Maria Solivellas ficha por el agroturismo Es Racó d’Artà

Belén Parra

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Cuatro años ha tardado Maria Solivellas en dar el ‘sí, quiero’ a la propiedad del agroturismo Es Racó d’Artà, enclavado en un paraje tan exclusivo como apartado de todo al noreste de Mallorca. Un destino recóndito e ideado a conciencia para desconectar, que fundamenta el alojamiento incluso en retiros donde la alimentación resulta crucial.

 

De ahí el interés de los dueños en su amiga Maria Solivellas, a quien sondearon por primera vez para el proyecto nada más abrir sus puertas en 2020. Desde entonces, Es Racó d’Artà ha estrenado equipo de cocina prácticamente cada año. Una situación que confían revertir con el fichaje de esta cocinera, que estrena su personalísima propuesta gastronómica esta temporada.

 

En ese perderse para encontrarse con uno mismo que promulga este agroturismo, Solivellas facilita la conexión con su Mallorca del alma. La que se expresa con naturalidad y sin artificio. La de quienes la sienten, trabajan, disfrutan y divulgan con su oficio artesano. La que fluye también fuera del mar mediterráneo. La que ella recrea en Ca Na Toneta, el restaurante de interior donde desarrolla su cocina rural autodidacta.

 

Justo la que mejor encaja en Es Racó d’Artà, agroturismo de gastronomía identitaria donde campar a tus anchas por sus extensiones. Sin ir más lejos, 14 hectáreas de viñedos para el vino propio. El primero, un rosado que entrará en la bodega del restaurante homónimo en cuestión de días. Solivellas firma una conceptualización integral de la oferta gastronómica del agroturismo, para el que ha conseguido un equipo comprometido. Con ella, con sus principios culinarios, pero sobre todo, con Mallorca.

Ensalada de alcachofas
Ensalada de alcachofas

La apuesta por Maria supone la simbiosis perfecta. Nos identificamos plenamente con su cocina de producto de temporada y proximidad”, apunta el director de Es Racó, Joan Guiscafre.

 

Ella está encantada con esta nueva aventura: “Este lugar tiene mucho rollo y me siento muy cómoda aquí, donde el paisaje está en el centro de todo”. También en sus cartas -de desayuno, de mediodía y de noche-, líquida incluida. De esta última se encarga la sumiller Evelyn de las Alas, quien además formula bebidas y cócteles de la casa.

Bebida casera a base de fresas frescas
Bebida casera a base de fresas frescas

En los primeros días de asesoramiento, Maria Solivellas las ha cambiado continuamente. “Quiero que sean dinámicas, pensando principalmente en quienes deciden encerrarse en Es Racó unos días”, esgrime. El restaurante del agroturismo también recibe a clientes no alojados, de talante “muy diferente” a los que frecuentan Ca Na Toneta. “Comparto mucha clientela con Es Racó, pero a mi restaurante llegan de otra manera, a sabiendas de que seguramente no podamos adaptarnos tanto a apetencias puntuales o caprichos personales”, apunta.

 

Su mallorquinismo radical en la mesa se expresa en la selección de producto que se exhibe, se cocina o se sirve. Desde los huevos ecológicos de Sa Teulera a las frutas de Terracor, los embutidos de Can Company o los mariscos de Rosario, familia de pescadores con barco propio en el puerto de Cala Ratjada.

Taco de tártaro de gamba y cítricos
Taco de tártaro de gamba y cítricos

También en la actitud que Maria Solivellas espera de los suyos, ya sea en Ca Na Toneta como ahora en Es Racó d’Artà. Una mentalidad que pasa por priorizar la tradición local. “Aquí he tenido que empezar otra vez de cero. Volver a transmitir los valores que defiendo en cocina para que el resto del equipo sepa hacerlos también suyos”, explica Solivellas.

 

Por eso en Es Racó ha eliminado todo cuanto no se produce en la isla -frutas exóticas, salmón, determinados quesos…- y ha incorporado incluso una tienda para la adquisición de producto artesanal. Ella afronta esta nueva misión como un reto. “Me motiva e ilusiona a partes iguales -apostilla- quiero que todo el que pase por aquí, coma y beba Mallorca; que se vaya con una idea clara de lo que es la isla. Ahora que estamos tan globalizados, la apuesta por lo local se hace imprescindible”, remacha.

 

Maria Solivellas solía alojarse en este mismo agroturismo al cierre de cada temporada alta. Durante su última estancia, en septiembre del año pasado, es cuando tomó conciencia del margen de mejora en un agroturismo “único en la isla”. Lo tiene todo, salvo el mar que queda en el horizonte, para vivirlo como una experiencia inmersiva. Completa, intensa y enriquecedora. Repetible, según el bolsillo de cada uno.

 

Porque el lujo radica tanto en el silencio y la paz predominantes, como en el Guinovart del lavabo del restaurante, el Miró de la bodega donde servirse un trago largo o el plato a la carta de una Solivellas en estado de gracia.