De la airén a la bobal, una travesía por la rutas enológicas del vino castellanomanchego

La región de Castilla-La Mancha se ofrece como un inmenso océano de viñas sobre las que surcar la esencia de la mayor región vitivinícola de Europa. Retratamos en nuestro cuaderno de bitácora algunos de sus recorridos imprescindibles, invitando a que cada visitante viva en Castilla-La Mancha su propia travesía.

Sandra Hernández

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Con cerca de medio millón de hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, a Castilla-La Mancha nadie le rebate el título de ser el mayor viñedo del mundo y también un irresistible destino para perderse en cualquier época del año, recorriendo los caminos marcados por el vino con los sentidos dispuestos y el alma bien abierta. En la carta de navegación están señalados cada uno de los municipios que componen este simbólico mar de viñas, todos ellos modélicos pueblos manchegos de fuerte raigambre vitivinícola, que preservan con celo un valioso patrimonio, tanto monumental como enológico, de gran riqueza natural y también gastronómica. Son verdaderas joyas de arquitectura popular que embellecen las tierras de esta comarca llena de leyenda, y que merecen ser disfrutadas en toda su esencia.

 

Humedales y molinos en la ruta de La Mancha

 

En Villarrobledo (Albacete) César Velasco Almodóvar sigue mimando el vino en enormes tinajas de barro cocido de más de un siglo de antigüedad. Es la tercera generación de una bodega familiar que continúa con una tradición del siglo XV, muy viva también en el Centro de Interpretación de la Alfarería Tinajera, “un espacio único que rinde homenaje a los hombres y mujeres que desde hace casi cinco siglos modelan con sus manos tinajas para la producción de vino”, explican con orgullo y firmeza. Una elaboración ancestral detallada en El Quijote, personaje universal que protagoniza mucha de esta ruta. Por eso nos parece el mejor punto de partida para recorrer una comarca en la que airén y tempranillo son las notas predominantes de una deliciosa sinfonía que atraviesa Toledo, Albacete y Ciudad Real.

 

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Bodega César Velasco

 

Salimos a la caza de atardeceres de ensueño por La Mancha húmeda, tan bella como poco conocida, en la que reinan aves acuáticas de gran valor natural. Laguna Salicor en Campo de Criptana y el Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan atrapan por su serena belleza. Y en el horizonte, los míticos molinos de viento que inmortalizó Cervantes confundidos con gigantes en la Sierra de Molinos de Campo de Criptana, declarada Bien de Interés Cultural, o los de Alcázar de San Juan que coronan el Cerro de San Antón. En El Toboso (Toledo) nos invitan a visitar la reproducción de un caserón manchego del siglo XVI que llaman la Casa de Dulcinea, y el museo Cervantino donde reside una interesante exposición de ediciones del Quijote en más de 70 lenguas. Al contrario que el hidalgo, sabemos con certeza que no son ventas sino castillos los de Santiago de la Torre en El Provencio (Cuenca), o los de Santa María del Guadiana y el de Peñarroya, ambos en Argamasilla de Alba (Ciudad Real), magnas fortalezas medievales en cuyos muros el viento susurra historias de tiempos pasados.

Este patrimonio monumental incluye un fuerte legado enológico, como los chozos manchegos que servían de refugio a pastores y agricultores que replican el Museo Torre del Vino de Socuéllamos (Ciudad Real), o y las enormes chimeneas de Tomelloso (Ciudad Real) que ventilaban la antiguas destilerías de vino, aquellas que nacieron impulsadas por el auge de la exportación. Con ese y otros miles de datos nos instruyen en el Centro de Interpretación del Vino, alojado dentro de la sede de la DO de La Mancha (Alcázar de San Juan.).

 

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Museo. Casa Dulcinea del Toboso (Toledo)

 

Las hoces y la bobal de la ruta de La Manchuela

 

En ocasiones los accidentes geográficos son tan sutiles que no salen en los mapas pero cincelan tremendamente la personalidad de un territorio. Es el caso de La Manchuela, comarca de transición entre la llanura de Albacete y la serranía de Cuenca, a la que atraviesan el Júcar y el Cabriel, declarado Reserva de la Biosfera. Este privilegiado entorno atrae a un turismo activo que también sabe admirar cualquier manifestación cultural, y no se niega a los encantos de una enogastronomía muy cultivada.

Para atender dicha curiosidad nació la aplicación ‘100 Senderos de La Manchuela’, que nos invita a descubrir, ya sea andando, en bicicleta o en coche, más de dos mil puntos de interés repartidos por la comarca, desde mágicos parajes naturales o vestigios arqueológicos, hasta las fiestas populares y una amplia oferta de alojamientos y restaurantes en los que deleitarnos con la deliciosa gastronomía local. En el plato los gazpachos y migas, el Ajipan, los champiñones o el Cordero Manchego, con Indicación Geográfica Protegida. Y en la copa, aquí la estrella es la bobal, “una cepa muy austera, resistente a las inclemencias climáticas y a las plagas”, aseguran en Bodegas Villavid (Villarta, Cuenca). Además de excelentes vinos, está reconocida cooperativa ofrece “un auténtico viaje al pasado de la viticultura y olivicultura” en su Centro de Interpretación de la Vid y el Olivo.

 

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Bodegas Villavid (Villarta, Cuenca)

 

Y la historia en La Manchuela la cuentan los castillos de Alarcón, de Alcalá del Júcar, Enguídanos o el de Vespalacios cono el del Concejo en Alarcón o la Muralla almohade de Jorquera. También su arquitectura religiosa, con destacadas iglesias como la desacralizada San Juan Bautista en Alarcón, hoy museo con frescos patrimonio de la UNESCO, y la civil, que invita a paradas imprescindibles como la Plaza Mayor de Villanueva de La Jara, que aloja el Ayuntamiento y La Posada Massó, edificios renacentistas declarados ambos Bien de Interés Cultural.

 

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Castillo de Alarcón (Cuenca)
Las entrañas de la ruta de Valdepeñas

“No vendemos instalaciones de diseño vanguardista, ni alardeamos de nuestra infraestructura. Solo elaboramos vino”. El sentir de la bodega La Encomienda es el denominador común de una comarca cuyo nombre prácticamente es sinónimo del vino. Porque en Valdepeñas (Ciudad Real) el cultivo de la vid hunde sus raíces hasta el tiempo prerromano, como demuestra el yacimiento Cerro de las Cabezas de origen íbero-oretano, que data del sigloIV-VII a.C. En esta zona mandan el airén y el cencibel, y triunfan vinos equilibrados, aromáticos y de taninos suaves, carentes de verdor, algunos de ellos criados en las entrañas de la ciudad. Porque en Valdepeñas el secreto se esconde bajo tierra, por eso el gran espectáculo es adentrarse hasta el subsuelo de la ciudad y viajar en el tiempo de la mano de bodegas subterráneas que, excelentemente preservadas, sustentan el casco urbano.

 

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Yacimiento Cerro de las Cabezas

 

Imprescindible también en esta ruta es la visita al Museo del Vino de Valdepeñas, que guarda con celo la historia y tradición de su Denominación de Origen Valdepeñas. Alzado sobre una antigua bodega de 1901, nos instruye de forma didáctica e interactiva sobre las prácticas de la enocultura local, permitiéndonos entender el estrecho vínculo entre la historia de la comarca con el cultivo del vino. Resulta una delicia admirar la exposición permanente sobre la vendimia del fotógrafo norteamericano Harry Gordon, y perderse por sus salas didácticas. Sobre todo una que recrea un laboratorio enológico de los años 50 y la de la enoteca, que cede un espacio a cada bodega de la D.O. para que exponga sus mejores creaciones.

Concluye nuestro recorrido admirando la belleza natural de los alrededores de Valdepeñas, que exhibe paraísos naturales como el Parque Nacional las Tablas de Daimiel, las Lagunas de Ruidera, el Parque Natural de Despeñaperros, y otras localidades de belleza singular como Almagro o la Villanueva de los Infantes, que vio morir al poeta Francisco de Quevedo y, según Miguel de Cervantes, nacer a su hidalgo caballero.

El Lazarillo pasó por la ruta de Méntrida

 

“El plan empieza en La Torre de Esteban Hambrán, a la que llegaréis por la salida 52 desde la A5. En el Matadero Municipal os espera Cristina para llevaros hasta la Bodega, donde andaremos por la viña, visitaremos las instalaciones y cataremos nuestros vinos más representativos”, nos tientan desde Arrayán. En esta prestigiosa bodega elaboran vinos de montaña, de pueblo y de dehesa muy cerca del río Alberche, entre las llanuras de Méntrida y la inconfundible presencia de la Sierra de Gredos.

Y así se abre una ruta irresistible por once municipios de Toledo, que invita a descubrir el maridaje perfecto de vino y cultura que posee esta tierra de antiguos señoríos y realengos. Son huellas de aquello el Palacio del rey don Pedro y la Colegiata del Santísimo Sacramento en Torrijos, o los castillos de Escalona y de Maqueda que vieron pasar al Lazarillo de Tormes en su camino hacia la ciudad imperial de Toledo. Y es que este personaje picaresco de la novela homónima del siglo XVI tiene su propio itinerario temático, repasando sus vivencias por pueblos de la provincia de Toledo como Almoroz, Escalona, Torrijos o Escalona que, según se escribió,fueron bellos escenarios de su periplo.

 

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Museo de las Cuevas del Castillejo – Méntrida

 

Aquí el terruño acoge garnacha y syrah, albillo y chardonnay, y hace cada vino de la comarca a cual más distinto y personal, amparados por una DO concebida durante el medievo. Nos empapamos de este legado en las espectaculares Cuevas del Castillejo de Méntrida, unespacio de inmensa riqueza patrimonial y etnográfica que nos lleva al pasado de la localidad a través del vino y sus labores.

La garnacha tintorera que mueve la ruta de Almansa

Llenas de colorido y de historia, las Fiestas Mayores de Almansa se celebran en primavera y están inspiradas en los tradicionales Moros y Cristianos levantinos. Declaradas de interés turístico internacional resultan, desde luego, un momento idóneo para visitar esta animada ciudad de la provincia de Albacete. Pero al ser, Almansa y sus alrededores, uno de los diecisiete pasos naturales de la península ibérica, y gozar de importante patrimonio cultural e histórico, los atractivos de esta ruta brillan todos los meses del año.

El primero y más famoso, el monumental Castillo de Almansa. Encaramado sobre el Cerro del Águila, es una fortaleza del siglo XIII que parece cubrir la ciudad, velando siempre por ella. Y en el resto de su territorio, la comarca muestra otros encantos como los yacimientos arqueológicos de Hoya Gonzalo, con sus cucos, chozas y bardales milenarios escampados a piedra seca, o la Cueva Vieja de Alpera, una de las estaciones con arte rupestre más relevantes del sector oriental peninsular.

Y en cuanto al patrimonio enológico, que es lo que nos mueve en este viaje, Almansa se entrega sobre todo a la garnacha tintorera, una variedad autóctona especialmente apreciada y valorada dentro y fuera de nuestras fronteras. “En otras regiones de España se le llama Garnacho Tinto o Tinto aragonés, y en otros países Rousillón Tinto, Granaccia, o Uva di Spagne. Nuestra garnacha tintorera tiene un color muy potenciado y característico gracias almicroclima tan extremo de nuestro entorno”, puntualizan desde la Cooperativa Vinícola de Santa Quiteria, toda una institución en Higueruela, al ser el principal motor laboral y económico de este pequeño pero rico municipio.

Los pasos manchegos de la ruta de Jumilla

El sur de la provincia de Albacete comparte con el nordeste de la región murciana el reino de la uva monastrell, un territorio que ha guardado restos de vitis vinífera con 5.000 años de antigüedad. Un pasado que llega hasta el presente en el magnífico Museo del Vino de la ciudad de Jumilla (Murcia), que goza de la segunda mejor exposición nacional catalogada en cuanto a piezas relacionadas con la viticultura y la enología. Aceptamos una de sus propuestas, de nombre Experiencia Monastrell, que parte de una cepa centenaria con vistas a la Sierra del Carche antes de recorrer sus más de 1.500 metros de emoción, cultura y verdadera pasión enológica, para culminar en la degustación comentada de alguna de las referencias más distinguidas de la D.O.

 

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Bodega Mainetes

 

De vuelta a tierras manchegas, la ruta nos lleva a dar un paseo por la historia, descubriendo el origen paleolítico de Hellín en su conjunto arqueológico Tolmo de Minateda y el Abrigo Grande de Minateda; evocando la famosa Tamborada en Tobarra y respirando la Sierra del Madroño antes de llegar hasta Ontur y degustar unas gachas de mataero. Y precisamente en Ontur brindamos por el final de este catártico viaje por Las rutas del vino de Castilla-La Mancha, degustando un Pio Crianza de la bodega Pio del Ramo. “Es aquí, en esta tierra ligada desde tiempos inmemoriales a la vid y al vino, donde hemos hecho realidad un sueño que mezcla la pasión y el saber hacer,con el conocimiento de la tierra y de sus cepas”, resume su creador.

 

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