En un rincón del paraíso

Un Comino

Regreso a casa después de cuatro días de inmersión. Hemos dejado el mar Cantábrico al norte y, por esta vez, mis instintos buceadores han tenido que ser aplacados. El buceo es de otra naturaleza. La Asturias occidental, el suroccidente asturiano, desde Cangas del Narcea pasando por Degaña, Ibias y Tineo, si me apuran sociológicamente diría también Allande, Grandas de Salime o Belmonte, han acogido a un grupo inusual formado por cocineras de tres continentes, empresarias de dos y periodistas gastronómicos de cinco nacionalidades para celebrar FéminAs, el Congreso Internacional de Gastronomía, Mujeres y Medio Rural.

 

Solo es la segunda edición de este evento que busca dar visibilidad al trabajo femenino en el ámbito rural, desde la hostelería hasta la producción del sector primario, pero los primeros retoños que se plantaron el año pasado van dando sus frutos.

 

Las mujeres que forman la Sociedad Picantera de Arequipa, en Perú, el colectivo galardonado este año con el premio a las ‘Guardianas de la Tradición’, son el ejemplo perfecto de lo que necesita nuestra cocina. Ellas reivindican el alma de su oficio, de su antiquísima dedicación como picanteras que elaboran artesanalmente la chicha, esa mágica bebida fermentada del maíz –algo así como la cerveza andina– y dan de comer deliciosos platillos para acompañar los tragos. Ondea en Tineo por un día la bandera roja picantera que les caracteriza, como a los revolucionarios asturianos de 1934. Ellas enumeran todo lo que le deben a sus madres y abuelas y anuncian a los cuatro vientos el respeto y deuda que sienten hacia lo recibido.

La palabra cambia vidas

La principal herencia del ser humano no es inmobiliaria ni económica, sino cultural. Lo sustancial que nos define y determina no es la plata, sino la palabra, ese instrumento revolucionario capaz de cambiar las vidas. Ahora que se habla de la desafección de los jóvenes respecto a todo aquello que viene determinado por el duro trabajo hostelero, ellas, que lo mismo cocinan que sirven en sus mesas de Arequipa, llegan cargadas de optimismo y sonrisas.

 

Cocinar es un acto puramente humano que se carga de sentido en cuanto se convierte en un trasunto de nuestra alma. La ilusión que ha transmitido un pequeño cuarteto de mujeres orgullosas y felices de su tradición es un viento fresco en un mundo en el que algunos oficios agonizan.

 

La cocina de las mujeres de Perú, Italia, Ghana, Brasil, Portugal o España es todo un ejemplo de convivencia e integración. Juntas en una casa de comidas de Tineo o de Cangas del Narcea pareciera que no existen las barreras culturales. No hay fronteras por países, ni tampoco por generaciones. Sin duda alguna, este encuentro de FéminAs es la demostración de que las mujeres comparten mejor, sin barricadas mentales ni egos exaltados que tantas veces dificultan el progreso. Las picanteras de Arequipa, como las de Oaxaca o las guisanderas asturianas, representan un eslabón singular, un gen único que conecta la cocina profesional con la familiar en las mismas personas.

El fonio salvador

Con la misma sencillez que se explican los ingredientes de un pote se puede contar el valor que un cereal como el fonio, un primo de la quinua y el mijo, tiene para evitar la hambruna de decenas de miles de personas en Sierra Leona o Guinea. La chef que lo cocina y sirve en su restaurante Fulani Kitchen en Accra, la capital de Ghana, Fatmata Binta, está viva gracias a él y lo defiende en el suroccidente astur como superalimento y solución de vida que es, aunque aún sea desconocido en las propias ciudades de su país y le esté vetado a las mujeres ghanesas porque ni pueden poseer tierra ni cultivarla.

 

Decía la cocinera italiana Cristina Bowerman que no solo debemos aprender a preparar un plato, «sino ser capaces de crear comunidad». Las mujeres rurales de una y otra latitud dan muestra de un sentido común extraordinario y de una conciencia sobre sus actos muy superior a la que se aprecia en los parlamentos y gobiernos de medio mundo. La conciencia y responsabilidad sobre el legado inmaterial que han recibido, llámese como se quiera, cocina, tradición, etc… es realmente sorprendente.

El paraíso y sus peligros

Historia y naturaleza realmente indómita se funden en este ‘far west’ asturiano. Un monasterio con más mil años de historia, pozos mineros que aún siguen dando calor aunque el mundo moderno haya terminado por demonizar su carbón, osos pardos que cada vez viven más a sus anchas en las cresterías más altas o bosques como Muniellos, que son reservas de la biosfera, comparten el día a día de un entorno privilegiado y duro para los que aspiran a las velocidades de la vida actual.

 

Pero la inquietud no ahoga la energía potencial de la esperanza. Aguardan las laderas en las que antaño maduraban cientos de hectáreas de vides el retorno de las cepas para producir un vino singular y fresco, del gusto de los aficionados más avanzados. Aguardan los vecinos las atenciones que les hagan más fácil el sostenimiento de esta parte del paraíso y el arraigo de sus hijos a este rincón del edén.

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