La estrella de Málaga

Tribuna

Aunque alguna otra está al caer, o así debería ser, de momento la única estrella Michelin de Málaga capital la tiene José Carlos García, cocinero tan sólido como poco mediático, que mantiene una línea de refinada cocina mediterránea, ceñida casi siempre al producto local. El malagueño revisa y actualiza el recetario de su tierra con platos como el ajoblanco con granizado de vino tinto y vainilla, una receta que representa muy bien su trabajo. Formado, como tantos otros destacados cocineros de Málaga, en la escuela de hostelería La Cónsula, su padre, hostelero, le envió a conocer las cocinas de varias capitales europeas antes de regresar a España para completar su aprendizaje primero junto a Martín Berasategui y luego con Joan Roca en El Celler. De vuelta a su ciudad natal, se hizo cargo del restaurante familiar, el clásico Café de París, desde donde aportó aire nuevo a una gastronomía que estaba adormilada. Le conocí allí en 2001 y ya entonces me sorprendieron su técnica y su capacidad para darle una vuelta a la cocina clásica en la que se había formado. Esas buenas sensaciones de sus primeros tiempos se han ido confirmando y José Carlos es ya uno de los grandes cocineros andaluces.

 

Hace diez años abrió el restaurante que lleva su nombre en el Muelle Uno, en el puerto de Málaga. Un precioso sitio. Con una amplia y cómoda terraza donde se sirve el aperitivo a los clientes y donde estos pueden tomar la copa de sobremesa. Con una enorme cocina abierta que separa los dos comedores, el de atrás con un jardín vertical, el de delante, acristalado, con excelentes vistas. Un lugar privilegiado frente al mar, con La Alcazaba y la Catedral como telón de fondo. Para celebrar el décimo aniversario del restaurante, José Carlos invitó la semana pasada a su maestro Joan Roca a cocinar allí con él. El resultado, una magnífica cena en la que Joan y su equipo prepararon un ajoblanco de caballa, manzanilla, limón y alcaparra, un lenguado a la brasa con cinco salsas mediterráneas (aceitunas, hinojo, piñones, bergamota y naranja), y el conocido postre láctico. El malagueño, por su parte, los aperitivos y algunos de sus clásicos: quisquillas maceradas con zumo de pimientos asados, porra de tomate con sardinas asadas, y solomillo ibérico con peras estofadas. Bonito encuentro de maestro y discípulo y de dos cocinas mediterráneas con muchos puntos en común.

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