El renacer de la cerámica tradicional de El Carmen de Viboral

A 47 kilómetros de Medellín, se elaboran y decoran vajillas y otras piezas con la técnica del bajo esmalte y diseños florales que hoy son reconocidos en el mundo. Una práctica viva que abre puertas a nuevos actores y sus propuestas, mientras da contexto al trabajo de los nuevos cocineros locales.

Sus creaciones definen la imagen de las nuevas referencias colombianas.

La fila de materas de besitos rojos, blancos y rosados, cuelgan del techo de la casa de los Gómez Franco, en la vereda Rivera de El Carmen de Viboral, a siete kilómetros del casco urbano, en la carretera que conecta el municipio con su vecino El Santuario. Allí, sobre una montaña que deja ver un horizonte 360 grados, se crio Brigit junto a sus padres Omaira y Víctor Rubén, fallecido en el año 2022, y sus tres hermanos.

Piezas expuestas en Grietas Talle
Piezas expuestas en Grietas Taller.

De familia campesina, la cerámica estuvo presente en su vida por tradición oral y como el referente de cualquier carmelitano, “y por el barro y los tiestos que encontrábamos en los caminos cuando éramos niños con los que jugábamos”, precisa. Al graduarse de la escuela rural, se ganó una beca para estudios superiores y por cercanía optó por la sede de oriente de la Universidad de Antioquia, donde en su momento tenía dos opciones: sociología o tecnología en artesanías. La eligió, dándose cuenta al ingresar que el énfasis estaba precisamente, en la cerámica.

 

“Me enamoré de la cerámica, se convirtió en mi proyecto de vida”, cuenta Brigit, que inició su carrera profesional en Rampini -cuya sede original está en Italia y funcionó un tiempo en El Carmen de Viboral-, donde trabajó entre 2010 y 2013. En 2014 abrió Grietas Taller en una ramada construida junto a la casa de su padres. Su formación académica fue en mayólica italiana y en Rampini trabajó con bajo esmalte -técnica de decoración característica del municipio, que consiste en la aplicación de pigmentos minerales a la pieza de arcilla en estado de bizcocho o crudo. Hoy Brigit explora su lenguaje con texturas, acabados rústicos, decorados diferentes, colores tierra y piezas de formas distintas.

 

Una tradición centenaria

 

La tradición cerámica de El Carmen de Viboral inició su camino en 1898 y ha recobrado fuerza en la última década, que ha marcado el resurgir de la práctica y de su importancia económica y cultural para la población. La primera mitad del siglo XX, hasta la década de los 80, vio el mayor apogeo, llegando a sumar más de 30 empresas loceras, pero vino el declive, atribuido a causas como la industrialización y la apertura económica. Según el libro Carmen, cerámica e iconografía de Esteban Duperly y José Ignacio Vélez, artista que ha trabajado décadas en el pueblo, en los primeros años se producía loza utilitaria blanca, acaso con una “sutil intervención con pincel: un borde café, verde o azul al que se le decía listeado, y que en la historia viene a ser la primera experiencia o manifestación de decoración”.

Vajilla de la pinta Florealba
Vajilla de la popular pinta Florelba. Foto cedida por Renacer.

El bajo esmalte y los decorados florales son el mayor motivo de reconocimiento de la cerámica carmelitana, que desde 2011 cuenta con Denominación de Origen Protegida, por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio de Colombia, para la “porcelana y loza para uso doméstico y culinario… sin huellas del pulido; homogéneas en el color; sin diferencias de tamaño entre las piezas; decoradas con motivos florales, con pinceladas espontáneas cortas, largas, gruesas y delgadas, con las que conforman algunas composiciones emblemáticas de su artesanía…”. Nada de esto sería posible de no estar el pueblo sobre un suelo y un subsuelo que, según el libro de Vélez y Duperly, “juntos forman una geografía rica en aguas para impulsar ruedas pelton, en bosques para sacar madera, y generosa en la greda que se necesita para hacer cerámica”.

Brigit Rubén en Grietas Taller
Brigit Gómez Franco creadora de Grietas Taller.

Existe consenso sobre la mujer como protagonista principal de las decoraciones cerámicas. Sobre lo que hay teorías diversas es acerca del origen de esas flores. Para José Ignacio, la iconografía carmelitana “proviene de fuentes extranjeras, de copias hechas a muestras traídas de otros países, de adaptaciones que fueron haciendo, poco a poco, las decoradoras sobre las pintas tradicionales y, en unos casos minoritarios, de interpretaciones o creaciones nuevas”. No obstante, los editores del libro, Mesa Estándar, no logran apartarse de lo que representan las flores y los jardines en las casas del oriente antioqueño, como el corredor de la casa de los Gómez Franco, descrito en el primer párrafo de este artículo, para ellos esta es una influencia clara.

En los primeros años se

producía loza utilitaria blanca.

Y es justo esas decoraciones las que han ayudado al crecimiento de la nueva generación de empresas y talleres, como es el caso de Renacer y Vivoral, al frente de los cuales se encuentra Nelson Zuluaga Quintero, quien fundó Renacer en 1998, tras trabajar en Cerámicas Continental -una de las locerías desaparecidas con la crisis-, y hace diez años Vivoral, convertidas hoy en una misma compañía con dos marcas. En empresas como estas se mantiene la tradición de las decoraciones florales en vajillas con referencias tan reconocidas como Florelba, Mayoral Azul o Viboral, entre otras creaciones también con flores, además de diseños con color solo o con otros motivos naturales. Luisa Fernanda Arias, directora comercial, explica que en Renacer conservan diseños tradicionales y en Vivoral experimentan con un lenguaje contemporáneo.

Decoración de vajillas a mano en la Fábrica Renacer
Decoración de vajillas a mano en la Fábrica Renacer.

Hace ya un tiempo que José Ignacio no vive en El Carmen de Viboral, pero continúa muy ligado al lugar. De hecho es el diseñador de Renacer y Vivoral. No hay una estadística precisa, pero hoy existen más de 40 talleres y empresas cerámicas, entre grandes y pequeñas. Visitarlos y conocer su trabajo es parte de la propuesta turística del municipio; desde clases de cerámica con algún artesano solitario, hasta recorridos por la planta de empresas grandes como Renacer y Vivoral, para ver todo el proceso de elaboración.

 

“Vienen muchos turistas, algunos extranjeros que no pueden cargar una vajilla para sus lugares de residencia, pero visitan nuestra planta, ven el punto de venta con toda la exhibición y las mesas puestas con los distintos diseños y se llevan un pedacito de lo que somos en algún souvenir”, dice Luisa Fernanda Arias. Embajadores de la cerámica carmelitana también son restaurantes como Mondongos, fundado en 1976 y con sedes en Medellín y Miami, que desde hace unos años sirve sus frijoles, ajiacos y mondongos en una variación de la pinta Florelba, una de las más reconocidas e históricas.

 

Una apuesta por los restaurantes

 

Los talleres y grupos de estudio de cerámica que hacía José Ignacio Vélez en El Carmen de Viboral han perpetuado su legado. Allí llegaron en 2015 las hermanas Nohelia y Liliana Flórez, que habían trabajado con barro en la Universidad de Medellín mientras estudiaban, pero con Vélez se toparon con la vajillería. En El Carmen dieron vida a su marca Kandil, con la que se han enfocado justamente en la elaboración de vajillas, utilizando en ocasiones la técnica del bajo esmalte, aunque con decoraciones diferentes a las del municipio.

Plato Berenjena diseñado por Kandil para el bar Alquimico, de Cartagena.
Plato Berenjena diseñado por Kandil para Alquímico, de Cartagena.

Tras la pandemia Nohelia y Liliana se llevaron su taller a Guarne, también en el oriente antioqueño, donde residen. Su técnica preferida es la sobreposición de esmaltes a alta temperatura, que les da muy buen resultado para atender al sector de restaurantes, sus clientes por excelencia. La primera en llegar fue Carmen Angel del grupo Carmen y con los años Kandil les ha diseñado vajillas y piezas para sus marcas Carmen, Moshi, Don Diablo y X.O. “Somos un taller pequeño trabajamos sobre pedido, nos adaptamos a las necesidades de los restaurantes. Por ejemplo para X.O. nos pidieron un plato en forma de langosta y otro de concha. Nosotros investigamos y proponemos hasta que el cliente está conforme”, cuenta Nohelia.

Diseños de azulejos de Vivoral.
Diseños de azulejos de Vivoral.

Hoy las piezas de Kandil están también en el restaurante Celele y el bar Alquímico en Cartagena, y en Malanga y Rocoto en Medellín. Al cierre de esta edición trabajaban en un proyecto para La Tebaida, Quindío. Sus diseños varían de los de El Carmen de Viboral, pero son hijas de esta tradición centenaria, hoy con reconocimiento internacional, que se perpetúa y renueva con la llegada de artesanas como Brigit de Grietas Taller y Nohelia y Liliana de Kandil.

Hay que saber

  • La técnica del bajo esmalte y el decorado manual de las piezas de El Carmen de Viboral implica la huella humana, “imperfecciones” que en lugar de restar, suman valor estético a las mismas.
  • “Los colores en la técnica del bajo esmalte son realmente complejos. Las características cromáticas finales de las pinceladas no estarán determinadas únicamente por el pigmento con el que se empape el pincel que las lance, sino que sobre ellas influirán variables como la arcilla con la que se formó la pieza que se pinta, los materiales de la mezcla, la temperatura de quema y la atmósfera del horno”. Carmen, cerámica e iconografía (P. 104).
  • El azul es uno de los colores más reconocibles. Resulta particular porque al aplicarlo antes de la segunda quema parece un lila, que alcanza su clásica tonalidad tras la segunda quema.
  • Continuan activas muchas de las decoradoras de las vajillas de El Carmen de Viboral. Sobresalen nombres como los de Consuelo Arias, Carmen Idárraga, Teresa Idárraga, Marta Duque y Flor Quintero. Sus perfiles se encuentran en el libro de José Ignacio Vélez y Esteban Duperly.
  • También continúa activa Olga Ligia Betancur, bisnieta, nieta e hija de ceramistas, hija del dueño de Cerámicas Continental, quien tejió el primer lazo entre El Carmen y Artesanías de Colombia. Otro de su grandes logros fue llevar en 1992  cinco contenedores con 350 mil piezas decoradas en los almacenes de El Corte Inglés, en España, y posicionar en 1993 la cerámica carmelitana a Falabella en Chile.

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