Tamara Mendaza, la alfarera que defiende oficios en extinción

Conocer una región desde el productor, a la cocinera y a la alfarería

Daniela Cenis

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Si todos nuestros actos tienen consecuencias, el de comer quizás sea el que más efectos desencadena. Cuando escogemos comer productos de proximidad, defendemos a nuestros agricultores y ganaderos. Si lo hacemos en lugares que defienden las raíces, apoyamos a personas involucradas con el entorno. Y, cuando además, el soporte en el que viajan esas recetas está conectado con la historia del lugar y de las personas, es fácil que esos bocados provoquen la necesidad de saber más sobre esos huertos, esos ríos o esos talleres cerámicos en los que alguien ha empezado a contarte algo.

 

Eso es exactamente lo que sucedió cuando me senté en una casa de comidas de Viniegra de Abajo para probar una receta de alubias y, horas después de conocer a Alejandro, el proveedor de estas legumbres en Anguiano, cerré la jornada en el taller que el maestro alfarero Toño Naharro abrió hace doce años en Navarrete.

 

Viajé hasta allí con la cocinera Irene Sobrón para conocer a Tamara Mendaza (Estella, 1986), la ceramista responsable de las piezas que emplean en Casa Comidas Irene  para ofrecer una versión de alubias de Anguiano llena de guiños a mujeres sabias y a productores locales.

 

Una casa de comidas me llevó a un taller de alfarería, y curiosamente, en cuanto empecé a recorrerlo, tardé un segundo  en volver a viajar -en este caso a una antigua venta de carretera que hoy luce dos flamantes estrellas Michelín- al identificar una réplica del árbol de las ensoñaciones, la obra de grandes dimensiones que Toño ha creado para los hermanos Echapresto a pocos kilómetros, en Venta Moncalvillo.

 

Tamara conoció a su maestro hace seis años. “Es una persona que respeta la alfarería tradicional y a la vez es muy contemporáneo. Te cuenta el oficio de una forma tan apasionada que no tardas en caer enamorada. Además, es tan generoso que comparte, te ayuda y te acompaña en todo el proceso, sin cortarte las alas y dejando que te equivoques porque considera que es una parte fundamental del aprendizaje”.

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Aproveché la visita para preguntar a Toño qué porcentaje de clientes hosteleros tienen. “El 60% de nuestra producción. A nosotros la hostelería nos alimenta por partida doble, porque llena las neveras y paga las facturas. Estamos haciendo diseño de producto, algo que es tremendamente gratificante y divertido porque no se trata de hacer producciones que no te gusten para poder hacer luego obra propia y contar cosas. Nuestros clientes hosteleros nos dejan contar sus historias a nuestra manera”.

 

Cada restaurante es un proyecto nuevo -añadió Tamara- compartir con ellos el proceso creativo es maravilloso. Partimos del plato que piensan que van a necesitar para una receta concreta, proponemos tres o cuatro prototipos para ir acercando la idea desde las dos partes y trabajamos juntos hasta encontrar lo que buscan”.

 

La cerámica no es una experiencia

 

En cuanto a la distribución, Toño describió un escenario en el casi todas las tiendas de alfarería y cerámica han desaparecido. “Es cierto que ahora hay un aparente boom de la cerámica, pero no de ese comprador fiel de cerámica que siempre nos apoyaba. Hablamos de personas que solo quieren ir a un taller cerámico para relajarse, no para aprender. Me preocupa porque nunca fuimos un sitio de recreo y creo que al plantearlo así, se puede llegar a perder respeto a un oficio que para mí es sagrado”.

 

Para Tamara, que se formó como ilustradora en la Escuela Superior de Diseño de La Rioja, ha realizado incursiones en el sector textil y está a punto de instalarse en un local propio en Logroño, su periodo de formación ha sido y sigue siendo un regalo impagable. “Toño me ha enseñado que hay que ser valiente hasta el final y que trabajar desde el error, a veces te lleva a sitios a los que nunca hubieras llegado”.

 

“Solo soy una aprendiz de alfarería”, confirmó mientras colocaba sobre el torno un bloque de barro rojo con chamota que aporta tonalidad rojiza y una textura porosa y rugosa. Mientras el torno empezaba a girar, Tamara describió los utensilios que estaba empleando. “Son tiraderas, alambres y badanas de cuero, herramientas antiguas hechas a mano, Toño fabrica todas las herramientas que puede. Ahora está de moda comprarlo todo, pero él también me ha enseñado que con cuatro materiales, puedes solucionar casi cualquier necesidad que surja en el proceso de creación de una pieza”.

 

Premios

 

La semana pasada leí que esta aprendiz, que «solo” lleva seis años inmersa en la técnica cerámica de la alfarería y que considera que es una recién llegada, “porque la cerámica es infinita y siempre hay algo que aprender” ganó el concurso Pieza Única de NACE 2024, la Feria Nacional de Alfarería y Cerámica que se organiza en Navarrete desde hace 16 años con su obra “injerto”, una pieza vertical de 1,20 centímetros creada con la técnica de torno alfarero, churros, gres y esmalte.

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Cuando vi las fotos de su obra premiada, sentí que la historia que contaba esa pieza está conectada con la que hay detrás de los boles y cazuelas que emplean para ofrecer las alubias de Anguiano en Casa Comidas Irene. Creo, porque así lo siento, que Tamara emplea los soportes de barro que crea como refugio, como un lugar seguro para dialogar entre lo antiguo y lo nuevo, entre los viejos oficios en peligro de extinción y los cambios que vienen. Y creo que al final, lo único que Tamara intenta cada vez que se pone delante de un torno es llamar la atención para que, como ella, nos adaptemos a lo que viene sin olvidarnos del pasado y tratemos de salvar del olvido ese origen que cada vez está más lejos.

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