La primavera supone un importante punto de inflexión en el campo riojano y consecuentemente en la despensa y en la nevera de los consumidores que, en una zona como la comunidad autónoma, se decantan principalmente por productos de temporada.
La primavera llena de colorido los expositores de fruterías y verdulerías que, a partir de estas fechas, adquieren una nueva dimensión. En La Rioja, aunque la mayoría de las frutas autóctonas necesitan aún que el calendario avance un poco más para aparecer, sí que surgen apetitosas verduras propias de una huerta que, regada tanto por el Ebro como por otros ríos como el Cidacos o el Iregua, ofrece una producción de calidad. Son esas verduras las que en estos días lucen en los diferentes mercados de abastos de la comunidad y los que en el Mercado de San Blas de la capital riojana se convierten incluso en atractivo turístico desde los particulares puestos de la planta baja de la plaza.

Es en esta época cuando brilla la alcachofa, una verdura tan icónica en la ribera riojana y navarra del Ebro (aunque la variedad lleve el nombre de alcachofa blanca de Tudela) como en la cuenca mediterránea. Esta flor comestible protagoniza alguno de los platos más significativos de la tradicional gastronomía riojana.
También propios de estas fechas son los espárragos blancos, un producto antaño muy habitual en las huertas riojabajeñas pero convertidos cada vez más en un bien escaso del campo autonómico. Los exigentes cuidados que demandan y la reducida remuneración que se obtiene de su venta han llevado a los agricultores riojanos a reducir sus cultivos, pese a que siguen gozando (al igual que los navarros) de un excelente predicamento en las mesas más exquisitas de nuestro país.

Más habitual en el campo riojano, especialmente en La Rioja Alta, es el guisante. Un producto que mayoritariamente tiene como destino la industria conservera, pero que dentro de unas semanas –cuando las temperaturas alcancen una mayor contundencia– iniciarán una campaña que se prolongará hasta julio.
Alcachofas, espárragos, puerroso guisantes reinan en primavera
A caballo entre la primavera y el verano (en función de cómo de cálidos sean los meses previos al estío) se encuentran una serie de verduras muy significativas en la zona y bastante apreciadas por la culinaria local. Ese calor y esas fechas casi veraniegas son las que demandarán las judías verdes, también cada vez más escasas en los huertos de la comunidad; igual le sucede a los puerros –cuya temporada es amplia, pero incluye la primavera– que también han perdido su privilegiada posición entre los cultivos locales más extendidos, no así en los expositores de la comunidad porque siguen siendo muy apreciados por los consumidores riojanos en cualquiera de sus elaboraciones, desde crudos en ensalada a las cremas más apetitosas.
La acelga también es un producto que alcanzará su mayor protagonismo en fechas primaverales, aunque más próximas al verano. Es una verdura que se planta en dos temporadas: la primera va de febrero a mayo, y la otra se siembra entre agosto y octubre. En función de la plantación se realiza la recolección porque tarda entre 3 y 4 meses en desarrollarse y ser apta para la cosecha y el posterior consumo tanto de sus hojas, como de sus tallos o pencas (cocidas o rebozadas con relleno, principalmente).

Y cuando ya la primavera esté dando sus últimos pasos por el calendario comenzarán a brotar los primeros calabacines, una de las verduras más prolíficas de las huertas domésticas riojanas y cuya versatilidad también le permiten protagonizar una amplia variedad de platos cuyas recetas pasan de generación en generación.
Las frutas riojanas esperan al verano
Cuando la primavera comience a languidecer para dejar sitio al verano, será el momento de que las fruterías locales se pueblen con productos riojanos. Cerezas, albaricoques, nectarinas o melocotones son algunas de las frutas más típicas de los campos riojanos, pero que necesitan del calor para poder teñir de colores los campos de frutales del valle del Iregua u otros enclaves de la comunidad. Un poco más tarde llegarán también las ciruelas de Nalda y Quel, de la variedad claudia reina verde. Ésas que se pueden consumir tanto en fresco como deshidratadas, y que cuentan con una marca de calidad propia –de la misma forma que la pera de Rincón puede presumir de una Denominación de Origen propia–. Mientras eso ocurre y se van dejando atrás las naranjas, plátanos, manzanas y peras que han acompañado las comidas y cenas durante todo el invierno, el colorido y el exotismo lo pueden aportar frutas subtropicales que ya se han convertido en algo habitual en la dieta de los españoles. Es el caso del kiwi, la piña, el mango o incluso los más extraños chirimoya, papaya o guayaba. Estas frutas contribuirán a aportar variedad a esas dos o tres piezas de fruta (unos 400 gramos) que la Organización Mundial de la Salud –OMS– recomienda para el consumo diario en cualquier dieta sana y saludable.