Si hay un reto peliagudo e inminente que debe afrontar a lo largo de los próximos años el sector vitivinícola, no es otro que el inexorable cambio climático. Y como lo de la meteorología no sólo no tiene solución sino que amenaza con ir a peor en progresión casi geométrica, la única forma de afrontarlo es buscando soluciones imaginativas, adaptándose a los nuevos tiempos y aplicando la máxima de que si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él. O, por lo menos, aprovéchate de él todo lo que puedas.
En ello anda el enólogo y bodeguero riojano Benjamín Romeo, considerado una de las grandes figuras de la industria a nivel mundial, protagonista de la revolución de los vinos de Rioja en la década de los 90, fundador y propietario de la Bodega Contador en la localidad de Rioja Alta San Vicente de la Sonsierra y que detenta el honor de haber sido el autor de Contador 2004, primer vino español reconocido con 100 puntos por la revista Wine Advocate, en 2007.
Romeo está rematando el proyecto pionero El Llano de la Madera. Ha buscado unos terrenos en las afueras de su pueblo donde antes no sólo no se hubiera cultivado la vid sino absolutamente nada, debido a su altitud (entre 700 y 750 metros), la ligera pendiente del terreno, la pobreza de unos suelos pedregosos (“había piedras del tamaño de un coche”), vegetales y calizos y las adversas condiciones climatológicas. Factores todos ellos que, con el citado cambo climático, han adquirido una nueva dimensión.
Se trata de un paraje completamente agreste, rodeado de vegetación y pinares y completamente virgen de cualquier intervención humana. “Un suelo que nunca ha tenido cultivos y por lo tanto no está contaminado con herbicidas y pesticidas -comenta orgulloso Romeo-. Conseguir eso es la hostia: es un espacio libre y único”.
Visionario, como de costumbre, el bodeguero lleva trabajando desde 2014 en El Llano de la Madera, que ocupa una superficie de 24 hectáreas. “Lo más costoso -apunta- ha sido comprar las parcelas, porque había más 60 propietarios diferentes, la mayoría fallecidos. Ha habido que ir uno por uno, y creé una empresa que llamé Nogales de Sierra Cantabria para negociar con ellos. No negociaba yo, claro, porque me hubieran pedido el doble, sino un ingeniero jubilado que les decía que íbamos a hacer licor de nueces. Lo compró casi todo él y a final sólo quedaron los duros, que ya se enteraron, porque en los pueblos todo se sabe, y a ésos me los tuve que merendar yo a base de… (golpea una mano con la otra). Empecé a comprar en 2014 y terminé en 2022”.
Uvas blancas y tintas cohabitan en un proyecto que apuesta decididamente por la biodinámica, para preservar la pureza de los suelos “y del aire, porque no tengo vecinos”. Así, los ciclos lunares y los cuernos de cabra jugarán un papel esencial en los vinos. Pero eso no significa en absoluto renunciar a los avances tecnológicos: “Tenemos unas estaciones meteorológicas con avisadores para anticipar cuando puede haber una plaga, porque se dan las condiciones de temperatura o de humedad. En biodinámica es fundamental adelantarse y prevenir. Si entra un hongo, te has quedado sin cosecha… o le tienes que meter química, pero entonces ya no es biodinámica”
“También hemos presentado- remata- un proyecto para en el futuro hacerlo con drones, para no tener siquiera que pisar la tierra. Nuestra misión es integrar lo que nos han legado nuestros antepasados, que no tenían tecnología pero sí mucha capacidad de observación, con los avances técnicas del siglo XXI”.
Está previsto que el primer vino de El Llano de la Madera, blanco, vea la luz en la añada de 2027.