El sol apenas asomaba y enfilamos camino rumbo al monte del finado Don Cheno, que se eleva sobre el mar en el Archipiélago de las Lemuy. Es el monte antiguo el que alberga los mañíos macho, cada vez más esquivos, herramienta esencial para la fabricación de la suculenta chochoca. Los árboles anuncian que estamos entrando al bosque. Nos detenemos y pedimos permiso a los Ngen, moradores de esos espacios sagrados.
Tan pronto avanzamos, se deja ver un mañío de hojas punzantes, con al menos 150 pulgadas de altura y un espesor que no supera las 16 pulgadas, que labraremos con algo de trabajo logrando un gran uslero: el palo chochoquero será quién avivará las onces de esta tarde. Un joven arrayán dibuja la silueta de dos horcones, serán el sostén del chochoquero.
Clávalos uno a cada lado de un fuego suave. Unas estaquitas de luma y ramitas de poda de manzanos darán esa costra dorada a la masa sin arrebatarla.
Ingredientes
*Papa vizcocha.
*Manteca de cerdo.
*Chicharrones.
*Sal.
Mientras se hace el fuego preparas la masa de la chochoca.
Necesitarás algo más de un almud de papas; prefiere la vizcocha. Es colorada y contiene mayor catidad de chuño o almidón, lo que asegura una masa más suave y menos quebradiza. Pélalas y rállalas sobre la piedra cude para luego exprimir la pulpa resultante quitando la mayor cantidad de agua posible. Utiliza para ello un paño de tupido lino.
Luego agregas a este amasijo un almud de papas cocidas y molidas, sal a gusto y media taza de manteca de cerdo o unto. Une los ingredientes sin amasar. Pruébala, debe estar sabrosa y suave al paladar.
Con ella cubres el palo chochoquero palmeando con celeridad para evitar que se caiga. Tus manos deben estar apenas humedecidas en agua, evitando que la masa se pegue a ellas. Asegúrate de que el fuego no esté muy alto para que se cocine lento girando de tanto en tanto el palo sobre las brasas.
Unta suavemente la superficie con manteca de cerdo.
Alienta a la paciencia con un traguito de chicha que zapatea la lengua, aquella que majaste en marzo pasado cuando el otoño caía sobre los manzanos de camuestos, en la quinta que tu bisabuelo plantó para tí. Sigue dando vueltas y untando perseverantemente hasta que los extremos de la masa se separen del uslero. Entonces retira del fuego y da un corte transversal al palo desprendiendo completamente la masa.
Luego corta segmentos de algo más de 15 centímetros y úntalos con chicharrones y manteca derretida. Si prefieres puedes agregar mariscos o verduras. Enrolla cada pieza sobre sí misma y sirve muy caliente junto a una taza de café de higos dulce y una buena conversa junto al fuego. Son el mejor remedio para aliviar las lóbregas tardes de julio.