Quico Sosa: “Hemos vivido una burbuja gastronómica”

Este empresario está al frente de una de las compañías más importantes e innovadoras del mundo en la fabricación y distribución de ingredientes para la alta cocina

En la memoria de todos está aún el incendio que comenzó en la madrugada del 11 de julio de 2012 y destruyó la nave industrial de Sosa Ingredients SL, de 2.500 metros cuadrados y situada en Castellterçol (Barcelona). Solamente se salvó la planta donde su padre había comenzado, en 1962, con la fábrica de galletas y obleas para helados, ya que se encontraba en otro emplazamiento. Sosa, una de las empresas más importantes e innovadoras del mundo en la fabricación y distribución de ingredientes para la alta cocina y la pastelería, tiene ahora concentrada su producción en Moià (Barcelona).

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Quico Sosa, en el almacén de su empresa, por Salvador Garcia-Arbós.

El incendio aceleró los planes de futuro de Sosa: en seis meses se hizo el trabajo planeado para 10 años de concentrar su empresa en dos naves: logística y siete  fábricas independientes.

Sin embargo, a los 10 días ya habían realizado los pedidos de materias primas y maquinaria y a las dos semanas ya comenzaron a fabricar.

Logramos recuperar bien y con rapidez la actividad industrial; hemos calculado que el incendio afectó al 7%  de nuestra facturación… Excepto los datos informáticos, lo único que pudimos salvar completamente, el incendio lo destruyó todo.

Cuéntanos el porqué de siete fábricas independientes.

Son siete unidades de producción, con siete responsables: liofilizados, aromas y esencias, mezclas en polvo, fruta seca, confitados y concentrados, chocolate y galletería. Cada una de ellas tiene una complejidad tal, que, una sola persona no puede tener en mente todos los procesos industriales y reaccionar ante cualquier situación. Ya funcionábamos así y ahora nos ha interesado reforzar esta estructura de red. Cada unidad de fabricación funciona autónomamente y se comunica con ventas y compras, también de manera autónoma.

Y además fabricáis pan.

Dentro del grupo Sosa hay dos empresas más: cocineros.info, que es una tienda online, i el Raiguer, obrador dedicado a la elaboración de pan ecológico y a la pastelería terminada, en el que participamos al 50% y está situado en otro municipio, en Sant Quirze Safaja (Barcelona).

¿No tenéis también la carne, hierbas, frutas…?

Esto pertenece a una sección vinculada en la parte logística, que no afecta a fabricación, que llamamos Sosa Gastronómica, una división en la que ofertamos una gama de materias primas, sea la carne, hierbas, flores, algas, mantequilla, las frutas, las verduras, concebida como un servicio de unos productos frescos que no fabricamos para el cliente de restauración, aprovechando logística de frío y congelado. Los congelados tampoco los fabricamos, aunque podríamos. Sosa fabrica siempre a temperatura ambiente, de lo demás, somos distribuidores.

En nuestra visita al centro de Sosa en Moià, pasamos por un pequeño laboratorio de diseño. El 100% del diseño lo realizáis vosotros o…

Precisamente, comunicación y desarrollo son los núcleos en donde pivota la expansión de la empresa. Exportamos a más de 50 países, que concentran el 40% de la facturación, y, por ello, tenemos un departamento potente de I+D, del que salen una media de 120 productos nuevos al año, que pueden ser 200 o no. Tenemos una sistemática de innovación muy potente. Hemos creado un sistema interno que alcanza desde el diseño de las etiquetas en 8 ó 10 idiomas y también como concepto el catálogo, las ferias, los vídeos, las demos… todo para comunicar nuestra potente innovación y es mejor que todo se entienda y nazca internamente.

¿Sin externalizar nada?

El control interno de ello nos da mucha agilidad y unidad de comunicación. Tenemos un programa de acción, en el que trabajamos a partir de conceptos que son ideas. Cada idea implica inversión y esfuerzos personales. Y, por supuesto, tenemos más ideas que dinero, y el tema es que el crecimiento económico de la empresa vaya absorbiendo las ideas, sean gamas de productos, técnicas de fabricación o en aplicaciones de técnicas ya existentes.

¿Por ejemplo?

Merengue seco con pulpas naturales. Piensa que el merengue seco es el elemento dulce más vendido del mundo, en todas las culturas pasteleras. Ahora, estudiamos la técnica de la esferificación en algo que vaya más allá de los que la gente percibe como una herencia bulliniana. Y lo que hemos hecho ha sido trasladar esta técnica al mundo del coulant, que la gente asocia a Michel Bras. Hemos desarrollado una veintena de aplicaciones modelo para convertir una técnica que se asocia a una esfera a una aplicación que la gente perciba como elemento coulant. Es decir, porqué no hacer una tortilla coulant, unos callos coulant, merengues coulant

¿Vendéis la técnica o la regaláis?

Nosotros vendemos los ingredientes y regalamos la técnica. Creamos el proyecto coulant con unas ideas base que grabamos en vídeo y lanzamos a través de nuestro canal de Youtube.

Son regaladas.

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Quico Sosa en la planta de fruta confitada, por Salvador Garcia-Arbós.

Sí. Nosotros ayudamos a crear tendencias y vivimos de los ingredientes que sirven para realizarlas. Y nos apoyamos en vídeos, siempre en Youtube, de libre acceso. Tenemos más de 200 videos en nuestro canal de Youtube, con unas 80.000 descargas al mes en todo el mundo. Estos vídeos profesionales, junto a ferias y demostraciones, son una herramienta muy importante para crear tendencias en los sectores supercreativos como cocina y pastelería.

Os avanzáis a la competencia.

Lo intentamos, sí, y somos muy sensibles a los movimientos del mercado. Por un lado, captamos tendencias en estos sectores tan creativos y,a veces, rematamos cosas que comienzan a moverse; las intentamos explicitar.

Sois un agente socializador.

Preferimos llamarlo agente democratizador. Queremos llegar a la clase media gastronómica, pero también a la alta costura. Una técnica puede ser utilizada por un restaurante de tres estrellas y por uno que no tiene ninguna. El cocinero ya pone sus elementos de complejidad: el alma. Queremos abrirle ventanas técnicas y tecnológicas.

Trabajáis para la cocina, sin etiquetas.

Fíjate, el lema de Sosa es gastronomía moderna. Ello significa que los nuevos ingredientes que se van generando tienen la vocación de no ser enmarcados en exceso: tienen un elemento de novedad. Y la novedad no se tiene porque dirigir a la vanguardia, hacia los más elitistas, porque tienen la vocación de ser usados en cocinas tradicionales, étnicas, clásicas… de poder mezclarse en todas las cocinas. La tendencia del cliente se tiene que valorar, pero tenemos que intentar que el ingrediente seduzca por esto y por otras cosas. No queremos limitarnos a ninguna tendencia concreta. Ahora estamos digeriendo la efervescencia de los 12 últimos años.

 Y, ¿cómo ves esta digestión?

Ya hemos llegado a una buena digestión de los conceptos. Quiero decir que hoy se aplican los conceptos de los 12 últimos años solo cuando son necesarios y no por doquier como ocurrió y todos nos lamentábamos.

Ya puestos: ¿hacia donde va la cocina?

Estamos en el final de una época; ahora es un periodo ecléctico o de fusión. Cualquier elemento, sea tradicional, étnico o innovador, es tratado con mucha libertad. Se va a una cocina libre, que ya estaba en la raíz de la nouvelle cuisine, como movimiento cultural. Este es, seguramente, el elemento menos cambiante desde los años sesenta.

Sí, pero creo que se multiplicó en los años noventa con Ferran Adrià.

Hubo un crecimiento exponencial. Ferran radicalizó el espíritu de libertad. Fue una radicalización genética, un pequeño cambio en el ADN, que tuvo consecuencias enormes.  La cultura se asemeja mucho a la genética en este aspecto.

Juegas un papel importante en la desinhibición por el uso de los aditivos.

Vivíamos en una anomalía cultural: en los últimos 50 años se habían desarrollado muchos ingredientes nuevos en la industria alimentaria, que habían llegado de forma muy débil al mundo de la restauración y la pastelería. Lo llamo anomalía porque el hombre desde el paleolítico ha usado todo aquello que ha tenido al alcance, tanto a nivel técnico como a nivel de ingredientes. Era anomalía cultural que todo un corpus de elementos, muchos de ellos muy interesantes, y algunos sin interés gastronómico, no llegara a la restauración.

Y saltó la polémica entre Santi Santamaría y Ferran Adrià.

Fue una polémica interesante manchada por un exceso de elementos personales.

Hoy hay otro eje de lucha: lo natural, lo bio, lo orgánico, lo biodinámico, el crudivorismo…

Lo que sí voy a decir es que cada tendencia cultural tiene su talibanismo. Yo parto de la base que cocina y gastronomía son cultura y no naturaleza. Cada momento cultural tiene sus virtudes y sus patologías, no es neutral y, estaremos de acuerdo en que en sus inicios hay siempre momentos de grandes excesos, como expresión de la alegría del descubrimiento. Muchos se han lanzado a cocinarlo todo al vacío cuando hay cosas que son mejores asadas. Y eso tiene sus caricaturas.

Cuando todo el mundo nos machacaba con espumas y el sifón.

Por abuso de técnicas aparecieron miles de platos mediocres, pero también muchos geniales. La espuma, por ejemplo, es una manera sutil de introducir sabores fuertes, para que se expresen de una forma matizada o delicada. Esto existe en la cocina tradicional, con las cremas de leche en la cocina clásica francesa, para matizar sabores fuertes, o en cocina tradicional en la evolución ajo, alioli, mayonesa… Y esto es lo que hoy llamamos texturas; ya son antiguas. Ferran y Juli llevaban razón cuando decían que solo existen dos cocinas: la buena y la mala. Si ha habido explosión es porque antes hubo retención.

Y ya estamos cogidos por la moda.

La moda es el elemento esencial en cualquier proceso de definición cultural. Y fruto de la tendencia, siempre hay contratendencia. Y lo que llamamos mercado será siempre la fusión de estos dos elementos. Y los elementos más radicales, como las vanguardias técnicas de la cocina y los mundos de las contratendencias más radicales de tipo ecologista, crudívoro, veganos… se fusionan en la clase media, entendido como algo muy amplio. El tiempo se encarga de ponerlo todo en el justo espacio. Una década atrás, si no habías inventado una máquina no eras nadie y hoy no lo eres si no tienes una abuela biodinámica.

¿Y hoy que se lleva?

Quico Sosa al lado de una estantería con algunos de los productos que distribuye.
Quico Sosa al lado de una estantería con algunos de los productos que distribuye. FOTO: Salvador Garcia-Arbós.

Ha habido años en los que el elemento técnico ha disfrutado de una posición de prevalencia cultural y hoy, fruto de aquel exceso, el elemento materia prima es dominante. Luego están los talibanes que dicen que el producto tiene que ser el único vector que rija en la alta cocina. En cualquier tendencia llevada al extremo, un cocinero genial puede hacer una obra genial. Pero el cocinero-ideólogo no siempre hace una cocina excepcional. La gente no paga por ideología, pagar para comer bien. Y no olvidemos que la alta cocina y la pastelería son antropológicamente una celebración, no es nutrición en sentido estricto. La celebración ha ido ligada siempre a una idea de exceso, de sobreabundancia. Nos podemos preguntar si la cultura moderna celebra demasiado, seguramente lo hacemos y esto puede ser una patología de nuestra sociedad. También sería un error confundir la alta gastronomía con la nutrición diaria.

¿Hablamos del origen de este discurso, de las dichosas E-?

Bueno: tenemos un problema grave de desinformación: Y esto es difícil de explicar porqué la gente, incluyendo muchos profesionales de la cocina, asocian E- con algo sintética. Las E- [que significan Europa] son, según la Unión Europea, un indicativo de aditivo alimentario, que puede ser natural o sintético. Y el 90-95% de los usados en alta cocina pueden considerarse tecnológicamente naturales, sea la clorofila, la lecitina, al agar, los carragenatos o la vitamina C.

Ya sé lo qué es una E-, pero ¿qué es lo natural?

Un mito difícil de explicar. La respuesta es compleja: donde está más desarrollada la diferencia entre lo natural y sintético es en el campo de los aromas: Normalmente consideramos natural en el mundo de los ingredientes aquello que se extrae de la naturaleza sin modificación molecular.

Por lo tanto, un huevo duro no es natural. 

Bueno yo no diría esto, es la naturaleza cocinada, es decir modificada molecularmente a través del calor. Es la naturaleza interpretada desde la cultura humana.

Un estofado tampoco es natural… y, solo salvaríamos la raw food si no entramos en matizar, por ejemplo, la cocina japonesa.

El estofado no es natural, pero es cultural. No sé si conoces Catching Fire: How Cooking Made Us Human, de Richard Wrangham, un libro muy chulo que dice que en la cocción de los alimentos está el origen de la especie humana, como grupo inteligente. Entre las técnicas de cocina, incluso en los procesos de oxidación derivados del corte lo son de cocción. El crudivorismo es interesante con matices, pero comer solamente crudo , el crudismo puro, nos devuelve al prepaleolítico, lo que sería un atraso, como dirían nuestros abuelos. No tengo ningún interés en regresar al prepaleolítico; como mínimo exijo que existan técnicas de corte, ¿no? Si hay técnica de corte, hay cultura. El corte implica oxidaciones, maceraciones…

Yo añadiría que hay, sobretodo, intención: En el corte hay ritual y diferencias culturales, cortar el atún según la fibra nerviosa para evitar un chicle en la boca.

En el corte hay sutileza: comer una trufa entera es una bestialidad gastronómica. Por muy natural que sea, retrocedemos a un momento precultural. La mirada ingenua hacia lo natural, que a nivel cultural podemos analizar, en la modernidad, desde Goethe, que sitúa en lo natural todos los atributos que se daba a la divino. Vivimos de Goethe. De hecho el fundador de la biodinámica y de la antroposofía, Rudolf Steiner, es un discípulo de Goethe. Todo el sustrato cultural moderno que significa la mitificación de lo natural es un vector esencial de todas las culturas europeas, comenzando por la idealización del aspecto natural en todos los ámbitos de la vida, desde el paisaje y la alimentación. Es un elemento cultural muy fuerte y muy vivo desde el siglo XVIII.  Quién no lo vea no se entera donde vive. Tiene, en efecto, cosas positivas, pero también tiene elementos que se escapan. Creo que lo natural es más importante para la nutrición diaria, más que para la alta cocina, entendida como una cultura del exceso. Y no conozco a nadie que haya abrazado lo natural como factor único.

Yo, de hecho, baso mi vida en los criterios vegetarianos para sobrevivir a la alta cocina.

Y yo tengo mi masía, mi huerta… Son factores de nutrición saludable, digamos que han de influir, pero la alta gastronomía no se puede reducir a este factor. Si tienes al lado un elemento natural cercano excepcional y no lo utilizas es un error dentro del concepto de alta gastronomía. A nivel de experiencia gastronómica puedes apostar por la cultura de los 20 km, pero llevado al extremo el resultado puede no ser óptimo, pero respetable.

Y te dan bacalao.

Que recorre 5.000 km desde hace miles de años. Es un factor cultural y no lo pones en duda. El comercio de alimentos es algo tan antiguo como la expansión de la especie humana, como la fermentación, la maceración…

No podríamos vivir con las especies endémicas, sean vino, melón o judías.

La cocina sería triste y a nivel nutricional tendríamos problemas de supervivencia. Otra cosa es el mundo de las vanguardias, uno de los elementos importantes es lo conceptual, según dice Josep Maria Pinto: la capacidad de asumir un rol conceptual en el discurso del plato, hasta el punto que él prefiere hablar de cocinas conceptuales, en vez de cocinas de vanguardia o con otros nombres. También prefiero usar el término cocinas conceptuales.

¿Por qué?

Porque hoy al hablar del [restaurante] Noma, hablamos de culto a la proximidad y a la naturaleza, pero desde una mirada conceptual, alejada de la del campesino de dos siglos atrás porque no tenía más remedio. Hoy es una mirada radicalmente moderna al fenómeno de lo natural…

Antes lo hizo Michel Bras.

O en el uso del paisaje alegórico en las cocinas de Andoni o de Albert Adrià, que entroncan en la tradición del alegorismo barroco español. Este tipo de paisaje alimentario no es una reproducción de la naturaleza, es un artificio impresionante, más que el gargouillou, que ya se acerca más a la naturaleza cruda. Y en cambio son paisajes naturalistas. El elemento de la inspiración en este mundo de origen natural lleva ya unos cuantos siglos como fenómeno cultural en poesía, ópera, filosofía, cocina… Hemos vivido un periodo en que el elemento técnico o tecnológico se sobrevaloró y ahora se ha compensado. Esto forma parte de la parte interesante de la dialéctica Ferran-Santi. Lo que a mi no me gusta son los discursos naif o ingenuos. Esto forma parte de un tema interesante que es preguntarse ¿qué es un restaurante? Es la suma de muchas cosas.

Me percato que estoy hablando con un humanista. Quico Sosa (1968) estudió Filosofía y Teología Oriental en la Universidad Autónoma de Barcelona. Me atrevo a decir que ha aplicado sus enseñanzas a su trabajo y en las formas de transmisión y proyección de su empresa.

Esta formación me ha servido para mi trabajo porque al final hablamos de un mundo basado en las tendencias culturales.

¿Que es para ti un gran restaurante?

Es un mundo basado en un conjunto de elementos muy bien equilibrados. La gastronomía moderna se mueve dentro de unos equilibrios inestables, que convierten esta disciplina culinaria un arte complejo y difícil, que va más allá del virtuosismo de lo conocido que había prevalecido durante siglos. Obviamente, el primer punto de este equilibrio es el sabor de lo que comes y la materia prima. Tiene que ser excepcional; es como el valor: se le supone. Luego está el elemento técnico y su equilibrio:  Si no tiene una gran técnica, jamás será un gran restaurante. Entendida en un sentido amplio de la historia de la cultura humana, no solamente de saber usar unos ingredientes modernos. El vino lo compran; el pan, también porque saben que hay gente o empresas que fermentan muy bien, o porque preparan el mejor hojaldre, o unos ahumados excepcionales, o unos liofilizados como nadie… Hay determinadas técnicas en las que un restaurante no debería entrar. El mito romántico de hacérselo todo no es la garantía de hacer siempre lo mejor. Estaremos de acuerdo que a nadie le da vergüenza tener un buen vino producido por otro.

Pero lo llaman casero y parece mejor.

Y sin embargo puede ser una porquería. O no.

Tercer elemento.

Por cierto, estos factores del Food Balance los tengo sistematizados en una tabla:

1. Equilibrios primarios de Sabor: acidez, amargor, dulzor, salado, picante, umami, astringencia.

2. Equilibrios primarios de textura:, seco-húmedo, caliente-frío, duro-gelatinoso, crudo-cocido, graso-aquoso.

3. Los ingredientes. Nivel cualitativo. Sabores activos y sabores pasivos.

4. Las técnicas y su equilibrio:  Texturización primaria (Corte, maduración, confitado, ahumado, secado, cuajado, fermentación, cocción) y texturización secundaria (emulsiones -mousse, ganache, salsas, aires, espumas-, gelificaciones, espesantes,  congelaciones, merengues, caramelos, nubes, bizcochos, hojaldres, croissants, nougats, gianduias, etc.).

5. Las asociaciones-combinaciones de sabores y sus potencias gustativas o reconocimiento, Food Pairing o maridaje.

6. El nivel de integración de los ingredientes (totalmente integrados, desintegrados, reintegrados).

7. El concepto (prevalencia de una idea –una técnica, una estética,  un juego, un engaño, una alusión ….). Intertextualidad.

8. La estructura del menú (nivel de complejidad del menú).

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Quico SosaQuico Sosa en el almacén de su empresa, por Salvador Garcia-Arbós.

9. El teatro (La vajilla, el servicio, la sala).

¿Cómo ha afectado la crisis en tu sector?

Ha reforzado tendencias. Tiene un elemento económico negativo, pero también implica una oportunidad para situar la alta y media gastronomía en un espacio más sostenible.  Implica que el país es menos rico y que hará falta resituar la estructura de precios en función de las capacidades reales del país. Gente que sabe cocinar muy bien tendrá que hacer un gran esfuerzo para crear ofertas desde los 15 hasta los 40 euros, como pasó con la nouvelle cuisine francesa, que ya ha superado unas cuantas crisis. Así, cualquier restaurante estrellado francés tiene su bistro o su catering, como fuentes de ingresos para sostener un restaurante gastronómico de 50 a 200€. Quien no asuma estos objetivos tendrá problemas para sobrevivir. Yo encuentro a faltar que se hable más de esta cuestión.

No hay dinero.

Hay menos y por eso es razonable plantear esta reforma, porque, de alguna manera, hemos vivido una burbuja gastronómica. Evidentemente los alquileres estaban por las nubes, las materias primas, el vino todo estaba hinchado. Nos hace falta un sector más sostenible y razonable. En Japón existe un sistema muy sostenible y muy potente gastronómicamente hablando, que va de los 15 a los 300 ó 400€, con una buena oferta gastronómica por 20 euros.

Precisamente, ahora la gente busca y valora estos sitios con menús de 15-25 euros.

Te puedo enumerar la tira y de 12 euros extraordinarios. El concepto de dar una buena gastronomía por estos precios es posible, teniendo en cuenta que determinadas materias primas no las podrás comprar. Pero las hay muy buenas, simplemente analizando el precio, sin ir cada día al mercado, porque todo puede ser más caro. Muchos mercados, sabes, son un mito; la manzana habrá llegado allí tras haberla madurado i conservado en atmósfera controlada unos cuantos meses, porque la mayoría de veces la compras fuera de temporada. Cuanto más conocimiento tienes, menos pensamiento caricatura te puedes permitir.

¿Has limitado el crecimiento de Sosa? ¿Aspiráis a ser una gran multinacional?

No aspiramos a esto. Nosotros vivimos en un pequeño mundo que es la alta gastronomía y la alta pastelería. Solo te globalizas para crear una cierta economía de escala, por eso vendemos a 50 países y la exportación representa el 40% de la facturación. Esto nos permite ser muy creativos pero a nivel global este sector es y será minoritario. Afortunadamente, aún hay una gama amplia de la población que puede permitirse ir al restaurante o la pastelería a celebrar una amistad, o cualquier cosa. Luego está la pasión que nace en muchos países de cocinar en casa como los grandes cocineros.

No lo entiendo; he pensado siempre que en casa, limitado por el espacio y la técnica, tienes que hacer cuatro cosas básicas. Para experimentos ya están los restaurantes, donde investigan cada día.

Pues es interesante y será un fenómeno económico interesante. De hecho, tenemos una marca que es Home chef, que se vende a gente particular fascinada por la cocina y la pastelería y quieren hacer cosas en casa. De hecho es la recuperación moderna o conceptual de la antigua costumbre de cocinar en casa; en un contexto histórico no lejano la gente cocinaba mucho en casa.

Antes cocinar en casa era una tarea muy controlable. Con el montón de procesos en la cocina moderna, te juegas un ridículo espantoso. ¿No será una moda como pintar en casa o el bricolaje?

El ridículo lo puedes hacer abusando de cualquier cosa, sea la tecnología o la materia prima, o abusando del teatro. Cada prevalencia de uno de estos factores en un restaurante puede desequilibrar y, en consecuencia, puede ser causa del ridículo más estrepitoso. Que la gente vuelva a tener la pasión por cocinar es bueno, porque es un elemento consubstancial a la naturaleza o condición humana.