Es madrileño, pero se le conoce mucho más en Barcelona que en Madrid. Durante dos décadas, Quique Valentí, inquieto cocinero que ejerce también como empresario, ha ido dejando su huella en la Ciudad Condal a donde se trasladó desde la capital para trabajar junto al gran Fermí Puig en el mítico Drolma del hotel Majestic. Antes estuvo en dos casas madrileñas de referencia, ambas ya desaparecidas, Lúculo y Viridiana. Los barceloneses conocen bien su trayectoria gastronómica y empresarial que deja nombres como Casa Paloma, Chez Coco, BarBas, Marea Alta (aquella estupenda marisquería situada en la planta 24 de la Torre Colón, con espectaculares vistas de la ciudad) o Adobo, su último proyecto allí, una casa de comidas actual emplazada en la burguesa zona de Las Tres Torres y que sigue funcionando con éxito. En todo este tiempo nunca perdió de vista a su Madrid natal. De hecho, hace cinco años, junto a su hermano Carlos, puso en marcha Hermanos Vinagre, modelo de bares que recuperan la esencia de las tradicionales barras madrileñas y que han alcanzado un merecido éxito hasta el punto de que al local inicial de la calle Narváez se han sumado tres establecimientos más. Ahora, cumplidos los