Luis Alberto Lera (Zamora, 1977) está acostumbrado a la resistencia. Elegir quedarse en Castroverde de Campos, un pueblo de 256 habitantes censados en la Zamora históricamente cerealista, y defender su cultura rural y cinegética a través de la cocina, es de testarudos. Lo hace por apego a la tierra y a la cultura que ha heredado: «No me considero adalid de nada», dijo en una entrevista a 7 Caníbales al poco de obtener la estrella Michelin para su restaurante, Lera.
Muchos compañeros de profesión sí lo consideran un referente, y en este agosto trágico para la tierra que ama, no deja de recibir llamadas de colegas que se interesan; que quieren mostrar su solidaridad. Luis Lera cree que, aun cuando se apaguen los incendios, hay que dejar encendidas las luces de alarma sobre lo que está pasando en el campo, y no solo hablar, sino pasar a la acción para luchar contra el abandono del campo en tantos frentes como sea posible, y en todos ellos, reclama, con coherencia y responsabilidad.
¿Cómo está viviendo estos días? ¿Cómo están los ánimos en Castroverde de Campos?
«Estamos desolados y preocupados. No tanto por Lera. Nosotros solo hemos tenido una cancelación y algunas llamadas de gente con reserva preocupada por si hubiera problemas para llegar. No estamos en peligro, pero tenemos un fuego a unos 40 kilómetros, y focos cercanos porque estamos próximos a León y Palencia. Hay humo en el ambiente; el fuego se respira en la atmósfera, el viento está cambiante, y en el camino se han perdido demasiadas cosas. Fauna, flora, vidas, medios de vida…»
Incluso en medio del caos, hay productores y hosteleros afectados que plantean la necesidad de un debate social y de cambios.
«Por supuesto. Lo primero es que se apaguen los fuegos, lo segundo, que asuman responsabilidades quienes las tengan que asumir, y lo tercero es ponernos a trabajar. El debate es inminente. Primero hay que preguntar por qué se producen tantos incendios en una zona tan concreta. Hay gente que quiere seguir viviendo aquí. Nosotros queremos seguir viviendo aquí. No podemos dejar que nuestra tierra se degrade. Yo tengo burros para mantener desbrozados los alrededores de mi casa. Las personas que permanecemos en estas zonas las mantenemos vivas».
A veces, con normativas en contra o enmarañados en la burocracia…
«De entrada, a los ciudadanos que vivimos en los pueblos todo nos resulta más difícil. Hay que dejar que el vecino que vive aquí pueda tener unas ovejas para mantener la tierra de matorrales. La administración tiene la responsabilidad de regular de una forma realista. Pero ojo, los que vivimos en los pueblos también tenemos una responsabilidad; la de tratar de que esto no muera; de que se entienda su valor. Apoyar a nuestros productores. Nosotros siempre hemos mirado al campo; a quien nos rodea. En su día creamos una cooperativa [Pichones de Castilla y León] para promover el consumo y la cocina del pichón de aquí.».
¿Qué cabe hacer desde la cocina?
«Hay que ser realistas. Los cocineros hacemos lo que está en nuestras manos, pero no salvamos vidas, no hacemos las leyes, no manejamos las grandes inversiones. Desde el mundo de la cocina hay que hacer de altavoz. Somos referentes sociales, somos conscientes de ello y estamos comprometidos. No te puedes ni imaginar la cantidad de compañeros de todas partes que me están llamando y escribiendo en estos días. Acabo de hablar con Quique Dacosta, con Chicote… Bueno, nosotros estamos bien, nos llevamos bien y estamos organizados, pero necesitamos más, porque hay que pasar a la acción de verdad, y para eso necesitamos a toda la sociedad».
¿Cómo?
«Siendo críticos, comprando productos ahora mismo a la gente que lo está necesitando. Con los compañeros estamos hablando de hacer una cena o lo que sea. La haremos, como hicimos la de la Dana, pero a mí se me queda corto. Creo que no solo tenemos que hacer eso, sino que a lo mejor, tenemos que llevarnos cada uno dos o tres quesos de estos productores a nuestros restaurantes, ser fieles clientes de nuestros productores, hablar a nuestros clientes, hacer que prueben sus productos. Ese es el verdadero apoyo que podemos dar, y hay que hacerlo de forma coherente. No podemos llenarnos la boca de discurso local y luego encontrarnos empujando el carrito en el mayorista».

Antes ha dicho que los habitantes de los pueblos también tienen una responsabilidad. ¿Cuál es?
«Tenemos un compromiso con el territorio, y creo que tenemos que volver a ser los dueños de nuestra tierra. Ahora mismo en Castilla León somos una comunidad que tiene la tierra un poco robada. Donde antes estaban nuestros campos de cereal y nuestros animales, ahora hay placas solares. Por eso creo que no se trata únicamente de hablar; sino que hay que ir mucho más allá. En parte de los pueblos que han ardido en esta zona vivían no más de 20 personas. Castroverde tiene 200 habitantes, pero la mayoría de mis vecinos supera los 60 años. No hay juventud; no hay relevo, y no tenemos en cuenta que el día que nos quedemos sin tierra, dependeremos de otros para comer. Nos quedaremos sin futuro y sin soberanía».
Una tarea ingente. ¿Por dónde empezar?
«El único modo de que esto salga adelante es pensando y reflexionando; nosotros y toda la sociedad. Cuando empezó la guerra de Ucrania, parecía que se nos acababa el mundo porque iba a dejar de llegar cereal de allí. Y te quedas pensando: ¡Pero si nosotros somos un país cerealista, lo hemos sido siempre! También somos un país ganadero, y sin embargo, traemos la carne de fuera. Hasta hace tres días hemos sido un país rural hasta. Luego nos hemos ido al otro extremo y nos hemos pasado de frenada. Tenemos que empezar a pensar en la importancia de producir alimentos y en la necesidad de pagarlos al precio que realmente tienen. Nos hemos acostumbrado a pagar de menos».
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***Foto portada: Igor Martín.