Fernando Mora: “Se nos llena la boca hablando del viñedo viejo, pero luego no se defiende”

Un fin de semana de enoturismo en la Rioja hizo que un ingeniero mecánico urbanita y satisfecho con su profesión, diera un giro radical a su vida. Fernando Mora se enamoró del vino de forma irremediable mientras visitaba el Museo Vivanco de la Cultura del Vino. Su carácter inquieto y la amistad de Mario López, cuya familia tenía viñedos, propició que pocos meses después, en aquel mismo año 2008, Fernando elaborase los primeros cien litros de vino en la bañera de su piso

Un fin de semana de enoturismo en la Rioja hizo que un ingeniero mecánico urbanita y satisfecho con su profesión, diera un giro radical a su vida. Fernando Mora se enamoró del vino de forma irremediable mientras visitaba el Museo Vivanco de la Cultura del Vino. Su carácter inquieto y la amistad de Mario López, cuya familia tenía viñedos, propició que pocos meses después, en aquel mismo año 2008, Fernando elaborase los primeros cien litros de vino en la bañera de su piso. Hoy, Bodegas Frontonio , el proyecto vitivinícola que fundó con Mario López, es uno de los exponentes de la revolución del vino en España con la calidad y la identidad como banderas.

 

Bodegas Frontonio elabora algunos de los vinos de garnacha más reputados del mundo, y además ha logrado que Alpartir (Zaragoza, 400 habitantes) recupere sus viñedos históricos, tenga un nombre en el mundo del vino y proporcione un medio de vida a los vecinos que desean permanecer allí. En el camino, este inquieto apasionado se preparó para obtener el título de Master of Wine y lo logró en el tiempo récord de dos años y nueve meses, con una tesis que muestra su capacidad de cuestionar lo establecido: una propuesta de clasificación para los vinos en España basada en la calidad de los viñedos y no en el tiempo de crianza.

Fernando Mora, en el hotel Emma de San Antonio.
Fernando Mora, en el hotel Emma de San Antonio.

Fernando Mora forma parte de la selecta delegación de embajadores del producto español que recorre el estado de Texas con Spain Fusión para abrir mercado en Estados Unidos. En esta entrevista habla del papel que los vinos singulares de calidad pueden jugar para elevar la percepción y la cotización de la marca España.

 

En su ponencia en Spain Fusión Texas habla de la gran diversidad de territorios y vinos de España. ¿Qué salida tienen esos vinos de zonas poco conocidas, singulares o con producciones pequeñas, en un mercado como EE UU?

 

“Solemos hablar del mundo del vino como si fuera algo único, cuando hay un montón de mini mundos diferentes. Poco tiene que ver el mundo comercial con los vinos especiales de pequeñas producciones, salvo que todos forman parte de la marca España, que es la que une todo esto. Porque poco tienen que ver el tipo de viñedos, la manera de hacerlos y de venderlos o las motivaciones que llevan al cliente a consumir una gama o la otra. Para mí, estos vinos de pequeña producción, especiales y de precios más altos ayudan a posicionar la marca. Y si gracias a unos pocos vinos muy buenos vendidos a la gente adecuada, la marca España crece en consideración, también los vinos comerciales se venderán a precios un poquito más altos, como pasa con Francia. Y lo más importante es que al agricultor le van a pagar mejor la uva».

 

¿Tienen mercado esos vinos en EE UU?

 

“Yo llevo vendiendo en EE UU diez años y he visto una evolución brutal. Antes todo era ‘value for money’, calidad-precio. La gente no estaba dispuesta a pagar por un vino español lo mismo que por un francés, por poner un ejemplo claro, y ahora es diferente. Se está descubriendo que en España se pueden hacer grandes vinos a un precio alto pero razonable en relación con sus competidores de otras zonas, y eso es bueno, porque ayuda a posicionar España como una marca de vinos de calidad; no como el granelero del mundo ni como el productor de vinos baratos buenos. España puede producir grandes vinos a un precio razonable de zonas que igual antes no se conocían, y EE UU es un mercado receptivo. No es ese mercado más maduro donde los compradores van a ser reacios al cambio. A los estadounidenses les encanta lo nuevo si es bueno. Por eso nosotros estamos funcionando tan bien y por eso venimos todos aquí a vender”.

Fernando durante una cata de vinos de España en Spain Fusion.
Fernando durante una cata de vinos de España en Spain Fusion.

España sigue siendo el primer país granelista del mundo en vinos. ¿Eso es sostenible?

 

“Bueno, España es en general el país del mundo que vende el vino más barato. Si vendes granel pero vendes bien, pues mira, pero el problema es que solo sabemos vender a precio, y si vas a precio, tú vendes cuando bajas hasta donde los demás ya no quieren bajar. Claro, si tú tienes un viñedo gigante y no eres capaz de vender a valor, tu prioridad es vaciar la bodega para que al año siguiente te quepan otra vez las uvas. Salvas los muebles y vuelves a empezar. Pero las cuentas son al revés: yo creo que soy capaz de hacer un vino equis, y por la calidad que tiene y por lo que conozco de otros vinos del mundo, mi vino vale tanto, y lo voy a defender a muerte. Esa es la única manera de que mi zona, Aragón, sea respetada como productora de garnachas. Si vamos a precio, la gente solo va a pensar que somos baratos, pero tiene que saber que tenemos algunos de los mejores vinos de garnacha del mundo. Y si no los tenemos aún, los tenemos que hacer, y para poderlos hacer hay que conseguir vender bien para poder ir escalando, que no es cuestión de un día. No vale eso de ‘no, yo soy una bodega comercial pero ahora hago un vino super caro para promocionarme’. Eso es irreal”.

 

¿Su trayectoria sería un ejemplo?

 

“Yo empecé haciendo Botijo Rojo, un vino rico, comercial, que daba mucho en su rango de precio. Gracias a ese vino pude hacer el siguiente nivel, y el siguiente, y el siguiente, hasta que llegué a hacer El Jardín de las Iguales, pero eso me llevó un montón de tiempo, y unos viñedos diferentes, y mucha inversión. Lo que no se puede hacer es engañar. El público no es tonto. Para vender una botella de vino hay que volverse loco. Tienes que encontrar el viñedo adecuado, hacerlo muy bien en viticultura, vendimiar en el momento preciso, hacer el vino de la manera adecuada, criarlo y embotellarlo… Y luego tienes que darle al cliente millones de razones para que compre tu vino y rote, porque si no, no vas a vender la siguiente añada. Es una ecuación muy compleja. Vender vino es muy complicado, porque es intangible, porque es un líquido y tienes que explicar en qué se distingue de otros líquidos con el mismo color”.

Fernando Mora con asistentes a Spain Fusion Dallas
Fernando Mora durante la jornada de Spain Fusion en Dallas

En España se está viviendo una revolución. Se hace vino en el sitio más insospechado y se están recuperando variedades, pero también se está arrancando mucho viñedo porque la uva no se está pagando.

 

A ningún agricultor le gusta arrancar la viña que plantó su padre o su abuelo. Lo hacen porque les pagan las uvas a precios que no cubren los costes. Como no somos capaces de transferir la importancia de esas uvas a un vino y ese vino explicárselo al consumidor para que esté dispuesto a pagar la magia que hay dentro de la botella, pues lo arrancan y se va todo al garete. El mosaico de viñedos viejos que teníamos en España era un patrimonio. Es muy bonito decirlo. Se nos llena la boca hablando del viñedo viejo, pero luego no se defiende. Mi vida ha sido comprar las pocas viñas viejas que quedaban en mi zona y ponerlas en valor, y cuando nadie confiaba en esto, defenderlo. Ahora el tiempo me está dando la razón, pero casi se nos llevan por delante cincuenta veces”.

 

¿Cuál es su historia personal con el mundo del vino?

 

“Yo soy ingeniero mecánico. Me llevaron a ver la bodega de Vivanco, que tiene el museo del vino más bonito del mundo, y me di cuenta de que algo tenía que tener el vino para que se hubiera cantado, esculpido y pintado durante tantos años, y luego estaba esa parte técnica que como ingeniero valoro mucho. Y luego la parte de la cata de vinos, que me fascinó, porque es un intento de clasificar algo que es muy difícil clasificar. Todo eso me llevó a empezar a hacer vino en mi piso”.

«No vale eso de  

‘ahora hago un vino super caro

para promocionarme’»

¿En un piso?

 

«Sí, hice cien litros, y a partir de ahí quise aprender, y en ese camino encontré a Mario López, mi socio. Luego empecé el Master of Wine, y yendo a las mejores bodegas del mundo, me di cuenta de que los viñedos de mi zona no tenían nada que envidiar a muchas bodegas que tenían vinos muy buenos y reputados. Y dijimos: vamos a aprender cuál es nuestro camino. Vamos a viajar por el mundo, vamos a catar por muchos sitios, a trabajar en otras bodegas y a llevarnos todo ese conocimiento a nuestra casa, porque si solo nos copiamos del vecino de al lado, al final los resultados van a ser los mismos. Había que se disruptivo, repensar todo, estudiar cómo se hacían los vinos hace cien años y decir: ¿Qué nos interesa de lo que se hacía hace cien años? Esto y esto. ¿Y qué sabemos hoy que no se sabía hace cien años? Pues esto otro. Hay que mirar el pasado para afrontar el futuro de una manera diferente”.

 

Habla de volver a la tierra. Durante unos años se ha hecho el vino en la bodega. El protagonista era el enólogo o el maestro de bodega.

 

“Sí, y el viticultor no le importaba a nadie”.

 

Pero ahora que se empieza a dar importancia al viticultor, falta relevo generacional.

 

“Nosotros hemos sido ese relevo en Aragón. Hemos podido comprar los viñedos que hemos comprado porque la persona que los cuidaba ya no podía seguir cuidándolos. Es muy bonito beberse una copa en un restaurante, pero si no estamos en el campo y no cuidamos esos viñedos tan especiales, nuestros vinos no van a ser lo que deben ser. Además, el vino fija la población en el territorio. Nosotros llegamos a un pueblo que se llama Alpartir. En este pueblo, la viticultura había sido el eje de la vida hasta el punto de que los abuelos se emocionan cuando hablan de ello, pero la actividad había decaído y solo quedaba la producción para el autoconsumo. Los viñedos que hemos cogido eran para el autoconsumo. Resulta que eran los buenos, porque si ibas a dejar algo para hacer vino para tu casa, te quedas con lo mejor. Y luego pensamos: pues ya que hemos encontrado estos viñedos aquí, vamos a buscar una bodega para hacer el vino en el pueblo, y vamos a trabajar con gente del pueblo; un pueblo de cuatrocientas personas. Es como cerrar el círculo. Fijar la población, cuidar del monte en estos tiempos en los que todo se quema”.

Fernando Mora en Pearld District, San Antonio.
Fernando Mora en Pearld District, San Antonio.

¿Están encontrando gente joven dispuesta a trabajar el viñedo y con conocimientos?

 

“Aquí la gente ha trabajado siempre en el campo. Algunas cosas se las tienes que enseñar, pero yo también aprendo de ellos. Me enseñan muchas cosas que yo no sé del campo, y también muchos valores, porque los pueblos, que están menos desarrollados en algunos aspectos, están mucho más desarrollados en cosas como compartir, preocuparse del vecino, colaborar… Yo decidí irme al campo. Vivo en la misma bodega, algo que aquí en España es menos común, pero para un vigneron francés, la bodega es su casa. Cuando estás tan conectado con el pueblo, con los viñedos, con tus vinos, con la gente que trabaja contigo, que es tu familia, es cuando todo puede funcionar y llegar a un nivel superior”.

 

¿Cómo se complementa la condición de bodeguero con la de Master of Wine?

 

“Estoy muy orgulloso de ser Master of Wine. Decidí que lo quería ser y tuve la suerte de poder conseguirlo, pero mi objetivo vital no era ser Master of Wine; sino hacer una de las mejores garnachas del mundo, o por lo menos intentarlo. Como empecé a estudiar a la vez que lanzaba mi bodega, el tener que catar un montón de vinos me ayudó a tener más perspectiva de qué vinos quería hacer. Visitaba muchas bodegas y eso me ayudó a implementar muchas cosas en la mía. Luego, por supuesto, conseguirlo ayudó a que la gente se animase a probar los vinos que hago. Ser Master of Wine te abre puertas, pero las puertas se abren dos minutos. Si el vino no está bien, se cierran otra vez».

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