva singular propia de la Conca de Barberà (apenas hay plantaciones de esta variedad en otras partes del mundo), y materia prima de rosados tradicionales que se veía no hace mucho como una variedad menor, ha alcanzado un momento dulce gracias a la preferencia de los consumidores por vinos ágiles, amables y fáciles de beber, sin renunciar a elaboraciones que persiguen la complejidad y la guarda.
La producción de tintos se ha multiplicado exponencialmente respecto a los tradicionales rosados de trepat, llegando a los 84.000 litros y superando ampliamente a estos en cuota de elaboración. Hace doce años, apenas una o dos bodegas se lanzaban a elaborar con trepat sus vinos de guarda, una tendencia que ha ido cambiando gracias a la capacidad elaboradora de los productores y también a que la trepat se adapta perfectamente a los gustos del público actual. Esos mismos productores también han empezado a trabajar para preservar las variedades tradicionales de la Conca para reforzar la identidad de la zona y elaboran vinos apreciados por el público y los expertos con uvas como garrut (monastrell), garnacha, macabeu o parellada.
Además, se apuesta por ampliar progresivamente la extensión de viñedo ecológico a un ritmo parejo al resto de zonas vitícolas de Catalunya, región puntera en certificar sus viñedos con el sello de agricultura ecológica. Tampoco se escapan al interés de los viticultores y bodegueros de la Conca de Barberà las elaboraciones alternativas que exploran nuevos modos de interpretación del patrimonio vitícola de la zona o recuperan prácticas que habían quedado relegadas, como los brisa dos, vinos tradicionales que ahora vuelven a estar presentes en las bodegas.