María Fontán: “El trabajo hay que pagarlo”

La mariscadora María Fontán utiliza sus redes sociales para visibilizar y dar valor a su oficio. Hablamos con ella de los aspectos más desconocidos de su profesión.

María Fontán utiliza sus redes sociales para visibilizar y dar valor a su oficio.

La dureza del oficio de mariscador es poco conocido, tanto que cuando María Fontán, profesional con casi diez años de experiencia, publicó, en redes sociales, un vídeo ejerciendo su labor en el mar se convirtió en viral.  “El objetivo de estas publicaciones es visibilizar la profesión. Mucha gente me insta a destacar los problemas de aquí… Yo no soy muy reivindicativa, pero me gusta mucho mi trabajo y que la gente lo pueda conocer”.  El vídeo mostraba a varias mujeres mariscando, con el agua hasta la cintura, a merced de las olas del mar, lo que dificultaba, aún más, la recogida de marisco.

 

A diferencia de lo que pudiera pensarse no es una profesión a la que sea fácil acceder, sobre todo, desde los años noventa. “Son plazas limitadas ya que se busca controlar la pesca. A medida que la gente se va jubilando se van ofertando los puestos libres. A ellos optas por puntuación. Si haces cursos, de percebeiro por ejemplo, te dan una serie de puntos. Cuando yo empecé esos cursos eran gratis, pero ahora hay que pagarlos y son muy caros. Si vives en una zona costera o llevas más de un año en el paro también suma puntos. Antes de los noventa, quien quería recoger marisco iba a la playa y ya está. Ahora no. Desde los noventa se marcó una cuota de autónomo y el Permex, que es el derecho de explotación. Por otro lado, no trabajamos para ninguna empresa o institución”. Si no hay marisco o no hay recogida, no se cobra, aunque María confiesa que no recuerda ningún día que no haya ido a trabajar “aunque haga mal tiempo”.

 

María se dedica al oficio desde 2014 cuando decidió probar en esta profesión tras un periodo de inestabilidad laboral. “Mi hermana mayor, que también se dedica a este oficio, fue la que me sugirió que entrara en él. Mi abuela fue mariscadora y mi padre –antes de ser albañil- también, así que no me venía de nuevo. No es que se gane mucho, pero es un trabajo fijo y me gusta”. Antiguamente era un oficio, principalmente, femenino, pero desde hace años la figura masculina es habitual.

María Fontan recogiendo el marisco con el rastrillo. Foto: @mariscadora2.0
María Fontan recogiendo el marisco con el rastrillo. Foto: @mariscadora2.0

Los días de trabajo los marca la Xunta y el horario el ritmo del mar. “Según la marea se empieza a una hora u otra. El nivel del mar va corriendo cada día de media hora a tres cuartos de hora. Por ejemplo, el lunes empezamos a las 7:00 porque fue el primer día de esta marea; el martes a las 7:45 y el miércoles a las 8:30 y así sucesivamente hasta el sábado. La semana que viene la marea baja por la tarde. Durante la jornada hay que contar con los horarios de la lonja. Si un día vamos a las 17:00 y la lonja cierra a las 16:30 ya no nos da tiempo… tenemos que estar antes para los compradores”. Y añade “Nosotros no vamos a mariscar cuando la marea avanza hacia la tarde o la noche, no baja siempre de la misma manera. Por ejemplo, en nuestra zona cuando baja del todo se queda todo seco. Cuando pasan los días, eso merma y no da para trabajar”.

 

Los sábados también se trabajan, pero no se cobran, aún así María señala que son los días más importantes porque es cuando se realiza lo que ellos llaman la resiembra. “Cogemos cría para sembrar en las playas o para limpieza de algas. Vamos los sábados de la semana que tenemos marea, el sábado siguiente o el anterior. En nuestro caso, tenemos una playa que, como pasa un río, genera mucha cría, pero no crece mucho. Así que cada cierto tiempo, la cogemos y, en playas que tenemos cerradas, vamos echando la cría. Cuando pasa un tiempo, volvemos. Es un trabajo que hay que hacer, aunque no se pague, porque si no, no habría marisco. Se hace pensando en el futuro”. El lugar de trabajo también es cambiante. “No siempre estamos en la misma playa unos meses estamos en un sitio y otros en otro”.

Tarde de vigilancia
María Fontan en su turno de vigilancia. Foto: @marsicadora2.0

 

Las playas suelen estar abiertas al público por lo que en verano se tienen que establecer turnos de vigilancia para que la gente no recoja el marisco, cosa que está prohibida. “Las vigilancias son cuando está la marea baja. Por la noche van los vigilantes de la Cofradía, pero de día realizamos entre 6 y 8 horas de vigilancia”.

 

El marisco se recoge, calibra y separa por tamaños al momento y se vende a la lonja el mismo día de recogida.

 

“¿Cuándo es mejor mariscar?”, preguntamos. “Depende del mariscador. Yo prefiero ir cuando apenas hay agua y trabajar con el rastrillo. Pero hay otros que prefieren ir cuando hay mucha agua y meterse dentro con la horquilla. Cuando trabajas fuera del agua hasta cuando hace mal tiempo se siente diferente, por eso lo prefiero”.

 

El sueldo depende de los kg recogidos y el precio que marca el comprador. No siempre se cobra lo mismo. “Por ejemplo en Navidad, son meses buenos que pueden llegar a 2.000 o 3.000 euros. Sin embargo, este año fueron 1.500. Este mes no sé si llegaré a los 1.000, hay otros que son 500. Con los años, aprendes a saber qué meses son buenos y cuáles no. Ahora llega Semana Santa y subirán los precios. Después se estabilizará y en verano, volverá a subir. Va con el mercado”. “¿Hay mucha diferencia entre lo que os pagan los compradores y el precio que llega al consumidor?”, lanzamos. “No digo que sea el doble, pero es verdad que, a veces, he visto precios que…”, deja en el aire.

El marisco que no da la talla se devuelve al mar. Foto: María Fontan
El marisco que no da la talla se devuelve al mar. Foto: María Fontan

Lo más duro, como en todo el sector primario, es que es un trabajo muy físico. “De lo que más se queja la gente es del dolor de espalda. Luego con la edad llegan el dolor de huesos, el reuma, la artritis…”

 

El futuro del oficio es incierto ya que las nuevas generaciones prefieren otras profesiones. “No hay mucho relevo. Hablando con una amiga contábamos que en nuestro grupo no habría más de 10 o 15 jóvenes. Creo que porque el trabajo es duro. Nosotros lo vemos como un trabajo estable, donde cotizas… es verdad que el sueldo no es gran cosa, pero aquí o hay una crisis terrible que no te permite mariscar o nadie te va a echar de tu trabajo, tienes sensación de estabilidad y eso es algo que a mí, personalmente, no me ha ocurrido en otros trabajos. Supongo que la juventud no piensa en esa estabilidad. Aún así, hay gente, no tan joven, que sí quiere entrar en el oficio, lo que no sé es qué ocurrirá en el futuro”.

 

Durante la pandemia, estuvieron poco más de un mes parados, mucho menos tiempo que en otras profesiones. Marta explica que fue una época extraña. “A raíz del parón, en 2020-2021 subieron los precios, fue algo raro. Cuando pensábamos que, a causa de la pandemia, nadie iba a comprar marisco, fue el año que más ganamos”. Preguntamos si les ha afectado la subida de precios en la cesta de la compra de este 2023. “No, la verdad…. El incremento que notamos es por lo que ha sucedido en zonas como la Ría De Noia. De las riadas que hubo, entró mucha agua dulce en la ría y provocó mucha mortalidad. Los mariscadores no fueron a trabajar y claro, si una zona donde hay tantos mariscadores como esa, no trabaja, los compradores tienen que ir a otro lado”, señala.

María Fontán trabajando con rastrillo. Foto: María Fontan
María Fontán trabajando con rastrillo. Foto: María Fontan

En cuanto a los aspectos que habría que mejorar, uno es la contaminación. “Hace años cerraron unas playas por contaminación y no se podía recoger marisco, con las consecuentes pérdidas. Hasta que la zona se recobró pasó tiempo… La contaminación fue causada por los vertidos al mar de las depuradoras de marisco o pescado… Eso es inconcebible. Hubo muchas denuncias, pero dieron igual. Fue una época y un proceso complicado aunque se consiguió que la fábrica de pescado cerrara”.  Y añade “lo que sí me gustaría destacar es el tema del precio. A partir del vídeo, mucha gente se ha dado cuenta de por qué el marisco tiene el precio que tiene. Luego dicen que es caro. Nuestro oficio es un trabajo duro porque nosotros estamos aquí haga frío o calor, sea verano o invierno, haga buen o mal tiempo. Me gustaría que la gente valorara eso cuando compren el pescado. El trabajo hay que pagarlo”.