El Pellizco, frescura entre el Atlántico y el Caribe

En el sur de Fuerteventura, donde el turismo de sol y playa y los chiringuitos anodinos son lo que mandan, El Pellizco es uno de los restaurantes que empiezan a enfilar el norte de la emocionante nueva cocina canaria.

Xavier Agulló

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Fue en 2019 cuando el cubano-canario Rigoberto Almeida, tras ejercer de jefe de cocina en el restaurante San Borondón (Costa Calma), decidió dar el paso para abrir su propio local en Morro Jable. Y allí, en una calle donde menudean bares y restaurantes de todo pelaje, inauguró El Pellizco, un establecimiento que, si bien no se diferencia mucho de los demás en su apariencia, apostó desde el principio por darle una pequeña vuelta de tuerca a la cocina tradicional majorera, aportando gestualidad gastronómica y toques técnicos contemporáneos no habituales entonces en la isla. Tras capear la pandemia, su culinaria ya es decididamente personal, con un concepto fresco que hibrida suavemente el Atlántico de Tenerife y el Caribe cubano a partir del producto local.

 

Estamos en el sur de Fuerteventura, donde el turismo de sol y playa y los chiringuitos anodinos son lo que mandan, El Pellizco es uno de los restaurantes que empiezan a enfilar el norte de la emocionante nueva cocina canaria.

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Pulpo con crujiente de millo. Foto: Xavier Agulló.

La mini cocina, abierta, al fondo, una pantalla de televisión alegrando la pared, pocas mesas, pero todas ocupadas, como las de la terraza. Aunque de humilde presencia, El Pellizco es ‘el lugar’ en Morro Jable, y no es sencilla la reserva. Al frente, bajo la égida de Rigoberto Almeida (que transita entre El Pellizco y Lo Nuestro, su nuevo restaurante junto a Mari Carmen Vélez en la misma localidad), la cocinera Arlena Monrós y la jefa de sala, Yahaimara Ferrand.

 

Acompañados de una botella de Vulcano Vijariego (Lanzarote), que ofrecerá frescura, acidez y frutas a la noche, comenzamos el viaje con tres tapas que expresan el talante polisémico de Almeida, siempre buscando recodos para envolver al producto.Tempura (de cilantro) de calamar y gambas, vivificada por una espuma de lima y un toque picante. Croquetas de gamba trufadas. Pulpo con crujiente de millo (maíz) y leve picosidad.

Acometemos uno de sus hits, el cerdo viajero: costilla deshuesada con salsa barbacoa emparedado en tejas crujientes, matices ahumados. Una elaboración de goce directo, colorista, a ritmo de rock and roll. Y para acabar, la ternera madurada con papas fritas, mojo, salsa de plátano y puntas cítricas; vientos antillanos. No hubo tiempo de probar los pescados (de proximidad) ni los arroces.

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Cerdo viajero. Foto: Xavier Agulló.

Desde la sencillez, pero con valentía ante un entorno gastronómico poco favorable, Rigoberto está empujando a otros -en lo que podríamos denominar mimetismo virtuoso- a transformar el sur de la isla para montarse en el emocionante carrusel de la nueva cocina canaria.

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Arlena Monrós y Yahaimara Ferrand. Foto: Xavier Agulló.

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