Piero Incisa della Rocchetta: el Michelangelo del Pinot Noir que eligió la Patagonia argentina

Argentina ocupa el undécimo lugar del mundo en número de hectáreas de pinot noir. Hay quienes sugieren que la región del Rio Negro, en el sur del país, está en condiciones de posicionarse en el mapa vinícola mundial, como una de las regiones destacadas por su producción de pinot noir de alta gama, como sucede con Oregon o Borgoña. Cierto, es que el Chacra Pinot Noir Treinta y Dos de 2018 fue elegido en 2020 como el mejor del mundo por James Suckling. Su productor luce hoy unos de los vinos más finos del país y cuenta con una historia personal y familiar fuera de lo común. Él y la cepa a la que ha apuntado, están muy lejos de su lugar de origen.

¿Qué tienen en común la fontana de Trevi en Roma, el canto trigésimo tercero del Infierno de Dante Alighieri, el vino Sassicaia, el célebre purasangre Ribot y los vinos que desde hace 20 años se producen en Bodega Chacra, en Rio Negro? Mucho. Para ser preciso, el escudo y la sangre de la familia de Piero Incisa della Rocchetta, el italiano embarcado hace dos décadas en una aventura vinícola en la patagonia argentina, que dejó atrás su zona de confort en Bolgheri, en la Maremma toscana, para seguir su intuición sobre las capacidades de esta región para producir grandes vinos.

 

7Canibales ha visitado en Mainque, Rio Negro, a Piero Incisa della Rocchetta, apodado el Michelangelo del Pinot Noir por el crítico Luis Gutiérrez (en su último informe ha otorgado 99 puntos a otro pinot de Chacra, el Cincuenta y cinco 2021), para que nos contara como nació su proyecto temerario: medirse con la piel sutil de la pinot noir, en una región extrema como la Patagonia y un país complejo como Argentina, y hacerlo eligiendo la biodinámica. De alguna forma, sigue el espíritu y las huellas de su abuelo Mario, el creador del Sassicaia.

Los álamos protregen la viña de los fuertes vintos. Foto G. Abrami.
Los álamos protregen la viña de los fuertes vintos. Foto G. Abrami.

Piero nos recibe en la casa que diseñó en Mainque, rodeada de tilos, tunas o rosaledas, con lavanda frente a las hileras del viñedo, punteadas de colmenas y enmarcadas por altísimos álamos plantados por él mismo. Más de 35 mil árboles que cortan los fuertes vientos y protegen las uvas del inclemente sol patagónico. Nuestro anfitrión nos cocina un suculento pichón, cazado en los mismos viñedos donde cultiva el hermoso y frutado pinot noir con el que lo acompaña. Como aperitivo, ofrece un queso Comté servido con el vibrante Chardonnay que firma con Jean Marc Roulot.

 

Cada elección y cada gesto de este noble viticultor italiano, descendiente de una de las familias más importantes de la nobleza italiana y del mundo del vino, parecen estar impregnados de significado, belleza y nutrición que tocan tanto el cuerpo como los sentidos. El vino en sí, de hecho, es el resultado de una multitud de decisiones y detalles y los que nos sirve hoy reflejan la belleza que nos rodea.

Un organismo vivo y complejo

cuyo equilibrio se fundamenta

en la relación entre

suelos, plantas, animales y hombre

En el sur de Argentina, la palabra chacra identifica la finca destinada a la fruticultura (principalmente peras y manzanas). A la vez, según la teoría hinduista, desarrollada por Rudolf Steiner, cuyas enseñanzas sobre la agricultura son el fundamento de la biodinámica, los chakra son los centros de energía vital localizados a lo largo del cuerpo. El nombre que Piero eligió para su bodega muestra la visión de Incisa della Rocchetta sobre lo que es o debería ser una empresa agrícola, un organismo vivo y complejo cuyo equilibrio se fundamenta en las relaciones entre suelos, plantas, animales y hombre, que participa de este equilibrio para respetarlo y fomentarlo.

 

La última añada ha sido complicada en la región de Rio Negro. Una helada tardía, a finales de octubre, ha provocado ingentes perdidas de uva que sin embargo es de excelente calidad. Son los riesgos de cultivar en una región extrema como la Patagonia, pero Piero lo tiene calculado, como todo lo demás: “Si es fácil, no me interesa” nos dice. “Si quisiera algo fácil, me habría quedado en New York (donde estuvo viviendo en las décadas anteriores, repartiéndose entre Toscana y Estados Unidos) y hubiese invertido en un fondo de cobertura”.

Amplitud termica en Chacra. Max 32.2 Min 11.8 Foto G. Abrami.
Oscilación térmica en Chacra. Max 32.2 Min 11.8 Foto G. Abrami.

Justamente en la Gran Manzana, Piero participa en una cata a ciegas a comienzos del siglo XXI. Solo uno le llama la atención: “No se trataba de un gran vino, más bien de un entry-level, pero tenía las características florales y frutales que yo buscaba”. Es el perfil que ha encontrado desde muy joven en los mejores pinot noir de Borgoña, en los que su abuelo Mario le hacía mojar los labios, para enseñarle a reconocer un gran vino. Ese vino resultó ser de Rio Negro, una región completamente desconocida para Piero.

 

En 2002 viaja por primera vez a Patagonia. ¿Con qué te encuentras?

 

Encuentro preguntas. Encuentro un microclima y un paisaje que no son típicos de las zonas vinícolas y que me llevaron a cuestionarme si en este lugar se podían hacer o no grandes vinos. Te das cuentas de no saber nada, de juzgar sin tener el conocimiento necesario, basándote en nociones aprendidas en Europa y Estados Unidos, mientras acá todo es diferente”.

«Te das cuentas de no saber nada,

de juzgar sin tener el conocimiento»

Este vigneron italiano encuentra en Río Negro un clima semidesértico y árido (apenas 150 mm de lluvia al año), vientos fuertes e incesantes, una oscilación térmica absurda entre el día y la noche que llega hasta los 40 grados, una irradiación solar y una pureza lumínica excepcionales, y un ambiente impoluto. Encuentra además una cantidad ilimitada de agua cristalina, producida por el deshielo de los Andes y llevada por los ríos Limay y Neuquén, que confluyen luego en el Rio Negro. Conoce el sistema de riego proyectado el siglo pasado por el ingeniero italiano Cipolletti, y construido por Severini, otro ingeniero italiano, que permite prosperar en medio de un clima tan árido un cinturón verde de perales, manzanos y vides a lo largo de las orillas del Rio Negro.

 

Encuentra, finalmente, un material genético excepcional, sobrevivido a la peronospora, el oídio o la filoxera gracias precisamente a esas condiciones climáticas extremas: viñedos de pie franco, con 120 o 130 años, plantados por italianos a comienzos del siglo pasado.

En medio de los vinedos colmenas, abeja, flores y verde
En medio de los viñedos colmenas, abeja, flores y verde.

Dos años después, Piero cosechaba la primera añada de Bodega Chacra. Abandonaba feliz su zona de confort, buscando respuestas a sus preguntas y aceptando el desafío. Hizo falta que llegara otro italiano a estos pagos desolados, para dar nueva vida y otra envergadura a las cepas plantadas a comienzo de siglo por un véneto y un napolitano.

 

El año que viene, Chacra cumple 20 años de esa primera cosecha. En la historia personal de Piero y la bodega hay otra fecha más importante: el año 2013 marca un momento bisagra a la hora de definir su modo de hacer vino y de habitar este mundo.

 

Una caída accidental, 18 fracturas, un dolor físico agobiante, muchas cirugías, 7 meses en silla con ruedas, 50 clavos y 8 placas de titanio en el cuerpo que lo obligan a la inmovilidad y lo empujan a la introspección, a balances y nuevos cálculos sobre las elecciones tomadas, o no tomadas, hasta entonces.

«Si necesitas utilizar química

para obtener un producto agrícola,

significa que lo estás haciendo

en el lugar equivocado»

“En ese momento empezó una etapa de reconsideración y reflexión íntima y personal, nutrida por el deseo de una mayor autenticidad y guiada por una mayor confianza en mi intuición. Esa etapa tuvo consecuencias sobre mi vida privada y sobre mi forma de hacer vino. Cambié de equipo y forma de trabajar en la bodega y en el viñedo, empezando a hacerlo como había deseado siempre: eliminando la química, eligiendo una conducción orgánica y biodinámica, un uso parsimonioso de la madera, prefiriendo la infusión a la extracción, y el empleo de levaduras indígenas, un protocolo muy estricto y complejo, pero muy respetoso. Un trabajo muy costoso y meticuloso, pero que nos permite hacer lo vinos que estamos haciendo. ¿Buenos? ¿malos? it’s a matter of taste: tienen que decirlo los demás. Nosotros podemos decir que hemos alcanzado resultados que nos gustan, y hemos podido crear esta realidad desde un viejo viñedo abandonado”.

 

Chacra es hoy una bodega sana, una empresa agrícola con amplios márgenes de ganancia, en la que la demanda de vino supera el 60% de la producción. La utilidad se invierte cada año, debido a la inflación argentina, y se distribuye entre los empleados. “Sin un equipo excelente no podría hacer nada”.

 

La elección de la agricultura orgánica y biodinámica, nos dice Piero, era “la única sensata, porque si necesitas utilizar química para obtener un producto agrícola, significa que lo estás haciendo en el lugar equivocado. Una de las mission de la empresa es hacer en lo posible vinos que muestren el lugar, que reflejen la belleza del entorno en que se cultivan. Estamos comprometidos con hacer unos vinos y una agricultura sin química (glifosatos, pesticidas, cobre, herbicidas: estas cosas acá no existen). Hubiera podido producir vino en Francia, o en Italia, pero he decidido venir acá porque solamente en este lugar tengo las condiciones ambientales que me permiten producir vinos como yo quiero. Si lo hiciera de la misma forma en otro lugar, perdería el 60 o el 70% de la cosecha: sería imposible trabajar de esta forma sin el microclima de Rio Negro”.

Piero Incisa della Rochetta, el Michelangelo de la Pinot Noir. Foto cedida por Chacra.
Piero Incisa della Rochetta, el Michelangelo de la pinot noir. Foto cedida por Chacra.

¿Cómo has explicado a tus importadores y distribuidores el valor de este proyecto, de esta realidad?

 

“No creo que se tenga que explicar nada: el vino habla por sí mismo. Cuando se pide una copa de vino en un restaurante, el responsable del proyecto no puede estar siempre presente para explicarlo y a menudo no hay ni siquiera un sommelier: el vino tiene que hablar por sí mismo, tiene que ser bueno y tiene que serlo ya desde muy joven. Es un de las cosas que me enseñó mi abuelo: un buen vino tiene que tener la capacidad de añejar pero debe ser bueno también recién hecho. Tenemos la suerte que nuestros vinos tienen esta característica, y además maridan muy bien con la comida que la gente busca en las grande ciudades, donde cada vez se prefiere más una cocina vegetal, liviana. Nuestros vinos tienen un bajo grado de alcohol, no tienen taninos, son muy florales; se trata de vinos gastronómicos. Otro aspecto importante: cada vez más personas eligen cambiar su forma de vivir, tratando de consumir menos, renunciando a tener un auto, tratando de no usar tanto plástico. El cuidado del ambiente, el esfuerzo y el compromiso que tenemos también se acoplan muy bien a la forma de sentir de cada vez más personas. Y por último: son vinos digestivos, saludables, sin química, que no causan resaca. Todas razones que explican la excelente respuesta que tenemos del mercado”.

 

Al poco de empezar esta historia, un importador se mostró perplejo al saber que la pinot noir del nuevo proyecto de Piero no crecía en Borgoña, como había dado por sentado, sino en Patagonia. El importador demostró no tener presente la historia de este vástago toscano, que había elegido apuntar a una noble cepa francesa lejos de su clásico terroir.

«Son vinos digestivos,

saludables, sin química,

que no causan resaca»

Un poco de historia. En el siglo pasado, su abuelo Mario Incisa della Rocchetta, piamontés y amante de los caballos y los vinos, y en particular de los cabernet de Burdeos, plantó esta cepa en Toscana –algo totalmente inusual entonces. Lo hizo empujado por un vino probado durante sus estudios universitarios en Pisa, siendo huésped de los duques Salviati. El vino procedía de una parcela de una finca muy pedregosa, en Bogheri. Había notado el parecido entre ese suelo y los de Graves, en Burdeos (que conocía bien gracias a su amistad con el baron Rotschild). Graves del francés grave –grava- y Sassicaia. del italiano sasso -piedra- comparten origen semántico. El resto del relato es historia de la viticultura mundial y habla de una noble cepa francesa plantada lejos de su terroir, que dará vida a un vino que es leyenda, venerado en todo el mundo, primer y único vino italiano en haber obtenido una denominación propia: DOC Bolgheri Sassicaia.

 

Reconoce haber aprendido de su abuelo no solamente a reconocer un gran vino, sino también a pensar de forma no convencionalout of the box. De él ha heredado el compromiso hacia el cuidado del ambiente –Mario fue uno de los fundadores y primo presidente de WWF Italia– y de la comunidad. “Mi abuelo era un bon vivant, pero uno iluminado. Había hecho dos guerras y sin duda había visto atrocidades inenarrables, tenía una humanidad desmesurada. Era un genio, escribía, hacia dibujo de arquitectura, dibujaba jardines, tuvo la inteligencia de asociarse con Federico Tesio (dueño de la Dormello-Olgiata, el establo que parió el legendario purasangre Ribot), tuvo un enorme éxito con los caballos de carreras y luego creó el Sassicaia. Ha sido siempre un gran protector del medio ambiente y de la naturaleza. Fue un privilegio criarse cerca de una persona iluminada y fuente de inspiración”.

Piero Incisa en su bodega de Río Negro. Foto cedida por Chacra.
Piero Incisa en su bodega de Río Negro. Foto cedida por Chacra.

“Uno de los legados más valioso que me dejó fue enseñarme que en la vida tenemos grandes deberes y responsabilidades y que estas van antepuestas al espíritu egoísta de cada uno”. Una de estas responsabilidades implica ocuparse de la comunidad en la que uno vive. Uno de los objetivos de Bodega Chacra, ya en marcha, es la construcción de un comedor y viviendas para los trabajadores (de una bodega dedicada a la sola produccion del vino Sin Azufre), diseñadas por el arquitecto brasileño Isay Weinfeld, con el fin de darle a sus empleados la posibilidad de vivir en casas acogedoras, donde puedan tener calor en invierno y fresco en verano y puedan estar rodeados por la naturaleza.

 

Los verbos nutrir y cuidar apuntalan cada aspecto de este proyecto, nos parece, y se concretan en una realidad de una belleza singular. Belleza que trasciende la pura cuestión estética: cada elección concurre por supuesto a crear el encanto de este micro universo engastado en el Alto Valle de Rio Negro, pero cumple también con una función muy precisa en el equilibrio que rige esta armonía y que da come resultado unos vinos auténticos, frescos, trasparentes, digestos, vibrantes, minerales y complejos.