El primer terruño de Chile en ser reconocido por el prestigio de su cabernet sauvignon, tan cercano a la cordillera de los Andes, enfrenta hoy las amenazas que alertan a los productores de vinos en todo el mundo. La más visible en este caso es el crecimiento de la ciudad de Santiago, con un metro cuadrado infinitamente más valorado para el ladrillo que para el cultivo de uvas. La que más sentimos los habitantes de la capital está en los efectos del cambio climático. Tres nuevos vinos del valle del Maipo cuentan que unos viñateros con larga historia, no tienen planes de irse.
Marqués de Casa Concha Gold, de vuelta al pasado
El Cabernet Sauvignon de Marqués de Casa Concha nació en el valle del Maipo en 1976, cuando Chile ni siquiera exportaba el 1% de su producción. La cifra supera hoy el 80% del total, mientras los vinos de Marqués, impulsados por su viña madre, la gigante Concha y Toro, han crecido y ganado en solidez con nuevas variedades y nuevas líneas de precios. La bodega presenta sus dos primeras novedades: el Cabernet Sauvignon Gold del Maipo Andes y el Carmenere Blue de Peumo. Ambos proceden de la extraordinaria cosecha de 2021, más frescos en la fruta y en el aporte de madera, y llegaron junto a una imagen más minimalista.
Comprometido con mantenerse en su Maipo originario, el director enológico de Concha y Toro, Marcelo Papa, explica que uno de los cambios más importantes en ese camino ha sido poner el foco en los suelos. “Ya todo el mundo sabe que suelos apretados producen pocos kilos y mala calidad, por eso hemos puesto mucho foco en descompactarlos y sembrar coberturas vegetales entre hileras”. Además, se han dado cuenta de que los viñedos plantados desde el año 2000 hasta 5 años atrás, con portainjertos para prevenir un posible ataque de filoxera, les dan mejores resultados que los iniciales, a pie franco.
“La verdad, dice Marcelo Papa, es que el pie del cabernet se adapta muy bien al Maipo, por lo que lo que comenzamos a plantar de nuevo sin portainjerto”. Así es como Heritage, el top de línea de Marqués nació del viñedo Mariscal (en la DO Puente Alto), fue plantado en alta densidad con viñedos masales, mientras el nuevo Marqués Gold proviene en parte de ese campo y mitad de cabernet masal sobre portainjertos en la DO Pirque. El Marqués Cabernet tradicional, en tanto, viene de tres sectores diferentes dentro del mismo Maipo Andes.
En cuanto a vinificación, lo que ha perseguido desde los últimos años es aprovechar las ventanas de fruta madura, eligiendo cosechar lo más temprano posible, para no quemar la acidez natural. “En algún minuto estuve un poquito crítico con el Maipo, dice Papa, cuando intentamos empujarlo a vinos de cosecha muy tarde. Hoy estoy reencantado. Ahora que tengo más experiencia, no quiero más esos vinos de taninos pesados, medio rusticones… Como siempre ha dicho Pablo Morandé, el agua del río Maipo trae una cantidad de calcio gigantesca, y eso finalmente hace que estos vinos tengan estos taninos tan frescos y pulidos, súper importantes porque el cabernet es una variedad pesada”.
Finis Terrae, llamativo por fuera clásico por dentro
La viña Cousiño Macul se atrevió a lanzar en 1994 su primer gran vino, que venía de la cosecha maldita de 1992, recordada por lluvias inusuales en diciembre del año anterior. Era el Finis Terrae Blend, su primera mezcla, que unía merlot y cabernet sauvignon, con la etiqueta color marfil siguiendo el estilo clásico de la casa, fundada en 1856, y de los grandes vinos europeos. Etiqueta elegante, como el carácter del vino, que lució hasta su cosecha 2017.
El drástico cambio conmemora los 30 años de la bodega, acaba de llegar al mercado y lo decidió Verónica Cousiño, séptima generación de la familia y la segunda mujer al mando de la viña, soló después de su tatarabuela Isidora Goyenechea. «Quería algo más joven, más moderno. Mi papá estaba en shock cuando la vio, pero tuvo plena confianza en la decisión, que tomé creyendo que hay que atreverse a hacer cosas», dijo Verónica durante la celebración del treinta aniversario.
Finis Terra es el nombre de Chile en los primeros mapas que se dibujaron de América. Es el mapa del 1.500 que vemos dibujado sobre el fondo rojo de la etiqueta. Su cosecha 2018 es un vino que viene cargado de cambios, nos dice Rosario Palma, la primera enóloga que ha tenido la viña en su historia. “Lo más obvio es su empaque, que creemos le va a hacer muy bien. Le va a dar más vitrina y llamar la atención”.
El vino como tal, explica, viene mostrando los cambios que han hecho de a poco. “Lota y Finis Terrae vienen del mismo viñedo en Peñalolén; la única diferencia entre ambos es que las mejores barricas van a Lota. Además, Finis Terrae tiene un porcentaje de syrah que viene del nuevo campo de la viña en Paine, con la que reemplazaron un paño importante que fue urbanizado en Peñalolén. En el vino hay pequeños detalles que se han ido consolidando, como el uso de barricas de 300 litros, además de menos madera nueva”.
A la par, se ha ajustado la fecha de cosecha se ha ido adelantado por el cambio climático. Desde el año 2018 están trabajando con Felipe de Solminihac como asesor, quien fue enólogo de Cousiño y fundó la cercana Viña Aquitania, hoy también enfocada en cabernet y soportando la presión de la ciudad.
Félix, la sorpresa inédita de Santa Ema
Más conocida por su Gran Reserva Merlot, nacido de sus primeros viñedos en Isla de Maipo (Maipo central), la Viña Santa Ema acaba de presentar Félix, pensado como pareja de Catalina, su mezcla tinta con 25 años de historia. Vienen del mismo campo a los pies de los Andes, entre los 700 y 1000 metros sobre el nivel del mar, y más allá los estilos opuestos que marcan sus nombres, su gran diferencia está en que Catalina (nombre de la esposa de Félix, fundador de la viña) es una mezcla de cabernet sauvingon, carmenere y cabernet franc. Félix incorpora la carignan a la misma mezcla.
La carignan llama la atención por crecer en Maipo. Aunque ha aportado antes a la acidez y la tensión de los vinos, con uvas traídas desde el secano del Maule, el nuevo campo que compró Don Félix se plantó carignan y otras variedades tintas innovadoras en el valle, como la marselán, pensando en las consecuencias del cambio climático. “La ventaja de Cerro Blanco, entre los 700 y 1000 metros sobre el nivel del mar, explica su enólogo Rodrigo Blázquez, es que permite jugar con diferentes exposiciones y con diferentes variedades. Más o menos soleadas, distintas alturas y diferentes tipos de suelos”.
Otra particularidad de Félix, que nació 9 años después de haberse plantado su viñedo, es que tiene tres tipos de envejecimientos -barricas, fudres y huevos de concreto- buscando expresar la tensión y elegancia de la fruta.
Blázquez recuerda que partieron en 2007 comprando la uva de Maipo Andes a los vecinos. Desde entonces, sin contar los últimos dos años que han sido más frescos, las cosechas eran a fines de marzo o en los primeros días de abril. En Leyda, donde tienen sus viñedos para blancos y la pinot, se ha adelantado una semana y en Maipo medio, donde además de viñedos tienen su bodega, se adelanta dos semanas. “No se puede negar el cambio climático”, concluye.