El Casual es la segunda marca de Leonor Espinosa, la reconocida cocinera colombiana que ha puesto a la gastronomía colombiana en el mapa mundial. Es un restaurante joven, informal, un negocio de barrio que escapa del lujo. Está ubicado en el corazón de Chapinero, una de las zonas gastronómicas más interesantes de Bogotá, y apuesta por una cocina cotidiana, ecléctica, que a Leonor le gusta cocinar en casa. Es un éxito.
Su propuesta se hizo escuchar duranta la pandemia, cuando Espinosa abrió el delivery Mi casa en tu casa, con el que aguantó la crisis y consiguió una clientela local nueva, de cercanía, que tuvo la oportunidad de probar la cocina de unas de las cocineras más influyentes de América Latina.
La reputación alcanzada con el delivery, la impulsó a transformar su cocina oculta en un restaurante con servicio en mesa, y es lo que hoy encontramos en El Casual. Una carta dinámica, que pone la mirada en lugares diferentes. En mi visita, encontré los sabores del Caribe, lugar del que es originaria Espinosa, en una sopa de pescado y camarón con leche de coco, concentrada y profunda, que gana complejidad aromática con el cilantro y la lima kaffir. Vi también guiños a la cocina asiática, con la que partió cocinando Leonor en los años noventa, en el arroz con cerdo al wok que acompaña con un plátano en tentación, una elaboración tradicional del Caribe que en Cartagena de Indias preparan con plátanos maduros cocidos con azúcar, canela y refresco de Kola Román.
La carta cuenta con dieciocho platos más dos postres y tiene de todo y para todos. Desde un ceviche a un arroz, una pizza o sánguches. No es lo convencional en alguien que ha destacado en la alta cocina, en la investigación constante y en la elegancia, pero El Casual representa la reivindicación de una cocina sencilla y cotidiana. Un cambio de ritmo, en una propuesta que está pensada para atender todo tipo de públicos y bolsillos, al tiempo que aprovecha ingredientes y mermas de los restaurantes hermanos, Leo y La Sala de Laura, aplicando una idea de sostenibilidad y reutilización de producto.
Me agrada el resultado, sobre todo los platos especiales inspirados en antiguas elaboraciones servidas en el restaurante Leo, tanto como los precios controlados y el servicio ágil y cercano.
Ejemplo de esto son el pescado en salsa de mariscos envuelto y asado en hoja de plátano, con esas notas ahumadas y dulces que otorgan las hojas de los platanales usadas como receptáculo y que hacen tan especial la cocina Caribe. Y los tacos de cordero y salsa labneh, una adictiva emulsión a base de yogur y sal, entretenidos y con clara reminiscencia al mundo árabe con las especias y la hierbabuena. El resultado, rico, sabroso y estimulante. Contrasta con el ceviche que, aunque bien ejecutado, resulta algo plano. Otro plato destacado es el pollo orgánico asado, con la piel crujiente y la carne tierna, de esas que se funden en la boca. Es cada vez más difícil encontrar un buen pollo asado, la mayoría peca de exceso de ahumado y falta de jugosidad. Este es goloso. De postre, una oda al coco: helado de cocada con crocante de titoté, el envolvente caramelo resultante de la cocción de la leche de coco. Equilibrado, nada empalagoso, con el dulce adecuado.
Una cocina que muestra detalles, calidad en la materia prima y precisión en las cocciones, aunque todavía le queda camino por recorrer. Deberían reducir la oferta de sánguches y pizzas que, aunque puedan resultar atractivos para el gran público, quitan cierta identidad al lugar.
Leonor Espinosa es una perfeccionista y ese espíritu lo ha trasladado a este comedor casual, que se ha convertido en una excelente alternativa para una comida informal en Bogotá.
