La Argentina vitivinícola nace con los inmigrantes y sus esquejes bajo el brazo. De alguna manera era lógico pensar que íbamos a aprender mirando al viejo mundo, de donde habían partido los que una vez llegaron a la cordillera para plantar una vid. La forma que fue adoptando nuestra historia es resultado de la mezcla de aquel viejo mundo con el nuevo. Tomamos elementos románticos del terroir que remitían a las denominaciones de origen, pero afianzamos una forma de mercado que acostumbró al consumidor a pedir el vino por la variedad y no por el origen.
La historia cuenta que luego de una profunda crisis en los años ochenta, el país perdió muchos viñedos, sobre todo de malbec mendocino, pasando de unas 50.000 hectáreas plantadas a tan solo 9.000. Ante la emergencia de perder tanto material genético e historia, 12 productores del departamento decidieron tomar cartas en el asunto y armaron en 1988 la primera denominación de Argentina (y América): D.O.C. Luján de Cuyo, que se aprobó finalmente en 1991.
Hoy son 19 las bodegas que conforman la D.O.C. presidida por Roberto De la Mota, gran referente del vino, creador de Bodega Mendel y con historia enológica en las venas. Las bodegas actuales son Lagarde, Luigi Bosca, Nieto Senetiner, Norton, Bressia, Mendel, Terraza de los Andes, Vistalba, Trivento, Otero Ramos, Casarena, Weinert, Renacer, Lamadrid, Doña Paula, Durigutti, Altieri, Bandini y Matervini.
Viñedos centenarios
“Luján tiene 15.000 hectáreas de viña de las cuales prácticamente 9.000 son de malbec, pero dentro de la denominación tenemos sólo 700 hectáreas”, dice De la Mota, y agrega: «¿Por qué es importante esto? De esas 700 hectáreas, más de 350 tienen viñedos de entre 50 y 100 años de historia, y hay más de 145 que superan los 100. Eso es muy poco común en los viñedos del mundo. Nosotros tenemos una cantidad enorme de viñedos centenarios, con un sistema radicular sumamente profundo, que explora mucho el suelo y es muy poco susceptible a las alteraciones del clima. También demuestra la calidad de los viticultores y la fantástica adaptación de la malbec al lugar. Si no, una viña no dura cien años”.
En 2004 el Instituto Nacional de Vitivinicultura fue designado por ley como fiscalizador de la Denominación de Origen de los vinos de Luján. En 2020, los productores se reunieron para actualizar el reglamento original. Hoy, para ser parte de la DOC, una bodega ha de tener viñedos de al menos 10 años de antigüedad, al menos 5.000 plantas por hectárea, y técnicas de cultivo específicas. En cuanto a la enología, se establece un mínimo de 13.5% de alcohol en los vinos, y se exige que el 85% de la mezcla o más sea de malbec. Los productores actualmente buscan vinos monovarietales 100% malbec para preservar su tipicidad.
“Las características que representan a Luján son la fruta más o menos fresca; la ciruela y la cereza negra. La nota de violetas puede estar o no, pero la fruta está siempre. Y sobre todo el graso en boca; untuosidad, carnosidad, taninos suaves y dulces. El malbec de la DOC es un vino que llena la boca, puede tener más o menos concentración, pero siempre taninos pulidos, redondos, grasos y sucrosos”.
En 2021, al cumplirse los 30 años, ocurrió un revivir de la DOC, que estaba dormida, quizás porque Argentina aún explora su potencial vitivinícola y le cuesta pensar sus vinos con regulaciones. Los productores volvieron a reunirse para lanzar, esta vez los primeros vinos con denominación de origen distrital de Perdriel y Agrelo. Se completó un estudio geomorfológico que analizó 2.200 calicatas para diferenciar los terruños de Luján. Y en 2024, se firmó un convenio con el INTA para caracterizar sensorialmente los vinos en un comité de degustación. El INTA también analiza cultivos anteriores a 1930, que permitirán enriquecer la diversidad genética y combatir enfermedades.
“Es importante entender”, remarca Roberto de la Mota, “por qué va tomando cada vez más importancia la DOC. Todo empezó con mucho interés de los productores bajo la presidencia de Alberto Arizu, pero solo cuatro bodegas produjeron vinos en todos esos años hasta 2020, cuando nos incorporamos con Walter Bressia. El concepto de denominación de origen se definió en 1958 en Lisboa. Se definió como el nombre geográfico de un vino cuyas características distintivas se deben en gran parte a la geografía y al factor humano, y el consumidor reconoce en parte estas características. Esa parte del reconocimiento del público nos faltaba. Es decir, la gente aún no sabía reconocer las características distintivas de Luján respecto a otros lugares. Actualmente, la utilización de las indicaciones geográficas hace que el consumidor reconozca las características distintivas de Valle de Uco o de Cafayate. El origen toma cada vez más relevancia”.
El reglamento establece que los vinos regionales deben venderse 18 meses después de su elaboración, con al menos seis meses de crianza en madera, mientras que los vinos distritales pueden venderse 24 meses después, con un año de crianza en madera. Todos deben ser aprobados por un comité de degustación antes de salir al mercado. Se otorgan obleas plateadas para los vinos regionales y doradas para los distritales. La categoría de vinos distritales se creó para clarificar las diferencias de calidad y precios. En los vinos distritales, toda la uva proviene del mismo distrito. El rendimiento es menor y el periodo de crianza es mayor. Es similar al sistema de clasificación de Burdeos.
Origen y distinción
“Con respecto a si va a haber más denominaciones de origen en Argentina, me encantaría», confiesa el presidente de la DOC Luján de Cuyo. «Hay una reconocida; la DOC San Rafael, que se inscribió al poco tiempo de la nuestra. Sigue inscrita, pero no está en funcionamiento; es una lástima. A mí me gustaría que aparecieran otras denominaciones de origen en Argentina, porque la indicación geográfica asegura que un vino está elaborado con uvas de un determinado lugar; pero una denominación de origen tiene un trabajo comunitario de sus miembros. Los vinos deben cumplir un reglamento; el viñedo ha de tener unas características de edad, forma de cultivo, rendimiento, y elaboración. Creo que eso es fundamental. Estamos trabajando fuerte en el comité de degustación, es impresionante cómo se ha elevado el nivel de los vinos en general. No solamente los distritales, sino también los regionales”, añade.
La necesidad de elementos distintivos en el vino es creciente. La abrumadora cantidad de oferta hace necesario resaltar todo aquello que pueda llamar la atención del consumidor. Las DOC del nuevo mundo impulsan una pregunta que va hacia las raíces del vino: el cuándo, el cómo, el quién.
“En una revista francesa de vino, un periodista entrevista a la hija de Louis Latour, cinco generaciones en la Borgoña, ella de 27 años. Le pregunta qué cree que puede hacer más seductores los vinos para jóvenes de su edad o personas que no son del mundo del vino. Ella responde que las historias del lugar y del terruño son las que más atrapan a sus amigos. Entonces, yo creo que esa conexión con el lugar es lo que nos diferencia. Argentina tiene una enorme cantidad de paisajes fantásticos, terruños distintos para distintos vinos. Por ese lado es por donde tenemos que trabajar”, culmina de la Mota.