Conocí a Manolo Manzaneque a comienzos de los años 80 cuando era propietario del madrileño teatro Espronceda. El dinero que obtuvo con su venta en 1988 lo invirtió en Finca Elez, en 1989 en un lugar donde hasta entonces nadie había tenido noticias de que se pudiera elaborar. Junto al enólogo francés Michel Poudou buscó un terreno alto y que tuviera una calidad excepcional, donde estaba convencido de que madurarían perfectamente distintos tipos de variedades. Lo encontró en Los Altos del Bonillo, junto a la Sierra de Alcaraz (Albacete).
Estaba enamorado de los grandes pagos de Francia a los que consideraba el gran referente de la máxima calidad. Coincidía en un profético sueño con su amigo Carlos Falcó de que algún día fuera posible desarrollarlos en España. Carlos fue uno de los grandes pioneros del vino español. En su tierra, desde los años 70, desarrolló el riego, plantando en Dominio de Valdepusauno de los primeros viñedos con riego por goteo del mundo. Fue pionero en el cultivo en la región de variedades francesas como el cabernet sauvignon en el año 1974 o la syrah y trajo al australiano Richard Smart, maestro en viticultura.
Manzaneque nos preguntó a Michel Poudou y a mí, cómo se habían desarrollado los pagos en Francia e Italia. Los transalpinos acababan de crear con la Ley Goria (1992) su pirámide en la clasificación de sus denominaciones de origen ocupando la cúspide los vinos de subzona, pueblo, paraje, micro zona, granja y viña o pago. Dos años más tarde nació la DOC Bolgheri, y el vino más emblemático de Italia entonces, y primer supertoscano Sassicaia, obtuvo la categoría de subzona. No sería hasta 2013 cuando fuera la primera y única denominación italiana dedicada a una bodega. En Francia, se necesitaba detrás una historia de prestigio y éxitos en la prensa dilatada: Romanée-Conti, La Tache, Clos de Tart, ChâteauGrillet… Lo mejor de lo mejor.
Los contactos y el prestigio de Carlos Falcó fueron decisivos en su reunión con el entonces presidente José Bono y su consejero de agricultura que creyeron de inmediato en aquella atrevida y revolucionaria propuesta. En 2002, Dominio de Valdepusa se convirtió en la primera propiedad en recibir la distinción de DO Vino de Pago.
Carlos y Manolo hablaron con Marcial Gómez Sequeira (Dehesa del Carrizal), Paco Uribes (Calzadilla) y Alfonso Cortina (Vallegarcía) a las que se sumaron tres bodegas más donde colaboraba Mariano García (Mauro, San Román y Aalto). El grupo se presentó oficialmente en septiembre de 2000 con el nombre Grandes Pagos de Castilla, ya que integraba a ocho productores de las regiones de Castilla-La Mancha y Castilla y León.
Carlos Falcó aseveró: “No basta con hacer un buen vino; hay que hacer un vino diferente, con personalidad propia, y eso es lo que el pago hace probablemente mejor que ninguno”.
En la actualidad podemos encontrar 24 de estas denominaciones en diferentes CCAA españolas: doce en Castilla-La Mancha, cuatro en la Comunidad Valenciana, cuatro en Navarra, tres en Castilla y León y una en Aragón. Las doce denominaciones castellanomanchegas se encuentran entre las provincias de Toledo (2), Ciudad Real (6), Cuenca (1), Albacete (3): Dominio de Valdepusa (Malpica, Toledo), Campo de la Guardia-Bodegas Martúe (La Guardia, Toledo), Pago del Vicario (Porzuna, Ciudad Real), Pago Casa del Blanco (Manzanares, Ciudad Real), Pago Vallegarcía. Finca Vallegarcía (Retuerta del Bullaque, Ciudad Real), Dehesa del Carrizal (Retuerta del Bullaque, Ciudad Real), Bodegas Montalvo Wilmot (Argamasilla de Alba, Ciudad Real), Pago Florentino (Malagón, Ciudad Real), Bodega Finca Elez (El Bonillo, Albacete), Familia Conesa-Pago Guijoso (El Bonillo-Albacete), Pago de La Jaraba (Villarrobledo, Albacete) y Pago de Calzadilla (Huete, Cuenca).
Castilla-La Mancha se diferencia de otros territorios nacionales, en que la historia de los terruños vitivinícolas se está escribiendo en estos momentos. Su identidad la vamos descubriendo día a día porque todavía no está totalmente definida. Gracias a la mente de estos pioneros y a los continuadores, la CCAA va despejando el bosque. Proyectos de muchos tipos y tamaños dentro de las DO o de los vinos de la Tierra con un potencial todavía ignoto.
Pagos y su concepto
Aunque pago sea un concepto latino, que se usa en la península ibérica desde el siglo XIII como especialización referida al viñedo, es en Jerez a lo largo del siglo XV cuando se encumbra con el concepto que tenemos hoy. Se eligió esta palabra por su raigambre siendo la mejor opción para emular al cru francés. Un reconocimiento a una singularidad vitícola.
Sin embargo, en España hay una confusión enorme. La Ley del Vino de 2003 reconoció y desarrolló la figura a nivel nacional dejando libertad a las comunidades autónomas para determinar sus candidatos. A partir de entonces, se protege el uso del término pago para que solo pueda utilizarse dentro de las nuevas denominaciones, pero se permiten ejemplos anteriores a esa fecha como Pago de Carraovejas o Pago de los Capellanes (Ribera del Duero) o algunas bodegas riojanas.
También se permitió su uso en el nombre de la asociación que en 2004 se abrió a socios de regiones no castellanas y se transformó en Grandes Pagos de España. En las nuevas propuestas clasificatorias como las del Priorat y Bierzo el vértice de la pirámide son los vinos de una viña. En Rioja, los Viñedos Singulares o los pagos que se escriben en la etiqueta siendo legalmente el nombre del vino. Si la palabra «pago» forma parte del nombre no indica que ese vino es un Vino de Pago reconocido oficialmente, sino que simplemente procede de un pago o parcela específico, o al menos eso dice la bodega. Jerez y Sanlúcar, teniendo la historia más profusa, están encontrando dificultades para reglamentar los pagos que han existido desde hace siglos. El desarrollo de estos vinos no ha sido tan complicado en Francia, Alemania o Italia.
El gran desafío de los próximos años en Castilla-La Mancha
Castilla-La Mancha se enfrenta a un desafío sin precedentes a consecuencia del cambio climático. La pregunta clave es: ¿cómo afectarán el aumento de las temperaturas y la incertidumbre climática a su futuro? El cambio climático puede abrir nuevas oportunidades.
Buscar regiones más frescas y con menos tradición para el cultivo de la vid. Las comarcas montañosas de Castilla-La Mancha, que anteriormente se consideraban menos aptas para el cultivo de la vid, podrían formar parte de la solución a medio y largo plazo.
Adaptación es la palabra del momento en viticultura. Nuevas variedades resistentes al calor, interpretar de otras formas los sistemas de manejo del viñedo y mejorar la gestión del agua, que va a ser el bien más escaso y codiciado. Hay medidas que ya se están poniendo en práctica como retrasar la poda hasta más allá de la brotación, ampliar el número de yemas dejadas para reducir el vigor o las cubiertas vegetales. Son algunas de las medidas para retrasar el ciclo vegetativo y favorecer el proceso de maduración. Ir aprendiendo a interpretar cada momento.
Terminaremos con unas palabras proféticas de Manolo Manzaneque de una entrevista que le hice para el Magazine, del diario El Mundo, hace ahora 22 años:
“En Castilla-La Mancha, si las cosas se hacen con rigor, se pueden conseguir grandes hitos, porque el factor humano y la calidad de la tierra están ahí”. Los mimbres existen, sólo falta pericia y conocimiento para interpretarlos.