Me viene a la cabeza aquella canción de Manu Chao cuyo título hurto para este artículo. A fuerza de repetir “que no pare la esperanza, que no pare la esperanza, que no pare”, el músico parisino terminaba por contagiar de optimismo hasta al más abatido de sus seguidores.
Creo que estas semanas en las que la vida nos manda circunstancias tan difíciles se hace imprescindible luchar sin tregua contra el decaimiento, contra el nubarrón instalado sobre nuestras cabezas que nos hace pensar que todo es un sin sentido o culpa de alguien. Próxima estación, esperanza.
Es increíble como las imágenes pueden seguir impactándonos en lo profundo. Sería lógico creer que la exposición a los entre cinco y diez mil impactos gráficos que sufrimos a diario nos hubiera inmunizado, pero no. La naturaleza en plena furia y el sufrimiento de nuestros semejantes nos desconcierta, nos desmoraliza y activa nuestra empatía, gracias a Dios. Las dantescas escenas de Valencia en plena Dana parecían irreales, imposibles o cuando menos lejanísimas. Esas cosas solo suelen pasar en sitios como Bangladesh o Nigeria, no al lado de casa.
En estas situaciones en las que se suele activar lo mejor de uno mismo -no en todos los casos, por desgracia- el mundo de la gastronomía se ve impelido a bajarse de su pódium, a olvidarse del hedonismo y del ocio y a arremangarse para alimentar a la gente, principio y sentido del noble oficio.
En estas situaciones extremas los cocineros son tan importantes como los médicos o los ingenieros y la verdad es que, en mi opinión, al menos una parte importante de ellos están a la altura de las circunstancias y de lo que su actual rol social les demanda.
El afamado Auguste Escoffier no fue un chef activista al estilo de los de ahora, con sahariana y botas, pero durante la Primera Guerra Mundial desarrolló iniciativas para mejorar la nutrición de los soldados, creó recetas fáciles de preparar en grandísimas cantidades, trabajo con comedores populares y organizaciones benéficas y defendió la idea de que una buena alimentación podría ayudar a restablecer la moral de la población. Su ejemplo y legado fue seguido por otros chefs durante la Segunda Guerra Mundial.
Ya en este siglo, tras el huracán Katrina, en 2005, algunos cocineros de Nueva Orleans, como Paul Prudhomme, se dedicaron largo tiempo a alimentar a miles de personas desplazadas. Entonces nació también Mercy Chefs, una organización fundada por el cocinero Gary LeBlanc, desde la fe en este caso, dedicada a proporcionar comidas preparadas por profesionales para víctimas y voluntarios en desastres naturales y emergencias. Durante el reciente huracán Helene, a finales de este setiembre, Mercy Chefs sirvió más de 350.000 comidas en Carolina del Norte y Florida.
La iniciativa más conocida por nosotros, World Central Kitchen, también vio la luz tras el terremoto de Haití. Su carácter internacional y la personalidad de su fundador, el cocinero español afincado en Estados Unidos, José Andrés, ha convertido la organización de cocineros solidarios posiblemente en la más fuerte y conocida.
En Valencia se afanan varias organizaciones y grupos en estos días, incluyendo, por supuesto, a las huestes de José Andrés y de la WCK, con Pepa Muñoz, Nino Redruello, German Carrizo y Carito Lourenço, los Cañitas Maite y muchos otros más.
Entre todos los proyectos destaca el proyecto Desde Valencia para Valencia, liderado por Ricard Camarena, junto a Quique Dacosta y Begoña Rodrigo, y la Asociación Valenciana de Empresario, AVE, que se ha marcado varios objetivos.
El primero es contribuir de modo muy sistematizado y profesional, utilizando grandes instalaciones para la producción de comidas a gran escala, superando el voluntarismo, tan loable como, a veces, insuficiente. Pero también se han enfocado en un ángulo que va más allá: la viabilidad y recuperación de los comercios, pequeñas empresas y autónomos que han quedado destrozados y que necesitarán de muchísima ayuda cuando el actual estado de emergencia, enfocado en la cobertura de las necesidades básicas de la población afectada por la DANA, se supere. Entonces, en ese “día después”, aflorarán problemas muy serios para poder recuperar el tejido económico de esos sectores que a tantas personas da empleo y que resulta imprescindible para garantizar la vida en los municipios de menor tamaño.
El proyecto Desde Valencia para Valencia se ha marcado un hito gastronómico internacional muy destacado: la celebración simultanea el próximo 13 de diciembre de cenas en diferentes restaurantes y ciudades de países de todo el mundo con el objetivo de recaudar fondos para los afectados por el desastre natural valenciano.
El número de cocineros y de eventos convocados va en aumento cada día. Algunos de los profesionales más señeros, como Massimo Bottura, René Redzepi, Alex Atala, Jorge Vallejo o Gastón Acurio, patrones de destacadísimos restaurantes en Italia, Dinamarca, Brasil, México o Perú, ya han confirmado que en sus casas se celebrarán cenas para apoyar la iniciativa de Desde Valencia para Valencia. Entre los españoles la lista va creciendo también. Ya están confirmados Joan Roca, Eneko Atxa, Javier Olleros, Vicky Sevilla, Pepe Solla y Nandu Jubany, entre otros.
En todos los casos, la recaudación de los cubiertos irá destinada al movimiento Valencia por Valencia, pero ademas desde mañana estará abierta una fila cero para aquellos que quieran hacer una donación.
No hay mucho más que decir, la verdad. Tan solo, gracias.
PD. Más información en desdevalenciaparavalencia.com