Marcelo Retamal, el enólogo que se atrevió a sacar del molde el vino de Chile

Entender el vino y hacerlo para dar placer, son las claves del enólogo más atrevido de Chile en la última década. Veinte años construyendo de Martino y ahora con sus pripias aventuras: Reta y Viñedos de Alcohuaz. Ahorab abre horizontes en España, con la mirada puesta en la sierra de salamanca, Rioja y en Sanlúcar .

Mariana Martínez

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Cuando el joven Marcelo Retamal, el Reta, llegó a la Viña De Martino en 1996 al mando de su enología, puso una condición que marcaría su futuro y el de esta bodega de raíces italianas, con viñedos y bodega en el corazón del Valle del Maipo. ¿Por qué no decirlo?, también impulsaría un futuro mucho más diverso para los vinos de Chile. La condición, a la que su jefe, Pietro De Martino, nunca tuvo reparos era que cada año viajaría un mes, para aprender en una región vitivinícola del mundo. Podría ser sobre una cepa, una manera de hacer las cosas, el lugar, las personas… Una hoja de ruta con la que muy pocos enólogos se embarcaban en Chile. Comenzó recorriendo la mayor cantidad de proyectos posibles por día de viaje, y terminó en 2019 con la tranquilidad de estar una jornada completa probando y conversando con Armando Guerra, un viñatero cuyo trabajo admira.

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Marcelo Retamal en Viñedos de Alcohuaz. Foto cedida por Marcelo Retamal.

El Reta fue plasmando todo lo aprendido en los vinos que nacieron de su mano en la Viña De Martino. También, fue haciendo su propia escuela, formando enólogos quienes hoy lideran bodegas destacadas con su misma curiosidad y entendimiento del vino.

 

En este camino, al que en 2011 sumó su primer proyecto personal en Elqui, como socio de Viñedos Alcohuaz, se atrevió a cosas que nadie había hecho todavía en Chile; osadías que se convirtieron en tendencia. Su afán y el de De Martino por conocer el potencial de los viñedos chilenos, les llevó a comprar uvas en 347 lugares diferentes. De allí nacería la línea De Martino 347, destacada por su relación entre precio y calidad. En aquel proceso, descubrieron el potencial del Valle del Limarí para elaborar los primeros chardonnay nacidos en Chile de suelos calcáreos, así como el potencial de las uvas de cariñena y mezclas de campo de viñedos viejos, para dar vida a grandes vinos de guarda. Fueron los primeros en contratar los servicios del recién doctorado en terroir Pedro Parra, para entender dónde estaban parados. También, hicieron el primer carmenère de cosecha temprana y armaron tremendo revuelo al anunciar, justo en medio de la era Parker, que nunca más comprarían barricas nuevas. La medida, explica Marcelo, responde a que las barricas nuevas exigen largas guardas en botella y no existe esa paciencia para esperarlos.

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Viñedos de la Quebrada de Chalinga. Foto cedida por Maréelo Retamal.

 “Todos mis vinos, dice, tienen barricas (de más de cuatro usos), porque si les pongo nueva los destrozo, me los tengo que tomar yo… Tiene que ver con mi objetivo: los vinos deben dar placer”.

 

Aunque pocos lo recuerdan en los días del auge del Valle del Itata, el Reta fue el primero que llegó hasta allá, en 2011, para poner el foco de atención sobre la tinta cinsault. Entonces, su anhelo era vinificar en viejas tinajas de greda, imitando los qvevri de Georgia, que empezaban a ponerse de moda en Europa, y con la intención de no usar sulfuroso en el proceso. Llegaba así a Chile el movimiento de los vinos naturales, de la mano de un enólogo que ya había acumulado prestigio con grandes cabernet sauvignon del Maipo y syrah de las alturas. Un año después, nacerían sus primeros vinos naranjos, y con ellos toda una corriente de moscateles serios.

 

“No había un proyecto más dinámico en Chile, que tuviera más libertades; no sé si hicimos los mejores vinos, pero marcamos la diferencia… Pietro De Martino me dio todo eso y yo le hice ganar”, dice el Reta.

 

Mirando al alto Elqui

Entrando a esta década, Marcelo está enfocado en sus vinos de lo alto del Elqui, en Viñedos Alcohuaz, donde en 2022 ha cosechado su primera mezcla de cepas blancas marsanne y roussanne, fermentadas ahora sí en los qvevri de Georgia. Un vino naranjo que podremos probar en siete años.

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En 2011 creo su primer proyecto personal en el Valle del Esquí. Foto cedida por Marcelo Retamal.

Cerrado también el ciclo de veinticinco años en De Martino, ahora con una nueva generación al mando formada bajo su ala, el Reta tiene la energía puesta en un nuevo proyecto personal, 100% familiar, llamado como solo se podía llamar: Reta (@retadechile). Un proyecto que por ahora tiene tres vinos en Chile, nacidos de las mejores uvas que antes exploró para De Martino y que el destino le permitió volver a comprar: el chardonnay del Limarí costero y la mezcla de campo de la zona central, en el Valle del Maule. Además, sumó un extraordinario pinot noir del más extremo Limarí costa. Y cómo no, pronto, incorporará su propio vino cepa País del Itata.

 

A la par, ya compró un pequeño viñedo en la Sierra de Francia, hoy renombrada como Sierra de Salamanca, origen de su familia paterna y cuna de la tinta rufete, con la que ha hecho sus primeros vinos españoles. Vienen más. Este año hará una garnacha en La Rioja y está a punto de comprar otro viñedo en los mejores pagos de Sanlúcar de Barrameda, para hacer vino con velo, sin fortificar. A fin de junio parte este nuevo viaje para hacer más diverso su portafolio, marcado por las producciones limitadas y precios por encima de la media. “Vender a mis precios no es fácil, por eso no crezco en volumen”, explica.

Compró un pequeño viñedo en la Sierra de Francia,

hoy renombrada como Sierra de Salamanca,

origen de su familia paterna y cuna de la tinta rufete.

Revisado su prolífera trayectoria, que incluye excepcionales vinos de cosecha tardía, nos damos cuenta de que lo único que no ha hecho el Reta son espumantes. Lo intentó, nos dice, pero el experimento se perdió con el terremoto del 2010, lo que leyó como una señal. Además, confesó que hacerlos implica cosechar en enero y eso interrumpe sus vacaciones de verano, lo que revela otro rasgo clave de este enólogo y su escuela: entender el vino y disfrutar el proceso. No es casualidad que se vea viviendo esta nueva etapa de la vida, mitad en Chile y mitad en Europa, escapando, por supuesto, de los meses fríos.

 

Cuatro vinos de Marcelo Retamal

He aquí una selección de vinos del Reta que muestra su búsqueda de las mejores uvas de cada lugar, para hacerlas brillar por sí mismas, con el único fin de elaborar vinos que nos dan placer.

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De Martino

De Martino Viejas Tinajas, Muscat 2015.

Valle del Itata.

19.900 pesos, 23 dólares.

 

Para elaborar en 2012 el primer vino naranjo moderno de Chile, el Reta fermentó uvas de moscatel del Valle del Itata (mostos y pieles juntos) en viejas tinajas chilenas, dejándolas varios meses tapadas, protegidas de la oxidación. Ya lo había hecho con su primer cinsault, en 2011, cuando trataba de no usar nada de sulfuroso. Hoy ya no es radical en este tema. Lo más importante, dice, es que la uva esté sana y tenga la relación entre acidez y pH necesaria para proteger el vino por sí misma. Si llegan a dar con una de sus botellas del impecable 2015, lo relevante es que podría seguir envejeciendo mucho tiempo más. Su color cobre brillante es una belleza, igual que su nariz, con notas a trigo seco y flores blancas. El espectáculo está en su paso por la boca: sedoso, denso, se pasea despertando las papilas con su deliciosa acidez. La despedida es con el filo que dejaron las pieles y un final muy largo. Atentos a guardar el 2021 (ahora en el mercado) durante el tiempo.

 

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Reta

Quebrada Seca, Chardonnay 2019.

Valle del Limarí.

4.900 pesos, 40 dólares.

 

Era el destino, el viñedo donde nacen las uvas de este fabuloso vino blanco, sufrió la mega sequía que afectó el norte de Chile la década pasada. Cuando su dueño logró recuperar 4 de las 25 hectáreas de viñedos que tenía, llamó al Reta para venderle las uvas.De Martino ya había emigrado al sur para hacer su gran Chardonnay Single Vineyard, y Reta compró las uvas para el proyecto personal que gestaba. La fuerza de este vino, nunca antes saboreada en los Quebrada Seca, se explica en los bajos rendimientos de sus parras de 30 años tras la sequía. El resto lo pone la acidez vibrante y los 24 meses de guarda en barricas francesas, usadas, por supuesto, su dulzor final y el sol del Limarí. No le quitemos responsabilidad a su hacedor. “Llevo 20 años haciendo este vino, nos dice. Es de clase mundial… El problema, agrega, es que Francia nos llevan la delantera en todo. Pero Chile tiene un potencial alto, y creo que vamos muy rápido. En 25 años hemos hecho lo que Francia en 250, pero nos falta; ellos llevan 800 años”.

 

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Reta

Mezcla de Campo Romelio 2019.

Limávida, Valle del Maule.

59.900 pesos, 70 dólares.

 

“Espera a 2020”, nos dice el Reta. Será la segunda añada de este tremendo tinto, vinificado en mismo lugar, y que aún no sale al mercado. Este 2019 tuvo su crianza de bodega en bodega. Según Marcelo, la explicación de la delicia de vino que es hoy, con su fruta negra neta, a la vez vibrante y potente, está en su uva, nacida de viñedos de más de 80 años, sin riego, cuidados durante décadas por Don Romelio. Malbec en su mayoría, tuvo 27 meses de guarda en barricas de Borgoña, y aunque no lo parezca, su etiqueta es la más personal de todas. La secuencia Fibonacci parte en 1945, año de plantación del viñedo, y recorre hitos de la vida de su autor como 1960, cuando nace Maradona, su ídolo futbolero; 1992, su primer concierto de Iron Maiden, en Argentina -es su fan número uno-; 1996, se casa con María Teresa (Tica), madre de sus tres hijas y compañera de aventuras.

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Viñedos Alcohuaz

Pingopingo Cariñena 2015.

Valle del Elqui.

31.900 pesos, 36 dólares.

 

El Reta se enamoró de los vinos de Alcohuaz más de 10 años atrás, a través de su syrah, cultivada a más de 1.600 metros de altitud cuando la moda era fuerza de fruta y madera. Al poco se asoció con los dueños del campo, la familia Flaño, para hacer juntos sus propios vinos. Así nacieron nuevos viñedos hasta los 2.200 msnm, con más syrah además de cepas mediterráneas (que gustan del sol), como cariñeña y garnacha. Su gran y primer vino fue Rhu 2011, hasta ahora con syrah como protagonista de una súper mezcla. El segundo es Grus, con más participación de cepas tintas y más amable, más joven. Entre medio nacieron los monovarietales Syrah (Tococo), Garnacha (Cuesta Chica, su favorito), Malbec (La Era) y el último en llegar al mercado, cinco años después que sus pares, Pingopingo Cariñeña. Un vino complejo, advierte el Reta, que por eso llegó al mercado el año pasado con su primera cosecha 2015. Necesitaba pulir su fuerza. Impresiona su altísima acidez, y también por su profundo color violeta y notas a pólvora. Su cuerpo, más delgado, es extralargo, tenso, de taninos muy finos que sí dan placer al beber.

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