Brindemos, vuelve el veraneo

Un Comino
El presidente del Gobierno puso orden entre sus ministros, que viene siendo uno de los trabajos que le exige más dedicación, y aclaró a los súbditos del reino que nos preparemos para una extensión del estado de alarma. Parece que las persianas no se levantarán a finales de abril. A ver quién puede con ellas cuando toque.

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¿Dónde guardábamos el ‘tres en uno’? Por lo ‘bajinis’ se reconoce en infinidad de ministerios como «más que probable» que vamos a vivir el primer verano sin turismo exterior, eso que no se había visto en este país desde el fin de la autarquía. Casi nadie lo recuerda. Y si no hay turismo, no hay paraíso ni a guiri a quién venderle paellas, espetos o pinchos. 

El cerrojazo será como esas veces en las que el adjetivo democrático quiere decir que lo malo le va a caer encima a todo pichichi. A los del chiringuito y a los del tres estrellas. Mallorca toda para nosotros, sin alemanes frescos del continente ni ingleses de la isla (¿hablarán ahora del brexit?), no digamos Cambrils, Bayona, Jávea, Chiclana o Laredo. Todo vecinos y conocidos. A saludar de lejos con la cabeza arriba y abajo cada cinco minutos como si fuéramos judíos ultraortodoxos. 

Este año vamos a estar mucho menos apretados en todas partes. Qué sensación tan extraña, tan ajena. Llegaremos más gordos, eso sí. Sin apenas días para la operación bikini. Poca piel y mucha camiseta, como en aquellos primeros años 50 en los que en los arenales del país entero sólo asomaban las dunas, aún sin rastro del cemento. Y al dejar la tumbona para ir a pedirse una caña y unas gambas, una bañista con gafas de pasta recordándote que te pongas los guantes y la mascarilla para garantizar la salud de todos. Me imagino el panorama de bañadores, mascarillas y guantes y echo de menos a gente.  

Volveremos al pueblo 

Ahora les cuento. Los únicos sitios que yo visito que no se van a ver afectados son los clubes de buceo. Ahí vamos todos de neopreno hasta las trancas. No se contagia ni el buenos días. Si no fuera porque detrás de todo este panorama hay tantos cientos de miles de personas que lo van a pasar mal, la primera industria del país herida de gravedad, dramas de pequeños y grandes empresarios, de temporeros que, como la hormiga del cuento, consiguen en verano el sustento para el resto del año, la situación daría para que Gila o Cuerda, si nos hicieran el favor de volver desde donde estén –aunque vete a saber si quieren con la pandemia–, tuvieran material para años. 

He vuelto a leer impresas en tinta negra frases que ya solo escuchaba en las películas de la época del NODO: «refuerzo del turismo nacional», «que la gente se quede en casa», «restricciones en el transporte y control de aforos» y me he desternillado de risa imaginando a los dos genios citados inventando situaciones y poniendo parejas de la Guardia Civil a, por ejemplo, parar un autobús y subirse con el mentón alto como el orgullo del cuerpo para ver si se guardan las distancias de seguridad entre los asientos como antaño miraban si se había subido ‘El Lute’. ¿Volverá a escucharse a través de un megáfono la frase «disuélvanse» dirigida a grupúsculos de adolescentes, aunque en 2020 no estén en lo que andaban sus abuelos, sino en el botellón? 

Lo mejor de todo es que por fin volveremos al pueblo, como en aquellos veranos de los 70, cuando aún no se había producido el desarraigo generacional ni el vaciado de la otra España y recuperaremos el veraneo, eso tan nuestro y que nos parecía que se había quedado anticuado frente a las modernas vacaciones. Llegar a un pueblo y quedarse allí un mes o dos hasta que llamaba la sirena de la fábrica o del colegio.  

A Mallorca, en barco 

El tiempo sin turbo, con bocadillos largos como barcos y las rodillas infantiles marcadas con ‘rojillo’ y tiritas de las que hacían lo mismo que ahora la depilación láser. Veraneo, nada de cinco días aquí y cinco allá. De más horas de volante y aire acondicionado y paseos por las terminales con el ‘troley’ que de puro asueto. 

Voy a por agua a la cocina, feliz por haber anticipado para España entera la vuelta del veraneo, y al regresar leo en la web de otro periódico: «La temporada está perdida. Europa aplicará restricciones al transporte aéreo». ¿Otra vez a Mallorca en barco? Cuánta nostalgia, me digo. Suenan los aplausos de las ocho y salgo de mi ensimismamiento. 

Lo que nos pasa es tan duro que nos merecemos respetarnos y empatizar con todos los que nos cuidan y los que más sufren y creo que también, aunque solo sea por unos minutos, reírnos un poco de nosotros mismos y hasta brindar por el cerrojazo. Vuelve el veraneo. 

 

PD: Tenía a medio escribir otro artículo sobre el futuro que nos espera en el sector -que terminaré para la próxima entrega-, pero tras unos minutos viendo el panorama en el Congreso me ha dado por la socarronería. Disculpen.