Rincones del Mediterráneo

En una ruta veraniega desde el Cap de Creus hasta el Cabo de Gata, pasando por las Baleares, hay sitios no muy conocidos y a precios asequibles que merece la pena visitar

Vaya por delante que sitios a los que merece la pena ir hay, por suerte, muchísimos en nuestro país. Cada persona tiene su particular lista. Pero los que relato a continuación tienen como nexo común su apuesta por la calidad, la sencillez, el buen gusto y su localización excepcional, así como un precio asequible. Y para muchos, son desconocidos aún. Porque ni están en muchos casos en las grandes guías, ni tienen estrellas Michelin, ni apuestan por el gran público. En mi ruta del pasado verano, entre el Cap de Creus (Girona) y el Cabo de Gata (Almería) pasando por las Baleares, he encontrado mis particulares sorpresas del Mediterráneo.

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Eduard Xatruch (izquierda), Oriol Castro (segundo izquierda) y Mateu Casañas (derecha) con su equipo de cocina, fotografiados por Francesc Guillamet.

Empezamos por el norte, en pleno Empordà. La Costa Brava se llena de veraneantes de un nivel medio-alto cada año y la oferta culinaria es rica y variada. Ahí están, por ejemplo, el gran Joan Roca o el no menos grande Paco Pérez, con el Celler de Can Roca y Miramar. A escasos minutos de Francia está también Garbet, uno de esos rincones de los que hablaré en este artículo, pero que destacó antes que yo el compañero Lluís Ariza. Así que vamos bajando en dirección sur y encontramos uno de los pueblos más bellos del Mediterráneo, residencia de Dalí  y de la alta burguesía catalana: Cadaqués. Dos rincones a destacar en esta población. El restaurante Compartir, de los ex Bulli Oriol Castro, Mateu Casañas y Eduard Xatruch, que ya nos relató Salvador Garcia-Arbós, y la coctelería del bar Boia. Un establecimiento de toda la vida (funciona desde 1947), en la playa de Cadaqués, al que Manel Vehí y sus cóctels le han dado un giro absoluto por las noches. De melocotón Melva en honor a elBulli, el Zombie de ron, el Gin Fizz Bulli o su Mojito, son algunas de las especialidades de Vehí, un trotamundos de la coctelería que ha trabajado junto a Ferran y Albert Adrià, entre otros.

La ruta sigue hacia el sur. Toca parada para salir a navegar con un grupo de amigos. Desde el puerto de Palamós, se puede salir toda la mañana en veleros de época por 28 euros, aperitivo y bañito en la cala de La Fosca incluido. Si por algo es conocida esta población es por la gamba roja. Así que después de probarlas junto a un excelente arroz en el propio puerto, nos acercamos a la lonja a verlas llegar. Son las 17.00 y los barcos pesqueros están llegando. El producto pasa primero a subasta y a continuación abre cada día un pequeño mercado en la propia lonja, en la que la mayoría de puestos pertenecen a la familia de los pescadores. Sin intermediarios por en medio, el resultado es poder comprar esas magníficas gambas a 45€/kg. Para hacernos una idea, dos días después en el mercado de la Boqueria de Barcelona, están a 80€/kg.

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Las barcas de pesca llegando al puerto de Palamós. El mercado de la lonja, y el producto final.
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Jardín de BarTreze.

Permanecemos en Barcelona porque en la zona alta de la ciudad, en el barrio de Sarrià, ha abierto sus puertas  Bartreze. Un oasis en un barrio ya de por sí tranquilo. Rodeado de dos buenos restaurantes con sendas terrazas, como son Vivanda y Tram-Tram, el Bartreze, en la calle Major de Sarrià, comandado por Esther Díaz, ofrece una terraza interior con arena y tumbonas, al estilo playero, algo para picar y coctelería. Los siempre excelentes ahumados de Carpier, seleccion de quesos y de ibericos, ensaladas, espárragos La Catedral, habitas con jamon…y para el vermut, almejas, sardinas y berberechos La Brújula y postres de una de las pastelerías catalanas con más tradición: Foix. Para beber, una carta de vinos correcta una gran variedad de ginebras -130- algo que no es nuevo para esta emprendedora, que presume de ser una de las pioneras en ello, y que regenta otra coctelería en Molins de Rei. Es el Palau Nou, abierta desde 2011, y que es la continuación de Palau, la coctelería en la que Esther reunió en 1997 ni más ni menos que 318 ginebras. Una locura en aquella época, una moda en la actualidad.

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Fideuá de pollo, foie y boletus de El Rincón del Faro.

Seguimos con la ruta sur en dirección al Cabo de Gata. La siguiente es una parada técnica para comer. Aunque Xavier Agulló me ha recomendado pasar por La Taberna Gourmet, en Alicante, el hambre nos obliga a frenar antes. Lo hacemos en Cullera, donde aconsejados reservamos mesa en El Rincón del Faro. Un sitio de imagen sencilla, pero con unos arroces variados y fantásticamente cocinados. El del Llaurador, la paella de pato, boletus, alcachofas y pelotitas de puchero, la paella de carabineros, vieiras, rape y alcachofas o la fideuá de pollo, foie, boletus y ajos tiernos. Un buen pit stop antes de retomar la ruta por carretera.

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La cala de San Pedro, en el Cabo de Gata.

La siguiente parada ya es en Villaricos, en el Cabo de Gata. Una gran extensión de tierras áridas que desembocan en una costa escarpada de gran belleza. Una zona con muy buenos pescados (es típico el gallopedro, plancha o frito, o por partes, destacando su cabeza) y una cocina en transición entre la tradición arrocera del levante, la huerta murciana, las frituras andaluzas y los platos más sencillos de la cocina almeriense, entre los que he de destacar la fritaílla de cerdo, con un gran sofrito, muy recomendable en Casa Adelina, una sencilla cantina de Turre.

En Villaricos subimos el listón gracias a Don Tadeo, un pequeño restaurante conocido por los lugareños y veraneantes, donde hacen un gran arroz. Tadeo, ex alcalde del pueblo y además sanador en sus tiempos libres, puede presumir de tener el restaurante lleno habitualmente. Tanto, que, cuenta él mismo, rechazó la presencia del expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, porque su equipo de seguridad puso demasiadas condiciones. En fin, uno que no puso condiciones al Tadeo, pudo degustar una serie de entrantes (tronco de bonito, calamar al aceite y torticas de camarón) y como plato principal, la estrella de la casa: arroz con bogavante. Algo caldoso y exquisito. La sobremesa se alarga, con Tadeo y su whisky on the rocks sentado en la mesa como uno más.

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Calamar en aceite y arroz de bogavante en Don Tadeo.

Las islas

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Puesta de sol en Son Marroig.

La ruta, obviamente ya no en coche, pasó también por las Baleares. Mallorca ofrece de todo a su visitante. Pero cuando hablamos de «rincones», en esta ocasión me voy a referir a un rincón en su sentido más literal. En plena sierra de Tramuntana se esconde un paraje idílico. La cala Sa Foradada es un lugar desde donde se ve una fantástica puesta de sol. En la finca de Son Marroig, además, se puede tomar una copa y acabar cenando sobre el mar. Se trata de las antiguas tierras del Archiduque Luis Salvador de Austria. La carta es sencilla y lo más mallorquina posible, aunque sin virtuosismos, aunque las vistas lo compensan.

Tras un par de días en Formentera (cuesta encontrar sitios a un precio razonable), pasé por Ibiza, donde en pleno puerto y bullicio turístico, se esconde un restaurante de la antigua escuela. Sin terraza, con manteles a cuadros pero familiar y con toda la maestría que da la experiencia, el producto local intachable y precios que ya no se estilan en las Pitiusas. En Can Costa puedes degustar platos tradicionales como el potaje de garbanzos, las albóndigas, el guisado de cordero, la sepia a la plancha y la chuletilla de cordero. Y también lo que llega fresco del día, como unas excelentes gambas o los distintos pescados. Difícilmente se pagan más de 20 ó 30 euros, y a veces toca compartir mesa. Es una vuelta a la Tierra en pleno desfase ibicenco.

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Entrada a Can Costa, y las gambas que se pueden tomar.

Y es, además, el mejor final posible -en mi opinión, claro- a mi ruta de rincones por el Mediterráneo.