Después de larga y riquísima conversación con Albert Roca, recogida en esta crónica, y aun tras una deliciosa cata de más de 12 sabores de helados y sorbetes en su obrador, mis ganas de comer helados han aumentado exponencialmente. Pero, ¿dónde hay helados que podrían justificar un viaje, un desvío o una parada? A continuación, una lista de 14 propuestas de sitios para ir en busca de felicidad bajo cero.
Delacrem (Barcelona). Massimo Pignata implicó un antes y un después en la heladería de Barcelona, con colas constantes casi 15 años después de su apertura. A no ser que haya alguna alergia, su helado de avellana tendría que ser un sello obligado en cualquier pasaporte. Su best seller, el pistacho. Y con ellos, una carta de entre 20 y 30 sabores que cambia con la temporada y los productos. En invierno, cuando las colas son menores, el affogato es un calefactor imbatible.
La Cremeria (Cádiz). Nunca se me ocurriría visitar Cádiz sin poner los pies en La Cremeria, el lugar de magia de Carlo Guerriero y Carmen Muga. Subcampeón del mundo en 2020 con su helado de cremoso al vino oloroso en Gelato Festival World Masters (y reconocido con tantos otros premios más) tienen -además de helados de vinos de Jerez de aroma a solera y sabor insuperable- otras elaboraciones míticas como la de queso Payoyo, tarta San Marcos, el baklava o el cremino al pistacho. Su vitrina, un gozo de montañas de helado con colores y texturas añadidas, un reclamo visual que dispara la curiosidad y las ganas de probarlo todo. Con casi 15 años de historia, igual que en Delacrem, las colas son una alegre constante que reconoce el trabajo bien hecho.
Paral·lelo (Barcelona). Conocido por cocineros y en la mente de cualquier amante del helado, los de Paral·lelo (Matteo, Marco y Francesco), se han desmarcado de la heladería clásica para ofrecer sabores más disruptivos -anchoa y remolacha, parmesano con ciruela pasa, queso trufado, za’atar,…- que les han puesto en el mapa. Si falta la curiosidad o el atrevimiento, tienen unos 20 sabores en su vitrina en los que se suceden frutas, flores, frutos secos y lácteos; que cambian según la temporada y hablan de producto de calidad.
dellaSera (Logroño). Fernando Sáenz, una autoridad, conocido como El Chef del Frío y reconocido con distintos premios (Mejor Repostero de España o Mejor Espacio Dulce como ejemplo) y Angelines González están al frente del obrador Grate, desde donde surten su heladería boutique en el centro de la capital riojana. Haikus en versión helada tipo sombra de higuera, paseo de verano o sorbete de racima. Su visión de la heladería tiene un nivel epistémico que podría estudiarse en cualquier universidad. Organizador de las Conversaciones Heladas, podría ser a la heladería lo que Ferrán Adrià es en la cocina: esa mente conceptualizadora de la gastronomía bajo cero y el intelectual inquieto de la industria.
Can Soler (Badalona). Veterana heladería (1969) de tercera generación y herencia alicantina y xixonenca, donde Albert Soler (Campeón de España de Heladería en 2019) llena una vitrina que grita tradición y artesanía desde su cartel (gelaters, torroners i orxaters) a todos sus sabores. Con dos puntos de venta en Badalona y otro en Montgat, llama la atención la gran cantidad de helados pasteleros (San Marcos, lemon pie, pastís galeta, sacher,…) y la oferta tan familiar y reconocible como interesante. Además de sus helados, destacaría su línea de pasteles helados, que si estuvieran en París generarían tendencia.
Véneta Gelato Italiano (Valencia). Una heladería en el 5º mejor lugar del mundo según Gelato Festival World Ranking 2024 y con un gran palmarés (Mejor Helado de España en dos ocasiones y mejor de Europa en 2019). Con cinco locales (cuatro en Valencia y uno en Madrid), la oferta de Véneta es tan italiana como su dueño. A destacar, la golosidad de muchos de sus helados (que completa con cremas o salsas mezcladas con el helado para tener un juego de texturas y temperaturas), su emblemático sicily orange sunrise (naranja, cardamomo y menta) y su temporalidad; en otoño, el helado de calabaza especiada es un consuelo.
Morreig (Barcelona). En el apartado jóvenes promesas, tenemos el Morreig de Alba Ruiz y Matthieu Atzenhoffer, que pese a no ser solamente una heladería, sí es un lugar donde encontrar helados de calidad junto a lo que ya se está posicionando como una de las mejores bollerías de Barcelona. En Morreig, la unión hace la fuerza con su brioche de mantequilla marcado en plancha y relleno de helado. Sabores con combinaciones aromáticas perfectas (limón con menta y albahaca, café con haba tonka y mascarpone, fresas del Maresme,…). Todo ello en un conjunto donde la calidad, la técnica y el producto son mantras indiscutibles. Si bien esta delicia siciliana (brioche relleno de helado) se encuentra en más puntos de Barcelona, el juego de temperaturas y el aroma de mantequilla de la propuesta de Morreig es insuperable.
Sherbet (Berga, Barcelona). Siguiendo en las jóvenes heladerías revelación, con apenas un año de vida, Sherbet es fruto de la unión de fuerzas de Sergi (cocinero y pastelero con una carrera forjada en proyectos como Tickets, la Terraza del Casino, la Pastisseria y Els Casals) y Eugenio (leonés, ingeniero con mente emprendedora y reconvertido en cocinero y pastelero, con un currículum que pasa por la Terraza del Casino y L’Estany Clar), y merece sin duda un desvío a Berga. Su vitrina (de 14 sabores) cambia a diario para ofrecer nuevas diversiones como limón con albahaca y cardamomo, boletus y vainilla, stracciatella de trufa, palomitas, caramelo y nuez pecana; albaricoque y tomillo, cilantro y yogur… Para los clásicos, recomendaría su helado de nata, sabor en el que la calidad de sus lácteos, de Cal Serrador (una explotación lechera de tercera generación de un pueblo cercano, que les provee del mejor producto para sus bases) es sobresaliente.
Fraganti (Alicante). Cuando los artífices de una de las mejores pizzas de Europa se concentran en la apertura de una heladería suceden cosas tan maravillosas como la convivencia de una orxata con fartons de dogma con helados que reivindican la tradición alicantina desde la expresividad italiana. Sucumbir al mantecado, lo que para las generaciones que nos preceden era el buen helado, es un manifiesto. En su primer mes de vida, ya está sentando las bases para una explosión igual o mayor que la de sus pizzas.
Töto (Madrid). Lo conocí a través de un buen amigo y mejor chef, que usaba sus helados en su restaurante, y desde entonces se ha erigido como una de mis pausas infranqueables en Malasaña, tanto en invierno como en verano. Hijo de heladeros y de técnica italiana, Hernán Rodríguez tiene un abanico de sabores con el confort y la golosidad por bandera. Como ejemplos, sorbetes como el de manzana asada o helados como nueces pecanas y toffee, coco, o, el que no podría faltar con un heladero argentino, dulce de leche.
Sant Croi (Barcelona). Reconocido con el premio Arte heladero en 2021 y Campeón de España de Heladería en 2022, Albert ofrece sensaciones excepcionalmente cremosas con sabores intensos. Para amantes del chocolate, imprescindible su sorbete de chocolate, de intenso sabor y complejidad (por ser base agua) y una textura que rompe todas las lógicas. Sucede algo parecido con los sabores de fruta (de rigurosa proximidad y temporada). Imprescindible también sus tartas convertidas en helado, como tiramisú o cheesecake).
Temperato (Murcia). Con una imagen atractiva y un código visual reconocible, Temperato es una heladería joven (2016) con un crecimiento exponencial, y que va sonando por sus reconocimientos (Solete Repsol, Mejor Helado de Dulce de Leche y 2º Mejor Helado de Chocolate en 2023 en el Gran Premio Nacional del Helado Artesano). Lúdica y viva, ofrece sabores disfrutones y divertidos (pantera rosa, palomitas), locales (paparajote, limón murciano, arroz con leche de Calasparra) o clásicos (chocolate, vainilla bourbon,…). Mención especial a su milhojas de nata.
Rocambolesc (Girona). No voy a descubrirle nada a nadie, pero no quisiera dejar el sello Rocambolesc fuera de este viaje. Además, por mucho que ya sea conocido por todos y reproducido en franquicias, el panet calent siempre será algo mágico. Por la reivindicación del helado soft y por el universo mágico que crearon Jordi Roca y Ale Rivas, el número 50 del Carrer de Santa Clara (Girona), debería ser lugar eterno de peregrinaje.
Elarte (Huesca). Con una filosofía de producto radical (gran parte de sus ingredientes provienen de su huerto), Elarte tiene una propuesta completa, compuesta por helados, helados soft y postres helados. Es casi imposible decidirse delante de su vitrina, demasiados sabores interesantes, una dicotomía difícil de superar (soft o no) y unos 20 toppings para añadir. De origen gastronómico (Aitor Otin empezó sirviendo helados gastronómicos a los restaurantes de la zona), además de la tienda de Huesca y la sucursal de verano en Jaca, este año inauguraron una gastroneta que dará mucho que hablar.