Caleta de Vélez, paraíso del pescado

Dos restaurantes y un chiringuito convierten este pequeño pueblo en la capital gastronómica de la Costa del Sol oriental

Alberto Luchini

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Gastronómicamente, la Costa del Sol que recorre la provincia de Málaga se divide en dos territorios claramente diferenciados entre sí. Por un lado, el occidente, entre el límite con Cádiz y la capital, donde se concentran ambiciosos proyectos empresariales, restaurantes estrellados y grandes mesas dedicadas al producto. Por otro, el oriente, desde la capital hasta la frontera con Granada, que es lo más parecido a un erial. Con una honrosa excepción.

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Caleta de Vélez

Esa excepción es Caleta de Vélez, una pequeña pedanía de Vélez-Málaga cuya principal actividad histórica ha sido la pesca y que cuenta con una de las principales lonjas del litoral sur mediterráneo. De cara al viajero no puede presumir de playas paradisiacas ni de grandes atractivos turísticos pero sí de la mejor oferta ictiófaga de la Costa del Sol oriental, de la que son epítome los tres locales que citamos a continuación.

 

Chinchín Puerto

 

Fundado en 2015 por Sebastián Martín y Lourdes Villalobos, antaño patrones pesqueros, Chinchín Puerto saltó a la fama nacional en 2020, en plena pandemia, cuando ganó el premio a la mejor ensaladilla en la edición más extraña de San Sebastián Gastronómika. Hecha con patatas cultivadas en arena y hervidas en agua de mar con su propia piel y gambas, su secreto es una mayonesa elaborada con un aceite en el que se han confitado las cabezas de las gambas y colas de coloraíllos (gambas pequeñas).

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Ensaladilla de Chinchín Puerto

Esta ensaladilla (espléndida, dicho sea de paso) fue el reclamo para que muchos descubriéramos un restaurante que vive por y para el mar, gracias a esa figura en vías de extinción que es el lonjero, encarnado en Marcos Fernández, yerno de los propietarios al estar casado con su hija María, eficaz y simpática jefa de sala.

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Belén Abad, María Martín, Lourdes Villalobos y Marcos Fernández, en Chinchín Puerto

Marcos visita diariamente la lonja para seleccionar los tesoros del mar de Alborán que llegan en forma de pescados y mariscos para luego presentarlos en el restaurante, citando incluso el barco que los ha capturado. También trabaja con las lonjas de Motril (Granada) y Conil (Cádiz) para que la oferta sea más amplia.

 

Bivalvos (conchas finas, almejas, coquinas, quisquillas), cefalópodos (calamarcitos, chopitos, pulpo), crustáceos (atención a los langostinos XXL de La Caleta, una rareza que sólo se encuentra en verano) y pescados grandes (urta, dorada, gallineta) y pequeños (boquerones, sardinas) de restallantes frescura y sabor son sabiamente tratados en cocina por Lourdes y Belén Abad (qué mano tienen para la fritura) para sacar de ellos todo su potencial.

La carta de vinos, de la que también se ocupa Fernández y que evoluciona de año en año, se centra en vinos blancos, generosos y espumosos y presta especial atención a los bodegueros de la zona.

La Parada

Bonito no es precisamente la definición que uno aplicaría al Bar Marisquería La Parada. Con su fachada impersonal, su barra metálica y un comedor más funcional que otra cosa, lleva en activo desde 1986, cuando la antigua carretera general atravesaba el pueblo y se convirtió en punto de parada en el (entonces) eterno trayecto entre Nerja y Málaga capital, y de ahí su nombre.

Pero, una vez dentro, la decoración pasa a un segundo plano, como debe de ser, cuando, antes de acceder al salón, se hace una parada técnica en la barra para tomar una fresquísima manzanilla de grifo con una tapita de hormigón, esto es, una suerte de ensaladilla con gambas y alioli.

Una vez en la mesa, la mirada se pierde en el expositor con las capturas del día: cigalas, rodaballos, salmonetes, gambas blancas y rojas (de Garrucha), sapitos, calamares… Decantarse por cualquiera de ellos es un acierto, pero hay dos especialidades que no hay que perderse bajo ningún concepto.

En primer lugar, las frituras, finas y crocantes, sobre todo unos inmejorables boquerones, que le valieron a la casa el I Premio del Jurado Popular a la Mejor Fritura de Boquerones otorgado por la Academia Gastronómica de Málaga, como atestigua un diploma que cuelga orgullosamente detrás de la barra. Y, en segundo, las gambas de cristal con huevo, uno de esos platos que están directamente conectados con la felicidad.

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Gambas de cristal con huevo de La Parada

La bodega vista, situada casi frente por frente con la vitrina marina, invita a acompañar el ágape con un buen vino, a precios bastante razonables.

 

El Saladero

Técnicamente, es un chiringuito a pie de playa (o un merendero, como se dice por la zona). Pero, en realidad, El Saladero es mucho más, es un restaurante con mayúsculas que ennoblece una de las técnicas culinarias más ancestrales y representativas de la Costa del Sol: el espeto.
Como reza un divertido cartel en la puerta, junto a una raspa de pescado (sardina, quizá) figuran los nombres de los fundadores, Juan y Puri y el año en que pusieron en marcha el proyecto, 1965. Sesenta años después, y siempre en manos de la familia, no sólo se mantiene en plena forma sino que conseguir mesa en verano es tarea digna de Tom Cruise y su saga cinematográfica.

Salmonetes espetados de El Saladero
Salmonetes espetados de El Saladero

Aquí se viene a tomar pescados al espeto. Pero no las típicas sardinas terciaditas que se ofrecen en cualquier merendero (conocidas como manolitas) sino todo tipo de pescados, incluidos los más grandes y hasta algunos mariscos. Hay que probar las sardinas, por supuesto, pero también, si los hay, unos salmonetes de primera o unos emocionantes loritos. O, por qué no, un lenguado o una dorada.

Pero como no sólo de espetos vive el comensal, las quisquillas, las conchas finas o las almejas no desentonan. Y, a veces, hasta se encuentran rarezas, como las huevas de pez araña.

Dos importantes pluses a tener en cuenta. La ajustadísima relación calidad-precio se traduce en unas facturas más que razonables para el nivel de la comida. Y la oferta de champanes, también a precios sensatos, no tiene nada que envidiarle a la de cualquier restaurante estrellado…. Como podría serlo cualquiera de estos tres si estuviera en Francia y no en Caleta de Vélez.

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